Lunes 29 de junio de 2015
La justicia ha ido lenta pero segura, dejando atrás el período «oscurantista» en que la había sumido la anterior jefa del Ministerio Público
La forzada lejanía del suelo patrio y el no dejar ni un solo día de estar pendiente de lo que pasa en Panamá me obligan a hacer una mediana evaluación del primer año del gobierno del Presidente Varela, que obtuvo su mandato con apenas un tercio de la población votante. Varias cosas se destacan a simple vista, la primera la casi ausencia de proyectos que impacten al país y la segunda, la toma de conciencia que así como aún estamos con el estribillo de «prohibido olvidar» respecto al gobierno militar, aquí también se prohibe olvidar el saqueo del que fueron objetos las arcas del estado en 5 años. La justicia ha ido lenta pero segura, dejando atrás el período «oscurantista» en que la había sumido la anterior jefa del Ministerio Público. Apenas vamos por los áuditos del PAN y ya son cientos de millones. Cuando lleguemos al Ministerio de Obras Públicas, al de Salud – y no necesariamente para beneficiar una población necesitada a gritos de que se mejoren sus servicios – el flamante de Seguridad, que ha dejado tachuela a las Fuerzas de Defensa y la Autoridad de Turismo, el índice de corrupción reventará y ya no habrá que comparar el crecimiento económico con la pseudo inversión de colombianos y venezolanos, sino a los sobre costos, coimas y sobre precios de las obras públicas.
Aparte del programa de cero letrinas y la sopeteada reconstrucción de Colón, no veo otros proyectos que no sean buenas intenciones. La línea 2 del Metro era una consecuencia lógica y necesaria para ese proyecto, y ahora anda enredada en la pata de los caballos. Nada novedoso en educación, en salud o en el tema agropecuario. De buenas intenciones no se come.
Hace falta un replanteamiento en toda la estructura gubernamental para que sí se pueda creer que en este gobierno el pueblo está primero. Si no lo hacen, se creerá que los donantes están primero.