Publicado el 11 de abril de 2022 en El Siglo.
Ahora que está entrando, a trompicones, la época primaveral, los que vivimos en estas tierras donde las temperaturas llegan a bajar de cero y vemos que la nieve acaba con todas las plantas que con esmero cuidamos por varios meses, nos maravilla que vuelvan a florecer los rosales, las enredaderas que estaban secas, y vuelva el verdor a las extensas parcelas que tienen césped. Es como si se hubieran acostado a dormir y de pronto se levantaron.
En este país, donde el cultivo de las plantas es casi una devoción, ya se están plantando los jardines públicos por y las aceras que tienen su esmerada inserción de verdor, por los empleados municipales, los parques que tiene los arbustos recortados en forma preciosista y el sol resplandece con temperaturas frescas y provoca estar afuera todo el tiempo. También las horas de sol se han extendido, los días son más largos y los tulipanes nos encandilan con sus colores.
Sobre este aspecto, es importante resaltar que todo el mundo asocia los tulipanes con Países Bajos. La palabra “tulipán” proviene del vocablo turco otomano tülbend, que a su vez proviene del término persa dulband. Ambas palabras significan “turbante” y es por la forma que adopta la flor cuando está cerrada. Y los turbantes es lo que usaban los hombres por estas tierras.
El principal centro de diversidad del género está en las montañas Pamir e Hindu Kush, en Kazajistán. También se encuentran en Oriente Medio, Irán y Afganistán, muy cerca de la península de Anatolia, cuyo mayor territorio está en Turquía. Allí fueron cultivados desde el siglo XI y se sabe que los bulbos fueron llevados para el cultivo en el Al-Ándalus, actual España. Su cultivo se fue extendiendo en los países del norte de Europa, llegando a ser adoptada como símbolo de los Países Bajos, aunque sigue siendo el símbolo nacional de Irán y Turquía.