Por Mariela Sagel, 25 de enero de 2026
En la Calle Princesa, del centro de Madrid, se erige el Palacio de Liria, una de las residencias privadas más importantes de la capital del reino, construido entre 1767 y 1785. El III duque de Berwick y de Liria, don Jacobo Fitz-James Stuart y Colón ordenó su construcción, dentro de un estilo neoclásico, de planta rectangular, alargada y compacta en su interior, de apariencia sobria y con hermosos jardines pulcramente diseñados que lo rodean. Posteriormente el XVII duque de Alba, don Jacobo Fitz-Stuart y Falcó planteó varias reformas, que le dieron valor agregado a la edificación, en el siglo XX.
Se decía que el Palacio de Liria fue el primer edificio de Madrid digno de armonizar con el Palacio Real, no tanto por la similitud en su estilo neoclásico, sino por las variantes que existen entre ellos: el palacio de Liria no fue construido próximo al paseo del Prado, sino a las afueras de la ciudad, cerca de la puerta de San Joaquín, que marcaba el límite de Madrid por el noroeste.
Hoy su estética es de estilo romántico inglés, compuesto de un prado central con centenarios magnolios, cedros, castaños, tejos o cipreses y rodeado de caminos, mientras que la parte de atrás fue rediseñada en 1916, recuperando la impronta clasicista que formaban el parterre, la fuente central y arboledas decoradas con esculturas antiguas y modernas.
El III duque de Berwick, Jacobo Fitz-James Stuart era nieto del mariscal inglés Jacobo Fitz-James, hijo natural del rey de Inglaterra, Escocia e Irlanda, Jacobo II Estuardo y de Arabellla Churchill, hermana del I duque de Marlborough, John Churchill. El mariscal de Berwick fue educado en Francia, después de que su padre fuese destronado tras lo que se llamó “Revolución Gloriosa” de 1688. Después de algunas batallas victoriosas en la Guerra de Sucesión Española, el rey Felipe V le concedió el mayorazgo y título de duque de Liria (localidad valenciana) y de allí se asentaron en España.
La madre de don Jacobo era hija de la duquesa de Veragua, heredera directa de Cristóbal Colón, y por tal motivo, en esa mansión se custodian los archivos de la Casa del Alba, el mayor conjunto de autógrafos originales del Almirante Cristóbal Colón.
EL PALACIO DURANTE LA GUERRA CIVIL
Durante la Guerra Civil Española, el palacio de Liria fue confiscado y el XVII duque de Alba, a la sazón dueño de la edificación y abuelo del actual duque don Carlos Fitz-James Stuart y Martínez de Irujo fue designado embajador en Londres. En noviembre de 1936 el palacio fue bombardeado y saqueado, solamente quedaron en pie sus cuatro fachadas, pero las pérdidas en el interior fueron incalculables. Las principales obras artísticas pudieron ser salvadas gracias a la labor de una Junta de Incautación y Protección del Patrimonio Artístico de la república española, organismo creado a principios de la guerra para hacer frente a los saqueos y destrucciones. La mayor parte de la colección de pintura se trasladó del Museo Nacional del Prado a la sede de la Sociedad de Naciones de Ginebra. Los muebles, documentos y libros de vitrinas y otros objetos de valor fueron guardados en diferentes lugares de Madrid, como el Banco de España, la embajada inglesa o la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
Tras la contienda, tomó más de 15 años recuperar los bienes, aunque se perdieron más de sesenta cuadros, muebles, lámparas, alfombras y otros objetos. Casi todo el archivo administrativo de ricos fondos documentales fue presa del fuego, lo que representaba casi un noventa por ciento del acervo y más del cincuenta por ciento de los libros de la biblioteca.
Una vez finalizada la Guerra Civil, y habiendo cumplido con su misión en la embajada española en Londres. en 1945, el XVII duque tomó la decisión de reconstruir el palacio. Contrató a destacados arquitectos, pero su prematura muerte le impidió verlo terminado, dejando a los XVIII duques de Alba, doña Cayetana* y don Luis Martínez de Irujo este legado quienes, invirtiendo grandes esfuerzos y dedicación, culminando su remozamiento y decoración, a la vez que ampliaron la colección de pintura, muebles y otros elementos decorativos, enriqueciendo la colección existente y devolviendo el esplendor de antaño al mítico palacio.
Hoy día es la residencia del XIX duque de Alba, don Carlos Fitz-James Stuart y sede de la Fundación Casa de Alba y sus colecciones de arte son consideradas de las más destacadas del mundo.
En el Palacio de Liria se puede vivir la historia de uno de los más distinguidos linajes de España y el recorrido de sus salones nos permite sentir la huella de los siglos pasados y conocer, no solo la historia de una de las familias más notorias de España, sino algunos de los acontecimientos más importantes de España y del mundo. Su colección histórico-artística fue incorporándose gracias a la labor de mecenazgo y coleccionismo de los duques de Berwick y Alba durante más de quinientos años. Pintura, escultura, tapices, muebles, grabados, documentos y libros, además de porcelanas y otros objetos de arte se reparten por los diferentes salones, ofreciendo una colección única. No faltan obras de los grandes maestros como Goya, Velásquez, Murillo, Zurbarán, Greco, Rubens, Tiziano, y muchos otros. El palacio también ha sido visitado por personalidades mundiales como Arthur Rubinstein, Winston Churchill, Theodore Roosevelt, Oscar Wilde, Igor Stravinski, José Ortega y Gasset y Charlie Chaplin, entre muchos otros.
LAS CARTAS DE COLÓN
Esta magnífica exposición que pude visitar recientemente explora la relación de la Casa de Alba con el continente americano a través de su patrimonio histórico artístico. Por primera vez se muestran 24 cartas autógrafas de Cristóbal Colón y otros documentos colombinos junto a la selección de importantes papeles americanos del archivo del palacio de Liria, junto a pinturas, esculturas, artes decorativas y arte virreinal del patrimonio americano de la Casa de Alba.
La responsable de esta colección invaluable fue Rosario Falcó, entonces duquesa de Alba, que era una mujer de una curiosidad incisiva y adelantada a su tiempo. Ella estaba ordenando papeles administrativos que iban a tirar, a fines del siglo XIX y encontró estas cartas con la rúbrica de Cristóbal Colón. Tuvo la visión de darle el valor que tenían estos escritos, y se encargó personalmente de traducirlos, de publicarlos y también de archivarlos para que se conservaran en buen estado y se pudieran apreciar como ahora. Y en esta ocasión, por vez primera, se muestran a los ojos del mundo.
Hay cartas personales del almirante más íntimo, documentos enviados a los Reyes Católicos en los que da queja de la pérdida de sus privilegios e incluso, un recibo con el sueldo que recibieron los marineros que se enrolaron con él en aquel primer viaje a América. Joyas documentales que han sido reunidas en “Cartas de Colón, América en la Casa de Alba”, una exposición que no solo muestra esos papeles, sino que recorre la historia de cómo llegaron a Liria, cómo fueron descubiertos y cómo se han conservado estos documentos y otros imprescindibles para comprender la historia de América, el continente.
«Colón debía escribir una barbaridad. Hay cartas sobre su caída, hay memoriales reivindicando a los Reyes sus derechos, escritos sobre sus asuntos económicos, cartas a su amigo el padre Gorricio diciéndole que no puede zarpar porque hay mal tiempo en el Estrecho, a sus cuñados…Y también la más bonita, que escribió a su hijo Diego, en la que se despide con un ‘Tu padre que te ama como así’. En esa carta, le cuenta que le envía otra para la reina junto a una pepita de oro de un kilo. Y le dice que se la dé después de comer, que estará más dispuesta a oírle», detallaba en la presentación de la muestra Consuelo Varela, investigadora de la Escuela de Estudios Hispanoamericanos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), y especializada en la figura de Cristóbal Colón, quien ha comisariado esta muestra junto al director cultural de la Casa de Alba, Álvaro Romero. «Las exposiciones en general presentan a Colón como el descubridor, el colonizador, el mataindios… Aquí hemos querido contar cómo era el hombre», añadió Varela antes de relatar con Romero cómo era el Almirante: un hombre coqueto, preocupado por la calvicie, y de carácter difícil.
Es importante destacar que Diego Colón, el primogénito del Almirante, se unió en matrimonio con María de Toledo y Rojas, que era nieta del I Duque de Alba de Tormes y sobrina del II Duque –primo a su vez del Rey Fernando de Aragón. Desde la época de los inicios de la conquista, la Casa de Alba estuvo vinculada a Cristóbal Colón.
Además de las cartas, en el Palacio de Liria se muestra el Cuaderno de a bordo de Colón, donde de su puño y letra pintó el norte de La Española (hoy República Dominicana y Haití) y que él pensaba que era tierra firme y no una isla. Gracias a préstamos de otras instituciones, se puede ver de cerca su testamento o algunos de los retratos que a lo largo de la historia se han pintado de él, a pesar de que no se conoce su aspecto real.
Las cartas de Colón llegaron a la Casa de Alba en el siglo XVIII gracias al matrimonio entre el II duque de Berwick, Jacobo Fitz-James Stuart con Catalina Colón de Portugal, duquesa de Veragua y descendiente del almirante, a quien le tocó librar varios litigios familiares para heredar las misivas, que luego pasaron a ser propiedad de su hijo.
De Rosario Falcó hay que resaltar, además de su visión y compromiso, bisabuela del actual duque de Alba, que era muy trabajadora y murió con apenas 47 años y que no llegó a ser miembro de la Academia de la Historia por el simple hecho de ser mujer.
Pero no solo esos tesoros esconden la Casa de Alba. Además de su relación con el gobierno de los virreinatos americanos “hubo un duque que fue presidente del Consejo de Indias. Y en aquel tiempo, era algo habitual llevarse los papeles a casa”. Eso lleva a identificar el archivo de la Casa de Alba en uno de los archivos privados más importantes relacionados a la Historia de América.
En algunos de esos documentos americanos se habla del mestizaje. Está la carta de legitimización de Francisco Pizarro, que tuvo dos hijos mestizos con una princesa inca y le pidió al rey que los reconociera como legítimos. Hay cédulas reales donde la Corona pide que no se esclavice a los indígenas americanos y otras que fomentan el matrimonio entre españoles e indias. También se muestran cartas de personajes como Miguel de Legazpi, Núñez de Balboa o Ponce de León, nombres que escribieron la historia de América.
Otras joyas que destacar es el Nobiliario de Indias, un conjunto documental formado por 232 escudos que los Reyes Carlos V, Juana I y Felipe II entregaron a ciudades, conquistadores españoles y nobles indígenas como Moctezuma, papeles de gran valor histórico y artístico.
También se pueden apreciar objetos muy valiosos, como cofres y arcas, decorados en plata y carey, producidos en los virreinatos americanos, para completar esta magnífica muestra que valida el vínculo que desde hace siglos une a América, la Casa de Alba y el Palacio de Liria que, por si fuera poco, terminó de construirse con las rentas del otro lado del océano.
*Cayetana fue la rocambolesca Duquesa de Alba que murió en 2014, se casó 3 veces y tuvo 6 hijos, el mayor de ellos es el que vive en el Palacio de Liria.