Por Mariela Sagel, en La Estrella de Panamá, 21 de noviembre de 2021.
Uno de los lugares más interesantes de Turquía son las islas Príncipe, que casi nunca están incluidas en los tours que trae a todos los que viajan a este país único, que recoge tanto historia como geografía y tradiciones irrepetibles.
Su verdadero nombre es Islas de los Príncipes, o Adalar, y son parte del distrito de Estambul, en el Mar de Mármara, que se forma saliendo del estrecho del Bósforo y termina en el estrecho de los Dardanelos, donde se verificó la histórica batalla de Gallipoli, o Canakkalle. Es un conjunto de nueve islas, la más grande se llama Büyükada (antes se conocía como Prinkipos) y en total tienen una población de unos 15 mil habitantes.
De las nueve, cuatro de ellas no tienen asentamientos humanos, según el último censo. Yo tenía una obsesión por conocer, al menos, Büyükuda, porque en esa isla vivió León Trotsky cuando salió exilado de la Unión Soviética y Turquía le ofreció seguridad contra la venganza de Stalin.
Aproveché el viaje de unos amigos a Estambul y alquilamos un bote que nos llevó placenteramente por el Bósforo, pasando por la torre de la doncella (o torre de Leandro), los palacios del lado asiático y europeo y las magníficas casas que allí se aprecian además de escuchar el muecín o llamado a la oración. Fue una travesía espectacular porque tuvimos la dicha de que estaba muy fresco, pero también soleado, lo que nos permitió disfrutar a plenitud del paseo.
Cuenta la historia que, durante el período bizantino, tanto príncipes como miembros de la realeza eran exilados a estas islas, de allí su nombre. En el siglo XIX las islas fueron poco a poco destino de los ricos y famosos que edificaron allí sus casas de verano, lo que consta en las bellas residencias que se aprecian en el recorrido que hicimos por caminos bastante entreverados en unos muy bien organizados coches en los que se recorre la isla, una especie de busitos eléctricos abiertos que llevan a los turistas por un “fee”. La mayoría de estas casas son de estilo victoriano.
A las islas se va por un día, o una breve temporada porque hay sendos hoteles boutiques, ideales para una luna de miel o un desconecte en medio de la naturaleza. Hay un ferry que sale de Estambul y los vehículos motorizados, tipo carros, están prohibidos, solo los busitos a los que me referí anteriormente. Muchos de los visitantes exploran las islas a pie, en bicicleta, en carruajes tirados por caballos o a lomo de burros, aunque esa práctica se ha ido descontinuando porque los animales quedaban extenuados.
En lo alto de una colina se encuentra un convento, que fue el lugar de exilio de las emperatrices bizantinas Irene, Euforsine, Zoe y Ana Dalaseana. La primera, Irene, oriunda de Atenas, era famosa por su belleza. Estaba casada con León IV. Su verdadero nombre fue Irene Sarantapechaina. Al morir el marido, en el año 780, ella asumió la regencia en nombre de su hijo Constantino VI, con apenas 10 años. Gobernó el Imperio Bizantino hasta la mayoría de edad de su vástago. Sin embargo, las pugnas con su hijo no cesaron y ella volvió a mandar por encima de todos hasta que fue desterrada. Los adversarios del emperador eran cegados y a algunos se les cortaba la lengua.
En el caso de la emperatriz Eufrósine (años 790-836) que era la hija del emperador Constantino, hijo de Irene, con su primera esposa, fue la última representante de la dinastía isáurica. Fue obligada por su padre a tomar los hábitos, pero después se casó con Miguel II, llamado El Tartamudo, y lo apoyó en reforzar el trono de Constantinopla. Sin embargo, su hijastro, Teófilo, no la veía con buenos ojos así que la encerró en el convento.
Zoe Karbonopsina también fue una emperatriz bizantina de la dinastía macedónica y cuarta esposa de León VI y madre de Constantino VII Porfirogénito. Había sido la amante del emperador y la iglesia ortodoxa no veía con buenos ojos que se casaran porque el emperador había tenido ya tres esposas, pero lograron celebrar su matrimonio. Al morir su marido, su cuñado, Alejandro III la expulsó del palacio y la mandó al convento, aunque no por mucho tiempo, pues volvió para derrocarle y gobernar por un buen tiempo.
Finalmente, Anna Dalaseano, que vivió entre 1025 y 1102, madre del emperador Alejo I Comneno, era hija de un oficial imperial de Italia. Era una mujer muy inteligente y supremamente instruida, siempre tenía un libro en la mano y cuando se sentaba a la mesa comentaba temas dogmáticos, especialmente de filosofía. Por ser su hijo menor de edad, fue su regente los primeros años del gobierno de éste. También fue exilada al convento al que me he referido.
EL VISITANTE MÁS ILUSTRE
Supe de las islas de los Príncipes al leer “El hombre que amaba los perros”, del escritor cubano Leonardo Padura, que relata la estadía de León Trotsky en la isla Büyükada, el férreo control de seguridad que le proveyó el gobierno turco, no solo contra la furia no desestimable de Stalin, sino de los propios rusos blancos que se habían refugiado en este país.
Siendo miembro principal del Politburó, apoyó a Lenin, en sus principales innovaciones hasta que el líder soviético tuvo que retirarse de la política por razones de salud. Los confabulados contra Trotsky lo acusaron de violaciones a la disciplina del partido y fue destituido de sus cargos. Su primer exilio lo pasó en Kazajistán (Asia Central) y después fue expulsado del partido y de la Unión Soviética en 1929.
Al llegar a Estambul, el líder soviético que sería asesinado posteriormente en México siguió criticando a Stalin, abogando por la democratización del partido y una apertura política en la sociedad. Mientras estuvo en el exilio, casi todos sus familiares fueron perseguidos y eliminados: su hija Zinaída Vólkova se suicidó en Berlín y su marido desapareció; su primera esposa fue enviada a un campo de concentración y murió en 1938; a su hijo Serguéi, sin actividad política, se lo detuvo acusado de envenenamiento en 1937 y murió en prisión; otro de sus hijos, Lev Sedov, murió asesinado por agentes de Stalin en una operación médica en Francia en 1938; su hermana Olga Kámeneva, esposa de Lev Kámenev acabó fusilada en 1941, mientras que sus dos hijos ya lo habían sido en 1936.
Dejó Turquía en 1933 para irse a Francia, pero solamente por seis meses, en medio de la efervescencia nazi alemana, de donde fue expulsado y pasó a Noruega y allí publicó su libro “La revolución traicionada”. El acoso que sufrió en la nación escandinava lo obligó a aceptar la acogida que le brindó el gobierno del presidente mexicano Lázaro Cárdenas en 1936.
En México vivió en la famosa “Casa Azul”, cuyos dueños eran los pintores Frida Kahlo y Diego Rivera, en Coyoacán, lugar de obligatoria visita y después se mudó cerca de allí, en la calle Viena. A pesar de la férrea seguridad que le proveyó el gobierno mexicano, y tras varios atentados, el 20 de agosto de 1940 Ramón Mercader, comunista español, puso fin a su vida con un piolet.
Es una lástima que la casa que habitó Trotsky en Büyükuda no esté restaurada y sea un lugar de visita obligatoria para los visitantes. En el pueblo hay un reloj donde la gente se reúne tradicionalmente y el turismo ha hecho su parte para hacerla atractiva con restaurantes y toda clase de ventas. Pero nada sería más interesante que se hiciera una “ruta de Trotsky” para los que amamos la historia y sus principales protagonistas.