Literatura Panamá Publicado en Día D Publicado en El Panamá América

Lo que restaba de la Trilogía Millennium

Escenas del filmLa Reina en el Palacio de las Corientes de aireTercer libroEl Domingo, 25 de octubre de 2009
Mariela Sagel
PA-DIGITAL

Después de 2231 páginas finalmente terminé la lectura de los tres libros que componen la Trilogía Millennium, esa saga fascinante que está volviendo locos a todos los lectores y desploma las góndolas (estanterías) de las librerías.

Aquí en Panamá, el primero de los libros fue presentado en la V Feria Internacional del Libro, por Gabriel Sandoval, director Editorial de Grupo Planeta de México, responsable de la edición para esta región de Latinoamérica, y por la Dra. Rosa María Britton, conocida escritora nacional. Los hombres que no amaban a las mujeres, como se llama la primera novela, lo reseñé en este suplemento a principios de agosto (antes de la feria) y de manera magistral lo hizo a fines de septiembre Mario Vargas Llosa en su columna Piedra de Toque, donde señala que “solo deplora que Stieg Larsson se muriera antes de saber la fantástica hazaña narrativa que había realizado”.

El fenómeno Larsson o el fenómeno Salander, como se llama la protagonista de esta saga, ha recorrido el mundo en todos los idiomas. Ya perdí la cuenta de a cuántas lenguas ha sido traducido y cuántos millones de euros lleva generados en regalías, mismas que le han escatimado a la compañera de toda la vida del autor. La película de la primera novela se estrenó y siguen corriendo ríos de tinta tratando de entender –y de promocionar— los libros “La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina” y “La reina en el palacio de las corrientes de aire”, que es como se llaman los dos posteriores.

No estoy segura de cuál de los tres libros me gustó más. Posiblemente el tercero. A partir del segundo, una vez resuelta la incógnita de la familia Vanger –una familia tan complicada y disfuncional que me recordó un par de núcleos locales que no se hablan entre sí y se meten zancadillas todo el tiempo— el autor se permite andar del timbo al tambo (¿o se dice del tingo al tango, como escribió Julieta de Fábrega en su libro?) por el mundo (bueno, Lisbeth en este caso)— y ahonda en el uso de marcas suecas y de tecnología sofisticada. No olvidemos que la Salander es una “hacker” y de las mejores. Y que Suecia es un país con un alto nivel de desarrollo en esa rama, cuna de Volvo, Erickson, Ikea y Skanska, entre otros, además del vodka Absolut. Las descripciones sobre la forma en que hacen uso debido e indebido de la informática y de las armas de fuego son exhaustivas y a veces tan enfáticas que preocupa saber que podemos estar en manos de cualquier escucha que apenas se parezca al grupo WASP (los hackers de Salander), especialmente después de la ley que recién pasaron en Panamá y de los “zarinos” que tienen en sus manos la seguridad del país.

Otro punto relevante es la importancia que le da Larsson a los medios de comunicación –en este caso impresos— como son los periódicos y las revistas, y la forma en que son controlados, manipulados y utilizados por los grupos de poder. Parte de las enseñanzas que extraje del ejercicio de haberme leído estos tres libracos ha sido el comprender cabalmente el imperio de los medios que, aliados a las fuerzas de seguridad y otros diablos, pueden hacer desastres. Se pueden convertir en la Corte Suprema Mediática o, como escribí recientemente, señalar culpables por titulares. Leyendo un poco sobre Suecia, aprendí que es uno de los países donde más personas leen periódicos y éstos, versus la población existente, tienen una circulación envidiable. La gran diferencia es que, por lo menos en la novela, las unidades investigativas son usadas para desenredar verdaderos entuertos y no perseguir meras tirrias y dañar reputaciones por el simple hecho de ser adversarios políticos. En los escenarios que trata Larsson, caen industriales y financieros, que tienen sus manos, sospechosamente, metidas en los medios de comunicación.

Más allá de la fascinación por la narración está el hecho que retrata a los suecos en cuerpo y alma: su liberalismo, su modernismo en aceptar todo lo avanzado y su vasta geografía. Es importante resaltar, como lo he comentado en las tertulias donde irremediablemente terminamos hablando de Larsson, la innumerable cantidad de nombres nórdicos (o escandinavos) de personajes que usa el novelista, todos impronunciables, con las diéresis que nos son ajenas, aunado a la descripción de los lugares y recorridos que hacen en los zangoloteos y pesquisas en que se ven inmersos los protagonistas. En ningún momento me sentí perdida, aunque no conozco Suecia, pero de algo sí quedé más que segura: todos duermen desnudos.

Stieg Larsson pone especial interés en los personajes femeninos: Lisbeth Salander es una inmortal de la ficción, como la definió Vargas Llosa y no me extraña que para este día de las brujas mucha gente se llene de tatuajes y piercings para emularla. Ericka Berger, la ejecutiva impecable, sensual y avasallante, es un ejemplo a seguir. Y en el tercer tomo entra en escena una sorpresiva vikinga, Mónica Figuerola, que se va a convertir en la Juana de Arco del desenlace. Hay otras figuras femeninas que merecen consideración, como Annika Gianninni y Susanne Linder, además de todas las periodistas de la revista Millennium y las investigadoras de Milton Security y del tratamiento que le da el novelista a ellas se deduce su compromiso sin claudicaciones con el sexo femenino. De allí que uno de los principales temas de esta extensa trilogía sea la condena al maltrato a la mujer y el respeto por el trabajo que hacemos.

También se resaltan, ya no a nivel de valor literario, la exaltación de los sentimientos como la amistad, la sinceridad y la solidaridad. Tal como dije en el programa de televisión al que fui invitada a conversar sobre el primer libro, Ericka es amante de Mikael, ella está casada con un pintor relativamente conocido y su marido acepta que tenga esa relación. Un amigo que vive en el extranjero, que se motivó a leer estos títulos catalogados como del género “novela negra”, me señaló algunas frases para tener en cuenta, tales como que “nadie puede evitar enamorarse… tal vez uno quiera negarlo, pero es posible que la amistad sea la forma más frecuente de amor”. Y otra: “no hay nadie inocente, sólo hay distintos grados de responsabilidad”.

Suecia también es la cuna de la Academia que otorga los Premios Nobel. No creo que Larsson hubiera podido alzarse con uno por esta trilogía, -si hubiera vivido – lo que sí estoy segura es que tal como mencionó el escritor peruano Alonso Cueto, en la presentación del primer libro en Panamá, el autor ha realizado una verdadera proeza en escribir una novela popular, y eso ha hecho que muchísimas personas hayan vuelto a la lectura como el pasatiempo o mejor, el ejercicio que más estimula al ser humano. Y como también dijo Gabriel Sandoval en esa ocasión en la feria, “tenemos entre manos una novela prodigiosamente adictiva, que no tendrá piedad del lector y lo someterá ante la imposibilidad de dejar para mañana lo que se puede leer hoy”.

La muerte de Stieg Larsson, sin haber visto publicado ni el primer tomo de lo que se ha convertido la Trilogía, debe hacernos reflexionar si no ha sido su historia, su propia historia –en la figura de Mikael Blomkvist— la que parecería haber sido ideada por algún Director de Marketing celestial empecinado en hacer aún más efectivo el fenómeno que hoy se apropia de todos los temas de conversación.