El significado de “loar”, según el DRAE es “dar por bueno algo”. Y tal parece que esa ha sido la referencia que ha tomado un medio de comunicación impreso para enaltecer, precisamente, la ignorancia de una representante de belleza, a fin de promover el conocimiento y la cultura general.
Me refiero a la campaña de mercadeo del Atlas Mundial Ilustrado , que saca provecho de la burla que fuimos a nivel mundial y el repudio de la mayoría de los panameños, ante la pregunta que se le hizo a una aspirante a “Miss” sobre el filósofo chino Confucio. Nadie esperaba que supiera con pelos y señales sus teorías o su fecha de nacimiento, pero por lo menos que no lo asociara con la confusión que ella misma tiene en su tristemente célebre bagaje. Al tomarla como ejemplo o estrella de la promoción de uno de los productos que en teoría van a elevar el nivel cultural de la población, el mensaje que se envía es que la ignorancia paga, es un buen negocio.
Pobre y deplorable señalamiento y más aún, decisión, para hacer una campaña. Hay tantos estudiantes en nuestro país que se esfuerzan por competir en los certámenes de oratoria, por destacarse en las olimpiadas o juegos florales de su escuela o corregimiento, o simplemente, están pendientes de las fuentes de conocimiento que cada día llegan a más personas gracias a la dinámica de los medios de comunicación, que recaer todo el peso de la iconografía en un lastre que nos hizo pasar pena dentro y fuera lo considero una forma de burlarse de la inteligencia de los panameños.
Más aún lo es que sea precisamente en la figura de la mujer panameña en quien recaiga todo el peso de la burla y recreo a tan deleznable papel. Eso deja muy mal parada a la educación en Panamá y, como escribió mi amiga Berna Calvit en un mensaje al defensor del lector, “es cosa sabida, pero nunca ha sido motivo de chiste, sino de pesar”.
Pero ya nada nos debe sorprender en este país surrealista, con medios surrealistas que, no solamente Gabo, sino André Breton, el llamado padre de esa corriente, hubieran quedado espantados de haber llegado a Panamá antes que el primero reseñara a Macondo y el segundo visitara México. Es precisamente ese medio impreso el que se ufana de decir la verdad y señalar inclusive, lo que ni le corresponde, porque no es una figura jurídica, pero se erige en fiscalizadora. Se saca de la manga cualquier fundación, aunque sea para enseñar a jugar jacks, pero no promueve elevar la capacidad intelectual y la dedicación al estudio, dándole valor a la ignorancia y la chabacanería. Lo que dicen hacer con las manos lo deshacen con los pies. Ya no solo en la televisión se tiene uno que aguantar el señalado canon de comportamiento que “sin tetas no hay periodismo” , sino que en la radio, que hoy celebra su día, prevalecen los gritos, las malas palabras y todo lo que degrada el nivel cultural de nuestra juventud.
Los que tenemos plena conciencia que elevando nuestro discurso damos ejemplo y hacemos una contribución al escribir bien, hablar bien y comportarnos aún mejor, debemos rechazar este mercadeo indiscriminado de la ignorancia y enseñar con el ejemplo, pero también, señalar lo repudiable y condenable que se mira a diario en los medios y que pretende hacernos comprar la idea de que se está promoviendo la incultura como responsabilidad ciudadana.