LOS OCHENTA AÑOS DEL GUERNICA
Por Mariela Sagel, Facetas, 16 de julio de 2017
Durante el presente año, y concretamente en el mes de abril, se cumplieron 80 años de la creación del cuadro-mural del artista malagueña Pablo Picasso y también 25 años desde que fuera trasladado al Museo Reina Sofia, que ha organizado una magistral exposición titulada “Piedad y terror en Picasso. El camino a Guernica” con alrededor de 170 obras que han sido prestadas por el fondo del pintor así como de otras procedentes de diferentes instituciones. El aspecto más destacado de esta muestra es la visión sobre las condiciones que hicieron posible este cuadro en virtud de las obras que realizó Picasso en la década anterior.
Este famoso cuadro, que recoge un momento político histórico cuando el pueblo vasco Guernica fue bombardeado por las fuerzas aéreas alemana e italiana, en plena Guerra Civil Española, le había sido encargado al pintor para ser expuesto en la Exposición Internacional de París que se llevaba a cabo durante ese año, 1937. Picasso había empezado a hacer bocetos desde los meses de enero y febrero, lo que se demuestra en algunos aguafuertes y dibujos que ilustran la muestra. El pintor atravesaba una situación personal complicada, ya que mantenía relaciones amorosas con tres mujeres a la vez: su esposa de ese entonces, Olga; su antigua amante, Marie-Thérèse, madre de su hija Maya, y su amante más reciente, Dora Maar. La niña apenas tenía unos meses de nacida, de allí la referencia a la lactancia, sé que aprecia a lo largo de los bocetos. El encargo lo había recibido el artista en enero y se le presentaba un problema de infraestructura, ya que el lienzo tenía dimensiones de 11 x 4 metros, asunto que fue solucionado por Dora Maar, que le consiguió un estudio donde pudo trabajar, y que por coincidencia era donde Honoré de Balzac había situado una escena de una de sus obras. Su crisis personal lo tenía un poco trabado en la realización del encargo, y el detonante de llevarlo a la realidad con ese tono fue la noticia del bombardeo al pueblo vasco. De allí todo fluyó, Picasso se replanteó el mensaje que quería transmitir en su arte visual y desde su exhibición el cuadro se convirtió en motivo de discusión política en todo el mundo.
LOS AÑOS PREVIOS
Sendos críticos de arte han dedicado bien sustentadas opiniones sobre la obra de Picasso. Según Michel Leiris la pintura de Picasso en los años 30’s era de un contundente realismo cuya insistencia en la materialidad y en la rareza de la existencia corporal genera figuras monstruosas que nos permiten “adentrarnos más humanamente en la naturaleza, volvernos más concretos, más vivos”. La búsqueda de una comprensión de lo bello y lo monstruoso como algo inseparable y la amenaza y la atracción entendidas como dos caras de una única entidad definen la pintura del malagueño antes del Guernica. Herbert Read, otro conocido crítico de arte lo describió como una alegoría no sólo de España, sino de Europa y de la modernidad.
Pablo Picasso se había identificado con el cubismo con sus cuadros previos a éste, que es su obra más aclamada -aunque los estalinistas le reprochaban al pintor el pesimismo de un cuadro que no se adscribía al arte popular y otros sectores de izquierda denunciaban los tintes desmoralizantes, apelando a una complejidad que la crítica propagandística estaba muy lejos de poder comprender-.
El artista vivía en París, pero era un decidido anti fascista y opuesto al régimen de Franco. En la década de los 40’s se opuso a que el cuadro se exhibiera en España y su primer destino fue el Museo de Arte Moderno de Nueva York. También fue mi primer encuentro con esta obra que te quita el aliento cuando la contemplas, por la fuerza y la denuncia que lleva implícita. En 1981 el cuadro fue llevado a España para que se exhibiera en el Casón del Buen Retiro (uno de los edificios que están adscritos al Museo del Prado) y desde 1992 se exhibe permanentemente en el Museo Reina Sofia.
Cuando le fue encomendado el cuadro Picasso tenía otro concepto, incluso hay un dibujo en que aparece el pintor sentado en un sofá, una especie de recreación de su estudio, contemplando la maternidad. Cuando supo del bombardeo, el artista recibió la fuerza e inspiración para incluir objetos y personajes, fue eliminando otros, replanteándolo como un grito desesperado, en donde se advierte que la reproducción humana queda expuesta a una amenaza mortal.
No constan documentos que sustenten por qué Picasso abandonó su primer concepto, pero quedan los bocetos que se muestran junto a otros en la exposición de lo que inicialmente iba a ser este cuadro mural.
UNA DENUNCIA PERMANENTE
Picasso era un pintor ya famoso que apoyaba a la Segunda República y se oponía a Franco, que la había derrocado el año anterior del encargo. Si hubiera seguido adelante con la idea original, de representar su estudio, se hubiera entendido como una evasión a la realidad que vivía su país. El detonante para la inspiración y el trabajo desenfrenado que emprendió a partir de conocer del bombardeo de la histórica villa vasca muestran la angustia y el terror de una guerra que apenas empezaba.
Se ha escrito mucho sobre esta obra y se han hecho todos los análisis posibles de su monumentalidad. Lo que no se ha analizado es cómo encajan en la obra definitiva las bombas, el sufrimiento y las mujeres. Se cree que las fotos que se mostraron de mujeres abatidas, junto a sus hijos, por el bombardeo, fueron fulminantes para su concepción plástica final.
Siempre se piensa en el Guernica como un cuadro anti bélico, pero se le ha escatimado a su creador la terrible distinción de haber reconocido y representado plenamente el horror salvaje de la bomba, su atroz amenaza a la vida.
Los elementos del proceso de su concepción son expuestos en el magnífico catálogo de la exposición que se puede visitar en el Museo Reina Sofia hasta el mes de septiembre en Madrid, España. Entre los protagonistas de la obra mural están el toro, que sobresale, una madre con un hijo muerto, una paloma, un guerrero muerto, una bombilla (quizás representando las bombas que cayeron ese 26 de abril) el caballo que también sobresale, mujer arrodillada. La mujer con el quinqué, la casa en llamas, el hombre implorando, la flecha oblicua y otra mujer con los brazos al cielo.
Para el gran gurú del surrealismo, André Bretón, la función del artista es revelar a la conciencia colectiva lo que debe ser y lo que será, y su obra solo valdrá si la atraviesan los “reflejos temblorosos del futuro”. Las criaturas de Picasso rebozan una monstruosidad bestial, que arrastran con su ruina el cuerpo clásico de la pintura tradicional. De allí que el concepto, modelo y valor, al ser representados de manera diferente al realismo, nos permita hurgar en el sentido de su alineación plástica.
En las magníficas notas que se reproducen a lo largo del recorrido de esta importante exposición, me llamó la atención que el pintor dijera que no pintaba paisajes porque no encontraba en la naturaleza nada que le llamara la atención. Persisten las figuras femeninas, algunas veces tratadas con erotismo y otras con verdadera aflicción, lo que nos lleva a comprender el exorcismo que muchas veces practicó al artista.
El Guernica de Pablo Picasso ha sido capaz de trascender un momento histórico concreto al que uno se oremite para convertirse en el gran icono del siglo XX.