En el caso de reformas que se emprendieron, se logró la Ley Orgánica de Educación, consensuada por todos, y un plan decenal con su reforma curricular validada por 110 centros escolares, que el gobierno de Mireya Moscoso no quiso continuar.
También se hicieron otras reformas, en temas tan sensitivos como la económica y la laboral, y la urgente reforma agropecuaria. Bajo un equipo privilegiado de investigadores se iniciaron los diagnósticos sectoriales, que comprendían las metas de proyectos, programas y planes nacionales de desarrollo para dirigir las gestiones estatales concatenadas, de manera que lográramos una verdadera independencia energética, autonomía territorial y sobre todo, seguridad, temas que ahora son totalmente desatendidos. Si bien el planeamiento es necesario para lograr llegar a un fin, la ejecución es importante pues sin ella no se obtiene ese fin. Es así como todo el crecimiento del que hoy gozamos solamente ha podido obtenerse gracias a la visión de país que se tuvo durante los 40 años que según dice la publicidad estatal ‘no se hizo nada’. Incluso el tan cacareado Tratado de Promoción Comercial se inició —y casi se firma— en los primeros años de este milenio.
Además de las oportunidades de estudio que se abrieron para los menos favorecidos se creó la Universidad Tecnológica y sus sedes regionales, lo que brindó una magnífica capacitación para los ingenieros y otras disciplinas relacionadas.
Además de la hidroeléctrica de Bayano, comentada en la entrega pasada, se construyeron las hidroeléctricas Fortuna y Estrella-Los Valles, el Centro de Convenciones Atlapa y los ingenios azucareros La Victoria (de la cual ahora, gracias a los gobiernos que según el presidente no hicieron nada, él es uno de los dueños) y Alanje. Se distribuyeron miles y miles de hectáreas a pequeños productores, otorgándoles títulos de propiedad de manera que esa tierra no quedara entre unos pocos como se ha querido hacer ahora. Dos obras a las que se no les puede entrar a mazazos son el Puente Centenario y la Cinta Costera, a la que ahora le están haciendo una tercera fase haciendo peligrar nuestra riqueza patrimonial histórica.
En materia de viviendas, se construyeron las barriadas Roberto Durán y Torrijos-Carter, entre otros proyectos que dignificaban las viviendas para los más desposeídos. Se inició el proyecto Curundú desde lo más importante, el factor humano, antes que Odebrecht y demás confabulados metieran sus palas y sus manos allí.
En los 40 años anteriores, se crea el XIII mes, para que los trabajadores recibieran algo de las riquezas que se estaban generando y que hoy le permite a Ricardo Martinelli vender más en sus supermercados.
Muchas otras cosas se han hecho, por ejemplo se iniciaron los trabajos de la ampliación del Canal de Panamá, de la autopista Panamá Colón y se planificó y construyó una parte de una estructurada red vial que conecta a todo el interior del país con la capital.
Tal como me dijo Ana Elena Porras ‘Para poder decir que no se hizo nada, en 40 años, es preciso implementar las políticas del olvido, eliminando cursos de historia, destruyendo nuestros sitios históricos y arqueológicos, desmantelando nuestra identidad nacional. Porque para la demagogia no hay peor enemigo que la historia y la libertad de los pueblos’.