Por Mariela Sagel, en El Siglo, 26 de abril de 2021.
Los primeros días del mes de marzo del año pasado fuimos sorprendidos por la noticia de que un virus estaba recorriendo el mundo, pero a diferencia del proclamado fantasma del manifiesto comunista, éste mataba, y de qué forma. Casi todos los sistemas de salud del mundo se rindieron a sus pies porque no estaban preparados para semejante arremetida. Los países con avances sanitarios fueron más exitosos en combatirlo, más no así los que, como nosotros, que veníamos con dos lustros de invertir en infraestructuras de carreteras y metros, teníamos instituciones débiles, además de una educación ciudadana deficiente.
Fue muy difícil acostumbrarnos a cambiar nuestros hábitos, salir cuando se nos era permitido, usar mascarilla, no reunirnos con amigos y parientes. El virus nos cambió la vida totalmente. En el camino se nos fueron amigos, familiares, figuras icónicas del arte, la música, la literatura, en fin, el recuento es desolador. Muchos no pudieron ni enterrar a sus muertos ni mucho menos estar en las honras fúnebres.
Aprendimos nuevos comportamientos, como distanciamiento social y nueva normalidad, y se apoderaron de las redes palabras incoherentes como “sanitizar”, “aperturar” y otras que no solo repite la población sino las mismas autoridades, sin ton ni son.
Dejamos de viajar y cuando pudimos hacerlo, acostumbrarnos a cómo se viaja ahora ha sido toda una lección: con pantallas, mascarilla, pañitos desinfectantes, etc. Nuestras casas tienen ahora un recipiente en los que uno recoge unos plásticos que se pone sobre los zapatos y los desecha cuando se va la visita. Nuestras manos están arrugadas de tanto alcohol y lavado con jabón.
Algo bueno saldrá de todo esto. Debemos ser ciudadanos más disciplinados, más conscientes, menos derrochadores, más solidarios. Se ha probado que en los países en que se han respetado las reglas sanitarias los contagios han sido menores. No se trata de que uno u otro tenga más o menos contagios, sino de que se hagan más pruebas y de que haya menos muertos. Y gracias a Dios, ya tenemos vacuna, los que nos da esperanza de que pronto volveremos a una nueva realidad.