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MI AMIGO SKÁRMETA

Por Mariela Sagel, 22 de octubre de 2024

     El pasado 15 de octubre falleció en Santiago, Chile, mi amigo y cómplice Esteban Antonio Skármeta, al que le profesaba verdadera devoción y con el que me unían muchos vínculos, tanto sublimes como terrenales.  Era uno de los más importantes escritores chilenos y, a pesar de haber visitado el país en varias ocasiones y de ser miembro de la Academia Chilena de la Lengua, ninguno de sus colegas panameños, ni académicos ni de oficio se han hecho eco de tan lamentable pérdida.

     De Antonio Skármeta tengo varias anécdotas, tanto de sus viajes a Panamá como en Guadalajara, durante la FIL, y de cuando lo visité en Santiago de Chile, –acababa de recibir el Premio Nacional de Literatura–, en 2014.  Lo conocí en 2005 (ya me había leído algunos de sus libros) que vino a Panamá en ocasión de la Feria del Libro, ya que siendo Chile el país invitado, el presidente Ricardo Lagos viajó, como correspondía a un evento de esa envergadura, en compañía de varios escritores y ha sido la única vez en la historia de la FIL de Panamá que la inauguración revistió la solemnidad que debe tener.  Por casualidades de la vida, se me solicitó que lo atendiera y yo no podía estar más feliz, porque además de un tipo brillante, era muy divertido.

     De esa feria salimos los dos como responsables de una boda (casi como su obra “La velocidad del amor”) pues fuimos cómplices de que Juan David Morgan conociera a su hoy esposa, Ana Elena Ungo, y se casaron ese mismo año.  Juan David había enviudado hacía cuatro años y era el soltero más cotizado de la plaza.  Yo le había pedido que me ayudara a atender al poeta y, un poco reticente, accedió, –parece que tenía otro compromiso— y esa noche, en la recepción en la que estábamos, conoció a Ana Elena.  Por siempre seremos los que apadrinamos su romance.

     Durante esos días mi hija, que ya estaba estudiando en Canadá, tenía días de no saber de mí –no había todavía la comunicación instantánea de los chats— y cuando le conté que estaba ocupada atendiendo a Antonio Skármeta me dijo, impresionada, que si era en serio, que si era el mismo que escribió “El baile de la victoria” (Premio Planeta 2003).  No se lo podía creer.

     Seguimos nuestra amistad por correo y no faltó una semana en que le mandara mis artículos, tanto de opinión como de cultura, en que no me los comentara, y estaba pendiente hasta del desaguisado que existe con los maleteros de Tocumen.  Siempre bromeaba de que yo iba a ser presidenta, y que él sería mi ministro de cultura.  Y se lo repetía a sus amigos.

     Tal como señaló Juan Villoro en un hermoso texto que leí gracias a que Norita, su esposa alemana, –con la que siempre me he mantenido en contacto desde que nos conocimos en 2014 y a través de ella supe todo el desarrollo de su enfermedad, lo puso en Facebook, — su gran pasión era la hípica y sus viajes a Panamá no estuvieron alejados de ver las carreras de caballos, no para apostar sino por pura fascinación deportiva. Hasta al Hipódromo Presidente Remón lo llevé. Villoro también señala su fanatismo por el fútbol, algo que tenían en común, y producto de ello es la famosa novela “Soñé que la nieve ardía” publicada en 1975, que trata el golpe de estado de Chile desde la óptica de un delantero.

     Fue un hombre del renacimiento, con talento para la música, para el teatro, para la literatura, para la enseñanza y, sobre todo, para la amistad.  En una ocasión, cuando el escritor chileno Carlos Franz ganó el premio de la Bienal Vargas Llosa, yo le escribí (sin conocerlo) para entrevistarlo y reseñar su novela en mi página cultural.  Franz, sabiendo que Skármeta tenía buenos amigos en Panamá, le preguntó si me conocía.  Le repitió el mismo pregón que me decía siempre sobre mi supuesto futuro político.

     Skármeta es mundialmente conocido por sus novelas, algunas llevadas al cine, sobre todo “Ardiente Paciencia”, 1985, que, tras el éxito de la película, se reeditó como “El cartero de Neruda”.  Pero también por su programa “El show de los libros” que, desde 1992 transmitió entrevistas durante 10 años y presentaba distintos temas literarios o libros, dependiendo de la temporada, siempre de una forma lúdica y usando varios recursos, como visitas a los escritores, críticos y cercanos al autor del libro, además de representaciones teatrales. Fue en uno de esos programas que conoció a Joaquín Sabina, el cantautor español del que soy hincha.  Conocedor de mi fanatismo por Sabina me avisó que iba a cantar a Santiago en septiembre de 2014 y que lo había invitado al concierto y departir con él tras el escenario.  Ni corta ni perezosa viajé a la capital chilena y, junto con Norita y una amiga de ellos, asistimos al espectáculo.  Acababa de ganar el Premio Nacional de Literatura, por lo que la gente se le tiraba encima saludándolo cuando nos acercábamos al sitio donde se presentaba.  Gracias a esa gestión, yo pude traer a Sabina a cantar a Panamá al año siguiente, la única vez que se ha presentado en nuestro país.  El cantante le dedicó una canción durante el concierto, que fue ovacionada por los miles de asistentes. 

     Antonio Skármeta y Joaquín Sabina se conocieron cuando fue a entrevistarlo para su show, y encontró en la amplia biblioteca del cantante, en su piso de Madrid, todos y cada uno de sus libros, porque el flaco de Úbeda es un consumado lector.

     En una ocasión anterior, y con motivo de su participación en un VI Congreso de la Lengua Española que se llevó a cabo en Panamá en 2013, le pedí que impartiera una conferencia sobre adaptaciones de guiones al cine, a fin de que nos contara la experiencia que había tenido con sus novelas, que han sido llevadas a la gran pantalla (“Ardiente Paciencia” con él mismo como director y guionista, que ha recibido varios premios.  “El baile de la victoria” la produjo Fernando Trueba en 2009 y su pieza, “El plebiscito”, de 1998 fue el punto de partida para la película “NO”, en 2012, de Pedro Larraín) que han tenido mucha acogida.  Me interesaba, sobre todo, que se hablara sobre ésta última, que relata la campaña del NO en el plebiscito de 1988 que marcó el principio del fin de la dictadura de Pinochet y cuenta con un reparto encabezado por Gael García Bernal, entre otros. En enero de 2013, se convirtió en la primera cinta chilena candidata al Óscar a la mejor película extranjera y la Televisión Nacional de Chile exhibió en enero de 2014 una serie en cuatro capítulos, «una suerte de versión extendida de la película».

     Sus dos últimas novelas, fueron “Un padre de película” y “Los días del Arco Iris”, ésta última una bella historia real de ilusión y esperanza en tiempos difíciles, que me dedicó cariñosamente en la Feria de Guadalajara el año en que se publicó, 2011.  En 2019 se publicó una recopilación de sus mejores cuentos, que seleccionó y prologó Juan Villoro con el nombre “Los nombres de las cosas que allí había”. Y hace un año se editó esa compilación traducida al inglés, como “The Names of the Things That Were There’, y Norita tuvo el delicado gesto de enviármelo a Türkiye.  Sorprendentemente, llegó dedicado por el maestro, lo que me emocionó muchísimo.

     Apenas dos años después de haberlo visitado en Chile, sufrió un cáncer de estómago que no solo le hizo bajar considerablemente de peso, sino que dio paso a un feroz Alzheimer.  Gracias a Norita supe que logró visitar a sus dos hijos –de un primer matrimonio– en Alemania, donde al principio de la dictadura de Pinochet se asiló por 16 años y después fue embajador. Con Norita tuvo a Fabián.  Sus años de autoexilio en Berlín le brindaron el escenario para la producción de su obra más famosa.

     Antonio Skármeta no solo se destacó como escritor, productor y teatrista, sino que recibió muchos reconocimientos académicos y premios literarios. Fue docente en prestigiosas universidades, como la Universidad de Chile, la Universidad Washington en San Luis (Missouri) y en Colorado College.  Estudió en 1964 en la Universidad de Columbia, Nueva York, mediante una beca Fullbright un posgrado (su tesis versó sobre la narrativa de Julio Cortázar). La estancia de dos años en Estados Unidos fue muy fructífera ya que lo vinculó a la escena teatral, fílmica y musical de Manhattan.

     Norita es una consumada artista, escultora, y fiel cuidadora de su marido, hasta sus últimos días, alemana de ascendencia polaca.  El presidente de Chile, Gabriel Boric, emitió una sentida opinión por su deceso, en estas palabras: “Gracias, maestro por la vida vivida. Por los cuentos, las novelas y el teatro. Por el compromiso político. Por El Show de los Libros que amplió las fronteras de la literatura. Por soñar que la nieve ardía en el Chile que te dolió tanto”.  Lo mismo han hecho destacados intelectuales del mundo que, en justicia, lo señalan como uno de los escritores más influyentes de la literatura latinoamericana. El Senado Chileno guardó un minuto de silencio en su memoria.

El escritor Antonio Skármeta en su conferencia en Panamá, en 2013

     Descansa en paz querido Antonio, vivirás siempre en tus libros, tus pelis, tus discos y los recuerdos de quienes tanto te admiramos y quisimos.

**Aclaro que no tengo ninguna intención de ser presidenta de Panamá.

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