3 de abril de 2022.
Nos hemos acostumbrado a los libros de madres que pierden a sus hijos y que, desde el fondo de su corazón, lamentan las circunstancias en que se dio su muerte. También se han publicado otros de madres cuyos hijos nacieron con capacidades especiales y a través de sus páginas tratan de ayudar a otras madres que están en las mismas circunstancias, para hacer de su breve paso por esta vida una de calidad y aceptación de toda la familia.
Sin embargo, no recuerdo haber leído un libro tan profundo ni tan abierto como el que acaba de publicar Anamari Eskildsen, cuya madre, Lolita Alfaro, fue brutalmente asesinada hace 24 años, por un individuo de nacionalidad costarricense, de profesión stripper, que tenía decenas de denuncias de violaciones y otras aberraciones y que citó a la bella Lolita en una casa con la supuesta excusa de que la iba a alquilar. Recuerdo como si fuera hoy esa tragedia, no solo por la brutalidad con que fue ejecutada sino porque conocía a Lolita, su familia, su hijo era compañero de mi hija en la escuela y otras muchas conexiones que me impactaron. Ani, como se llama su única hija, y la más pequeña, tenía apenas 13 años.
El libro fue presentado recientemente y su nombre es Mía, tuya, suya y es un libro comprehensivo de lo que ha sido su vida sin su madre y cómo llegó a entender muchas de las cosas que por años se negó a aceptar, otras que simplemente bloqueó, y al final logró sanar tanto dolor y dudas que no la dejaban vivir en paz.
La primera parte me parece muy bien lograda, porque no es un relato lineal, sino que intercala episodios de lo que fueron esos devastadores días con recuerdos de su infancia feliz junto a sus padres y hermanos, y a cada uno le dedica un capítulo porque siendo la menor, y la única mujer, tenía quisquillosas rencillas con ellos, que al final logró superar y hoy llevarse bien. Si bien la tragedia los unió, también fue la argamasa que consolidó la familia que se vio amenazada por diferencias de todo tipo.
Ani no se anda con paños tibios a la hora de contar, ni con sutilezas. Muestra la vida como es, con todas sus contradicciones y sus bellezas, y desvela de manera muy abierta el proceso de sanación que ella tuvo que atravesar para hoy ser una profesional completa, con una familia propia (esposo e hijos) y con una perspectiva de futuro más que alentadora.
La autora
De una contagiosa alegría, ya que he hablado con ella un par de veces a raíz de leer su libro, en fotos es idéntica a su madre. Entusiasta, escribe muy bien porque es lectora furibunda, desde pequeña, al igual que sus hermanos. Nos toma de la mano en su camino de sanación, y resalta todas las manos que se le tendieron cuando ella decidió investigar sobre la muerte de su madre, en forma seria para el libro, llevándonos a comprender que la vida es un viaje de autoconocimiento. Ani Eskildsen se enfrentó a los expedientes del violento asesinato, los revisó, lloró sobre las descripciones de cómo encontraron el cuerpo de Lolita y, en su proceso de sanación, se le fueron abriendo las puertas de la transformación que experimentó, del crecimiento que significó enfrentar ese hecho que la marcó para toda la vida.
Gracias a su acuciosidad, y disciplina profesional, fue deshilachando toda la madeja que rodeó la muerte y posterior juicio condenatorio del infame asesino, que se fugó posteriormente de la cárcel, de la forma en que el Gobierno nacional puso todo el empeño en encontrar a ese individuo y la autopsia que reveló que el sujeto en mención no la violó, como se comentó mucho en torno a esa extraña muerte, pero sí se ensañó con ella en golpearla y, sin ninguna razón, porque la señora Alfaro estaba haciendo un trabajo de corredora de bienes raíces, y este sujeto quién sabe qué intenciones tenía, pero de que la mató brutalmente, no queda duda, como tampoco queda duda de que la señora Alfaro se defendió como pudo. La conclusión es que es un psicópata.
Ani nos narra lo que fue su vida a partir de ese 13 de octubre, las horas que pasaron hasta que encontraron el cuerpo, las personas que pasaron años antes de que supiera que habían sido actores directos en la identificación del cadáver, como una vecina, desde cuya casa su madre recogió las llaves para mostrar la que supuestamente el asesino quería alquilar. Resaltan las coincidencias que hay entre uno y otro, porque fue a través de ellas que la autora pudo estructurar su libro.
También nos narra lo que fue su vida a partir de la muerte de su querida mamá, en el comienzo de su adolescencia, el protagonismo de sus tías, con las que se fue a vivir, el rechazo que sintió cuando su padre decidió rehacer su vida con otra mujer y los encontronazos que tuvo con ella, para que sea hoy un gran apoyo en todo lo que emprende y en lo que siente, superadas y entendidas las personalidades de ambas. Su búsqueda incesante de encontrarse a sí misma, que la llevó a la India y otros países, sus amigas que la ayudaron en muchos aspectos y, sobre todo, las psicólogas que la guiaron en el proceso de sanación, entre ellas su tía Mayté y la conocida profesional Marina Peña, costarricense (qué casualidad que el asesino también es de ese país).
El libro puede ser una gran ayuda para aquellos que han pasado por situaciones similares, o simplemente quieren conocer tan desgarradora historia contada con energía positiva, por el gran amor que se tenían madre e hija y que fue destruido de cuajo por un asesino en serie. Tal como El orgullo que seremos del escritor colombiano Héctor Abad Faciolince, llevada a una película, la interiorización de su tragedia sirve como una guía para superar hechos traumáticos.
Yo le recomendaría que lo sometiera a una editorial internacional, para que pudiera trascender, que sea leído en muchos países, para que sea una guía del proceso de sanar una pérdida en condiciones tan dolorosas, que estoy segura pasa en muchos países, pero que en Panamá fue de gran impacto porque no tenía razón de ser, fue un espanto y la familia tuvo que pasar por tantas pruebas que cualquiera se derrumba y, sin embargo, están unidos y destacando en sus profesiones, ya curadas las heridas del golpe tan fuerte que sufrieron. Para uno, que los conoce, es fácil saber quién es quién, pero para otros se queda perdido por lo que una edición cuidadosa de los personajes ayudaría a que su mensaje de sanación trascienda.
En su blog dice: Ani Eskildsen se especializa en contagiar su hambre de vivir y devolver las riendas de su felicidad, a los participantes de sus talleres, campamentos y procesos de coaching. Para ello también tiene un podcast, Con Intención, donde comparte su camino en la transformación que le ofrece la maternidad, y entrevista a personas maravillosas que la inspiran en su camino de vivir en soberanía y evolución permanente.
Y Marina Peña, su gran apoyo en todo el proceso que tuvo que atravesar para llegar a ser la mujer que es, dice “A través de una forma exquisita de escritura que cautiva la atención, este libro te tomará de la mano haciéndote parte de la historia, para vivir los momentos más traumáticos de su autora de una forma sencilla, pero profunda. Lo que le da valor al relato es la voz de quien se hizo protagonista de su propia historia y no permitió convertirse en víctima de la violencia, sino en testigo de la fortaleza interior que vive dentro de cada ser humano, percibido desde la vulnerabilidad”.