Publicado en La Estrella de Panamá Vida y cultura

Miramare

Publicado en La Estrella de Panamá, el 4 de septiembre de 2022.

La mansión que construyera Maximiliano de Habsburgo en la costa de Trieste era un sitio ideal para conectarse a la naturaleza. En su diseño estuvieron involucrados el ingeniero Carl Junker y los diseñadores de interiores Franz y Julius Hofmann.

Vista al mar desde el palacio. Cedida.

En el fondo del golfo de Trieste, la bahía de Grignano está rodeada, por un lado, de un promontorio que se extiende hacia el norte, y ese fue el lugar donde el archiduque Maximiliano de Habsburgo se refugió en su bote, Bora, en un día de tormenta y vientos fuertes. Impresionado por la belleza y al mismo tiempo agreste naturaleza, decidió comprar la propiedad y hacer realidad su sueño de tener una mansión rodeada de verdor y esplendorosos jardines. Lo llamó “Miramar”, es español, aunque él mismo a veces usaba la expresión italiana Miramare, que se usa hasta ahora.

Lo que hoy día es propiedad del gobierno italiano es una parte distintiva de la costa de Trieste, cuyo concepto y diseño fue producto de la mente artística y romántica del archiduque, que supervisó hasta el último detalle de su construcción. Como resultado, el portento que hoy se puede visitar como una atracción turística refleja el carácter y la pasión del que llegó a ser emperador de México por apenas tres años. Una panorámica de sus múltiples intereses culturales. Conocer Miramare es conocer a Maximiliano, y a través de él, las corrientes arquitectónicas de mediados del siglo XIX europeo.

Desde joven, Maximiliano había mostrado un marcado interés en las artes y en la observación de la naturaleza. Siendo muy joven obtuvo autorización para construirse una pequeña cabaña en los alrededores del palacio de Schönbrunn, la residencia de los Habsburgo en las afueras de Viena. Le nombró “Maxing” y estaba inspirada en la típica casa suiza de ese entonces, era un sitio rústico donde refugiarse y dedicarse a la jardinería, una afición que compartían los Habsburgo. Siendo real almirante de la Marina Austriaca, se estableció en Villa Lazzarovich, en las faldas del monte San Vito y la remodeló completamente, siguiendo los estilos de moda, que incluía el diseño de una sala morisca (en recuerdo de su viaje trasatlántico en 1850, cuando visitó al Pashá Halil, en Turquía) así como un salón flamenco. Esa experiencia fue el aliciente del monarca para emprender la tarea de un proyecto que tuvo siempre muy cerca de su corazón. En su diseño estuvieron involucrados el ingeniero Carl Junker y los diseñadores de interiores Franz y Julius Hofmann.

El futuro emperador veía Miramare como el sitio ideal para conectarse a la naturaleza, que era una parte fundamental de su romántico carácter. No es mera coincidencia que el lugar estuviera apartado del centro urbano, aunque fuera visible desde lejos. La residencia no era precisamente una ostentación de poder, por el contrario, buscaba ser estrictamente privada, diseñada para satisfacer los gustos e intereses personales del archiduque. En el siglo XIX muchos monarcas y nobles se mandaron a construir castillos y palacios con jardines, a la orilla de ríos y lagos. Maximiliano solo cambió estas referencias —típicas de los Alpes— por las costas del sur, logrando una amalgama de perfumes del Mediterráneo y las formas austeras europeas.

Ricos decorados en los aposentos de Carlota. Cedida

Maximiliano y Carlota

El archiduque Maximiliano de Habsburgo era hermano del emperador austriaco, Francisco José y tuvo un triste final cuando se dejó convencer de reinar como emperador en el remoto país de América, México, de 1864 a 1867, cuando fue fusilado por las huestes de Benito Juárez. En su castillo de Miramare se ve reflejada su fuerte personalidad, su interés en la naturaleza y las artes. Allí vivió, junto a su mujer, Carlota de Bélgica, los mejores años, los más felices, entretejiendo una fábula con otra, que se veía reflejada en el jardín, donde sueños y realidades, leyenda e historia, reflejaban la mítica historia del “rubio emperador y su bellísima esposa”.

Al que apodaron Maxi nació en Schönbrunn en 1932 como Fernando Maximiliano, hijo del archiduque Franz-Joseph y su esposa Sofía de Wittlesbach. Era menor que su hermano Francisco José, que se convirtió en emperador en 1848 con apenas 18 años. Tenían otro hermano, Carlo-Ludovic y los tres recibieron una esmerada educación, que fue revelando su personalidad entusiasta y llena de imaginación. Una de sus mayores influencias fue el viaje que hizo en 1850, durante el cual visitó Grecia, Turquía y la costa dálmata, junto a su hermano pequeño. Fue de gran impacto encontrarse en los lugares que había conocido a través de leyendas y dibujos en libros. Esa jornada la recogió en My first journey (“Mi primer viaje”), una especie de diario de viaje que describía en detalle los lugares que visitaba. Los acompañó en esta travesía el pintor Johann Nepomuk Geiger, cuyas pinturas de Maximiliano en Esmirna pueden apreciarse en el museo Miramare.

Jardines de Miramare. Cedida

Lo más importante que dejó este viaje fue el impacto que le causó la costa de Trieste y la vida marítima, lo que le entusiasmó definitivamente. Seleccionó Trieste como el lugar para establecer su residencia principal. En 1851 y 1852 Maximiliano se embarcó en viajes por las costas de Italia, España y Portugal, consignando sus experiencias en su diario, en el que recogía imágenes para el futuro diseño de su hogar.

En 1854, su hermano lo nombró Almirante Real de la flota austríaca. Al año siguiente y el posterior Maximiliano empezó a esbozar la idea de construirse su castillo en el promontorio donde hoy está y contrató al arquitecto Junker.

En 1856 el archiduque escribió su primera carta a Carlota, la hija del rey Leopoldo I de Bélgica y Louise de Orleans, en diciembre del mismo año se comprometió con ella, considerada la princesa más hermosa de Europa. Al año siguiente su hermano lo designó Gobernador de la región de Lombardía-Veneto, con poderes civiles y también se casó y estableció su residencia en Milán, desde donde supervisaba la construcción de su palacio en Trieste.

Después de ciertas desavenencias sobre asuntos políticos, Francisco José decidió reemplazarlo en su puesto por el conde Franz Gyulai, que era además comandante de las tropas austríacas que estaban allí estacionadas. Maximiliano y Carlota decidieron retirarse a Miramare. En el otoño de 1859 la pareja partió en un crucero por el Océano Atlántico, haciendo una escala en Madeira, y dirigiéndose a Brasil para recoger ciertas especies de la planta Aroideae. A fines de año se mudaron definitivamente al castillo. Pero su ansiado retiro en la tranquilidad de su maravilloso entorno se vio interrumpida por la visita de un emigrante mexicano pro-monárquico, Gutiérrez de Estrada, con la propuesta de que la pareja aceptara ser coronada como emperadores de un imperio que no existía.

Retrato de Maximiliano. Cedida

De aceptar la propuesta, Maximiliano restauraría la preeminencia de la Casa de Habsburgo al nivel de la que ostentaba en tiempos de Carlos V. Con el respaldo de su hermano, su suegro y de Napoleón III, convencieron al archiduque –que en ese momento no tenía un panorama claro sobre su futuro dentro del engranaje real— de que era el ungido que podría resolver los graves problemas tanto sociales como políticos que confrontaba el país mesoamericano. También recibió el apoyo de la iglesia católica, a la que Benito Juárez le había confiscado sus propiedades en enero de 1862. Monseñor Lavastidas, arzobispo de Puebla, junto al General Almonte, visitaron Miramare para convencerlo. Al final éste aceptó y el 3 de octubre de 1863 fue proclamado Emperador de México por la delegación que encabezaba Gutiérrez de Estrada.

En el barco Novara zarparon desde el pequeño puerto de Miramare hacia México. Su arribo en Veracruz no fue todo lo pomposo que se esperaba. Las huestes de Juárez eran mayoría. A partir de allí los problemas se fueron empeorando y después de varios ataques de las fuerzas republicanas y los fracasos de las fuerzas imperiales (a pesar de que fue Carlota la que mostró más fortaleza y destreza), el fin era de prever.

Carlota se marchó a Europa antes de la caída final, para buscar apoyo en la corte de Napoleón y con el Papa Pio IX, pero no le prestaron la más mínima atención, lo que mermó su entereza mental, que provocó que su familia la confinara, primero, a Miramare para después mandarla a Bélgica, donde vivió hasta 1927.

Castillo de Miramare. Cedida

Maximiliano siguió tratando de contrarrestar la oposición republicana, pero finalmente fue encarcelado por las tropas de Juárez en Querétaro y en junio de 1867, fue ejecutado. Su barco, Novara, regresó a Trieste con su cuerpo, para ser enterrado en Viena en la cripta del monasterio de los Capuchinos.

Biblioteca del castillo. Cedida

Miramare es un tributo a los gustos del momento y una maravillosa mirada a un mundo creado basado en el amor a la naturaleza, la belleza y el buen gusto.