Lunes 22 de diciembre de 2014
En esta época de Navidad, deberíamos asumir la postura que no es el momento del año para dilapidar los recursos que tenemos –o no tenemos— para festejar a los seres queridos, sino unos días para reflexionar sobre lo que hemos alcanzado en el año que pronto terminará y las metas que nos trazaremos para el próximo.
El consumismo se ha apoderado tanto de nuestro diario vivir, que pareciera que a medida que se acerca el 24 de diciembre, se incrementa la necesidad de comprar y de adquirir, muchas veces sin una verdadera necesidad. Nuestros seres queridos, a quienes queremos demostrar nuestro amor en estas fiestas, quedarían muy felices si les damos un certificado de regalo de su tienda favorita, o para familias muy numerosas, uno de supermercados aliviaría el peso que se tiene para comprar los ingredientes de la cena de Navidad.
Los pequeñines son los que no perdonan sus juguetes y a ellos son los que debemos enfocar nuestros esfuerzos. En términos generales, lo que trato de hacer todos los años es dar una donación a alguna ONG que atienda niños sin recursos y a mis amigos informarles que en su nombre, he hecho feliz a muchos niños panameños. Eso de estar regalando perfumes, prendas de fantasía o adornos que no son del gusto del que los recibe, lo que hace es que uno tenga que ir a cambiarlo posteriormente, o reciclarlo para regalarlo en la primera oportunidad que se presente. Lo más sabio es saber qué le gusta a la persona a quien uno decide regalarle y buscar ese regalo con esmero.
Otra opción son los libros, que no pasan de moda. Una edición de Platero y Yo, libro que acaba de cumplir 100 años es una buena opción, como lo son también la gran variedad de libros que hay en las diferentes librerías. Al regalar un libro no solamente estás abriendo una puerta de conocimiento sino ofreciendo un mundo sin límites.