MARIELA SAGEL
El Siglo, 2 de abril de 2012
La semana pasada concluyeron dos obras de teatro que atrajeron mucho público, la una por divertida y cómica, y la otra por el humor negro de enfrentarse a una enfermedad terminal y cuestionarse qué se ha hecho en la vida y qué se ha dejado de hacer. Para los que no siguen las actividades de este tipo, son obras montadas de manera artesanal, si se puede decir, en teatros modestos y a precios módicos. El auge que ha tenido esta temporada ha sido como una propuesta de verano, que espero siga su mismo dinamismo durante la temporada lluviosa. Así como en La Quadra se presentan de seguido estas puestas en escena, también lo hace Abba y hasta el Guild, en la antigua Zona del Canal.
‘El Último Round’ fue una propuesta teatral totalmente diferente, cargada de humor negro, como reza el programa, que trata de un médico exitoso que se enfrenta a una operación por una enfermedad terminal —pero antes decide pegarse un tiro—, y cómo se le van apareciendo todos sus órganos (hígado, cerebro, pulmones, corazón y hasta el pene) que intentan convencerlo de que no se mate porque sobrevivirá a la operación.
Entra en juego entonces lo que este médico quiso ser en la vida, y al final, que fue lo que hizo, muy alejado de lo que anhelaba. ¿Cuántos de nosotros no hemos pasado por eso? ¿Cuántos nos hemos realizado realmente como profesionales y como seres humanos, en virtud de lo que espera la sociedad de nosotros, o lo que nosotros esperamos de esa sociedad? Con frecuencia escuchamos el estribillo: cuando me jubile voy a hacer tal cosa, o cuando tenga dinero voy a hacer tal otra y muchas veces ese ‘cuando’ no llega, sea porque la vida se va muy rápido, sea porque cuando se pueda hacer no se tenga la salud para disfrutarlo. De una manera muy innovadora la obra te deja muchas interrogantes y eso es parte de la labor de esta manifestación: divertirte, pero a la vez revolver el inconsciente que late muy dentro de cada uno de nosotros.
De morirse de la risa estuvo ‘Toc Toc’, que trata de los trastornos obsesivos compulsivos llevados a un extremo que te mueres de la risa. Pero más allá de la risa siempre le queda a uno ese gusanillo que cuestiona, indaga, revuelve. Al final, esa es la misión que debe tener el teatro: mostrar y cuestionar.