El accionar público El desorden urbanístico Infraestructuras Opinión Publicado en La Estrella de Panamá

Otra amenaza en ciernes

MARIELA SAGEL*

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27 de Marzo de 2011, La Estrella de Panamá

Se supone que, cuando un pueblo elige a sus gobernantes, lo hace confiando que las instituciones que ellos van a dirigir velarán por la mejor y más óptima administración de lo que nos pertenece, como colectivo, sin que estemos en constante zozobra y en estado de emergencia permanente para que el patrimonio que tenemos, como país y como ciudad, sea bien administrado. Cuando el actual gobierno recibió el mando del país lo hizo bajo slogans atractivos que le ganaron el 60% de los ilusos que votaron por ellos, arengando que ya no habría más de los que ‘entran limpios y salen millonarios’. Como dice mi hija, nadie cuerdo debió votar por quien adoptó un slogan que rezaba ‘los locos somos más’.

La tónica ha sido desde hace casi dos años el de la confrontación y la falta de transparencia que, aunado a la modalidad, que nadie se atreve a cuestionar, de contratos ‘llave en mano’ —que uno sabe cuánto empiezan costando, pero no se imaginan cuánto llegarán a costar al final— nos lleva por una vorágine de proyectos descabellados y sin sustentación, que solo en estudios se llevan, a veces, los recursos que servirían para dotar a toda una comunidad de infraestructura básica, tan urgente en estos momentos y tan innecesaria en los caprichos que de todas formas nos quieren imponer.

Ahora le toca a la tercera fase de la Cinta Costera, ese proyecto tan agriamente criticado cuando el actual gobierno estaba en la oposición, pero que se apresuraron a apropiárselo una vez se sentaron en la silla presidencial. No los culpo: es una obra que le da elegancia y fluidez a una ciudad caracterizada por el caos. Pero como si no tuviéramos suficiente con andar tratando de cuidar a los sobrevivientes de la masacre del centro de cumplimiento, protestando contra las leyes inconsultas y escandalizándonos por lo que vemos se tramó por una partida enfermos patológicos contra Ana Matilde Gómez, tenemos que elevar nuestras protestas, y espero que sea a nivel internacional, contra las pretensiones de hacer esa tercera fase bordeando la muralla que delimita lo que para todos es un orgullo y un atractivo inconmensurable: el Casco Antiguo. A mediados del año pasado la UNESCO evaluó la precaria situación del Casco Antiguo, especialmente la constante violación de las normas establecidas, tanto por intereses particulares, como por las mismas instituciones que estaban supuestas a velar por su preservación. No nos incluyeron en la lista de patrimonios en peligro, porque en teoría nos comprometimos a enmendar algunos entuertos, pero con esta pretendida extensión no solo privaríamos al mundo de un sitio que le pertenece (siendo patrimonio de la Humanidad es de todos), sino que automáticamente saldríamos de la lista de ‘World Heritage Sites’, o sea, aquellos sitios que hay que visitar mientras uno esté con vida.

El viernes pasado se efectuó la licitación para hacer esta tercera fase, con un diseño conceptual ‘oficial’, que propone un túnel debajo de la frontera del conjunto monumental con El Chorrillo, pero dejando abierta la posibilidad de que los proponentes incluyan otras opciones. Aunque oficialmente no se ha publicado, sabemos que se presentaron tres opciones: la del túnel, la de un relleno que circunvala el Casco Antiguo (de hecho había topógrafos midiendo en la playa contigua a las Bóvedas, varios días antes del otorgamiento) y una vía sobre pilotes que también circunvala el Casco. Hay una cuarta opción, (que no fue presentada por la constructora ganadora), que considero la mejor, que saldría desde el Mercado del Marisco hacia la avenida de los Mártires, donde realmente se necesita una ampliación por el cuello de botella que se forma para acceder al Puente de las Américas. El ganador de la licitación fue el consorcio brasileño que se las gana todas y el peligro estriba en que, aduciendo una necesidad de abaratar costos (más no rebajar el precio de la obra) se decida que el túnel es muy costoso y en vista de todo el material que se está removiendo de las obras del Canal y de la construcción del Metro, se quiera hacer una costanera frente al Casco Antiguo.

En el caso de perpetuarse ese crimen contra nuestro patrimonio, no se va a pedir perdón y se derogaría la ley: nos sacarían de la lista de Patrimonio de la Humanidad y de allí no habría vuelta de hoja para volver a incluirnos. En manos de todos nosotros está que apostemos por la dignidad de nuestros sitios históricos versus las ganancias de una constructora.