Convivencia Costumbres Los Carnavales Opinión Publicado en La Estrella de Panamá

Otra vez pan y circo

MARIELA SAGEL*

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La Estrella de Panamá, 6 de febrero de 2011

No acaban de resolverse los dos acontecimientos más dramáticos que en menos de seis meses han sacudido al país, que han dejado muertos y heridos e investigaciones inconclusas, y ahora, como maestros de birlibirloque, los conspicuos funcionarios del gobierno han volcado la atención en la celebración de los Carnavales en la ciudad capital.
Todos los años escribo sobre el mismo tema, independientemente de cuál gobierno esté en el poder. Desde los primeros carnavales que se celebraron después de la invasión, cerca de estas fechas señalo lo innecesario que es destinar recursos a esta celebración, que si bien es una fiesta tradicional del panameño, también es una que a la larga trae más lamentos que alegrías.

Este año debo mencionar también que no solo sería irresponsable celebrar los carnavales en la ciudad capital por el tema de la crisis del agua, que no acaba de resolverse, sino porque está ampliamente demostrado que, por lo menos los capitalinos, no atraen, como alegan algunos, turistas e inversión en beneficio de los nacionales.

Empecemos por evaluar la realidad de los desafueros de la carne (carnevale): las celebraciones que se organizan en el interior del país empiezan a planearse con un año de anticipación, recaudan dinero, organizan certámenes para escoger la reina o las reinas y cuando llegan los cuatro días de desafuero, ofrecen lucidos desfiles y disfraces. Las mínimas infraestructuras con las que cuentan los pueblos del país que tienen como centro de actividad estas fiestas que anteceden a la Cuaresma, hacen su agosto, como se dice en buen panameño, por la afluencia de nacionales y extranjeros que colman las vecindades, tanto para divertirse como para presenciar manifestaciones de cultura popular que, en muchas ocasiones, son magníficas demostraciones de talento y arte.

Desde que la organización de los carnavales en la ciudad volvieron a ser responsabilidad de las autoridades de turismo —y por ende, del gobierno— más nunca han repuntado para emular los ejemplares esfuerzos que hicieron en 1986 y 1987 los empresarios Ricardo Gago y Roberto Pascual. Y en fechas recientes, lo que han ofrecido los carnavales capitalinos da pena.

Además de deslucidos, han sido objeto de permanentes escándalos que nunca llegan a aclararse, de malos manejos por parte de los responsables que son designados de a dedo y que al final no rinden cuentas. Ahora, para agregar más a la ya deplorable situación que atravesamos los residentes en la capital, por el problema del agua que ya supera los 50 días, se insiste en no solo organizarlos de vuelta en el centro de la ciudad, sino en la Cinta Costera, esa obra de infraestructura que le ha dado lustre a la capital, como si no fueran suficientes los agravios que las últimas dos navidades le ha infligido el gran bufón del Hatillo.

La mayoría de la población que se traslada al centro de la ciudad vive en áreas retiradas de Panamá Este, léase las barriadas aledañas a la 24 de Diciembre. Lo más potable para todos, tanto los que participan en esos días de desafuero como para los que no nos interesa involucrarnos en ellos, sería hacer un ‘culecódromo’ donde lleguen todos los que quieran que les echen agua —que este año será turbia y seguramente, portadora de enfermedades y caldo de cultivo para infecciones— y que el resto de la ciudad disfrute de cuatro días de tranquilidad. En las noches, bien pueden organizarse bailes, como en las épocas de antaño, que los hoteles ofrecían bailes, con artistas de prestigio (donde seguramente en alguna ocasión cantó el hoy ministro de comercio su Preludio a la Destrucción).

Las estadísticas de turistas que llegan para esas fiestas apuntan a que sus intereses se orientan hacia los lugares del interior. Igualmente los artistas que vendrían serían de mejor categoría, si se les ofrece un escenario acorde. De lo contrario, lo que se presenciaría sería de total decadencia.

Panamá no está para tafetanes. Deberíamos iniciar una cruzada de luto por la muerte de los cinco quemados y todos los que cayeron en Bocas del Toro. También prevenir que caigamos con una plaga, como la tiene Haití. El Gobierno Nacional tiene una oportunidad de quedar bien, si toma una decisión responsable en este sentido.