Educación Facetas Panamá Publicado en La Estrella de Panamá

‘Panamá no puede rendirse al lucro’ – EUSEBIO LEAL SPENGLER

MARIELA SAGEL

[email protected]

Facetas, 3 de marzo de 2013

El historiador y restaurador cubano defiende una visión integral de la conservación del Casco Antiguo y considera que la Cinta Costera III ‘desbaratará la bella costa del mar’ de San Felipe

En el majestuoso edificio de la Lonja del Comercio, en la Plaza de San Francisco de La Habana Vieja, conocida también como Plaza de las Palomas, funciona Habana Radio y todos los lunes el historiador de la ciudad, el mítico Eusebio Leal Spengler, transmite un programa, que es escuchado hasta por los que se congregan entre las esculturas que hay en ese espacio público. Una de esas obras es una estatua en bronce de Frederick Chopin, sentado en una banca y otra es una escultura moderna regalada por un italiano al Dr. Leal el año pasado. El edificio, construido a principios del siglo XX, funcionó como Bolsa de Valores hasta el triunfo de la Revolución Cubana y ahora, después de haber sido restaurado con esmero y respeto, donde resaltan sus estilos renacentistas y ecléctico, alberga algunas oficinas de franquicias mundiales, la sede de CNN y la embajada de Brasil, entre otras.

SAM_0743
A Eusebio Leal tenía algunos años de no verlo pero siempre nos hemos mantenido en contacto. Emprendió desde la década del ’60 una epopeya salvadora para perdurar todo aquello que distingue a los cubanos y la muestra es ese portento que es la Habana Vieja y en el caso de este edificio, ha buscado asociaciones inmobiliarias para su remozamiento, innovando en el concepto del rescate del patrimonio.

Seguido siempre por una muchedumbre de jóvenes ávidos de escuchar su ceremonial discurso y sabias conversaciones, llegó puntual a las oficinas de Habana Radio para nuestro encuentro.

¿CÓMO EVALÚA LA OPCIÓN DE EDIFICAR UNA COSTANERA FRENTE AL CASCO ANTIGUO?

Desbaratarán la bella costa del mar. Debieron llegar a la entrada del mercado, que pudo haber sido un supermercado popular maravilloso y de allí para adentro, un sistema vehicular interno con guía histórica, y el resto por túnel, porque es roca. Es un tema muy delicado, siempre conocí en Panamá una cantidad de expertos, arquitectos brillantes, arqueólogos y monumentalistas que tenían una idea muy clara de qué hacer.

Al presidente Demetrio Basilio Lakas, le indiqué en una ocasión que Panamá es una joya de América. Recuerdo los proyectos del presidente Aristides Royo, la batalla por una casa, la Boyacá (estoy haciendo un ejercicio de memoria), que era como un barco de madera. Los de Demetrio Toral y de Reina Torres de Araúz. Ella era una maestra, una mujer que tenía el don de la persuasión. Era parte de la intelectualidad consagrada a la preservación del patrimonio. Conocí todos los proyectos de Panamá Viejo con la gran agonía de las ruinas que iban siendo avasallas por una urbanización popular nacida de la necesidad.

Pero el Casco Viejo, con su amurallamiento, pensando como sistema, es un capítulo, sólo comparable con Portobelo, una de las maravillas del mundo, tanto por su geografía, como por el hecho de haber conservado una comunidad habitada, con la tradición del Cristo Negro, la de los negros y también la Fortaleza del Chagres (San Lorenzo), que es un verdadero portento.

No se podía solamente pensar en el Casco Viejo aislando las iglesias como La Merced o esas calles de ladrillos rojos. Había que pensar en un ‘conjunto monumental’, con todas sus variantes. Pensé en la posibilidad de restaurar el Hotel De Lesseps, el Gran Hotel –hoy día Museo del Canal Interocéanico–, que sería una de las propiedades más apetecibles frente a la Catedral.

Recuerdo también mis conversaciones con el gran maestro Charpentier que ofrecía unos conciertos maravillosos y todos soñaban con un Casco Viejo bien restaurado. A mí lo que me interesa, sin introducirme en un tema delicado, es ver los innumerables valores que tiene Panamá, que no puede ser avasallado por un desarrollo inmobiliario y por una especulación que soslaye o disminuya los valores culturales extraordinarios que tiene, etnológicos, etnográficos, arqueológicos y artesanales.

¿VENDRÍA A PANAMÁ A ORIENTAR SOBRE LA CINTA COSTERA III?

Tengo a Panamá en el corazón, iría con muchísimo gusto si me convocara la Unesco en mi condición de embajador de buena voluntad, para no comprometer y no herir cuestiones de política local. Si a mí se me consulta como experto en el tema, te digo que hay que crear una conciencia en la juventud, la universitaria, la intelectual, no puede ser un país de coleccionistas, no podemos vivir de los indios muertos, vivimos de los indios vivos.

¿CONVERSÓ CON EL PRESIDENTE, RICARDO MARTINELLI?

Yo lo atendí, conversé con él. Es un hombre de negocios, como presidente tiene que manifestar su interés por algunas cosas, como los temas patrimoniales, lógicamente desde su punto de vista empresarial. Yo soy un hombre de patrimonio, por tanto para mí el valor patrimonial subordina todo lo demás. Bastante sufrieron con la invasión, con el robo de las colecciones maravillosas que doña Reina adoraba, del Museo de Oro, que es la herencia de los chibchas.

¿CÓMO RECUERDA PANAMÁ?

Panamá es un país de concordia, donde yo ví por primera vez convivir árabes y judíos, ví a hindúes conviviendo con católicos, ví una estatua del Papa Juan XXIII con una de Mahatma Gandhi. Una sociedad de concordia donde el mestizaje de la sangre y de la cultura adquiere una dimensión extraordinaria. Conocí a un Panamá popular, un Panamá de refinamiento, muy esperanzado, personas de la talla de Jaime Ingram, pianista y diplomático. Y sería una cobardía de mi parte no mencionar que también conversé con el General Noriega, sobre la preservación del patrimonio natural, porque él tenía mucha afición por los loros y aves, le interesaba el asunto. Panamá es la confluencia de las aves migratorias.

Panamá para mí siempre ha sido un país de esperanza, un país donde el valor de su gente y sus deseos de prosperidad se demuestran en todas sus manifestaciones. Hay que cuidar mucho eso. El patrimonio no es piedra ni solamente tierra ni ladrillo, no es solamente el Arco Chato, ni las conchas de madre perla de la Catedral, ni es tampoco el Cristo Negro, ni la fachada esplendorosa de Santo Domingo, es un conjunto espectacular de valores, donde lo natural, lo cultural y lo etnológico, se funden conformando una identidad que solo así se puede entender.

Es un país istmeño totalmente distinto a Centroamérica con unas características tan propias que asumen su herencia gran colombiana pero al mismo tiempo marca su identidad, desde los días de Victoriano Lorenzo, el nacimiento de esa identidad nacional hasta hoy.