RE VISITANDO A SOROLLA
Por Mariela Sagel, Facetas, edición de fin de semana
El pintor impresionista, post impresionista y luminista Joaquín Sorolla y Bastia, de origen valenciano, fue otro de mis reencuentros en mi reciente viaje a Madrid. Recuerdo con especial afecto la visita que hice a su museo hace más de 30 años, pero nunca más lo puse en la lista de sitios que visitar en la capital de España. En esta ocasión, cumplí mi propósito una vez que había visto la exposición del Guernica y ha valido la pena.
Sorolla fue un pintor prolífico y cuadros suyos son parte de valiosas colecciones a lo largo del mundo. Murió joven, con apenas 60 años, (1923) y su familia ha manejado con responsabilidad el patrimonio tanto de la casa donde residían como de los cuadros y objetos que poseían, recreándola de manera atractiva y llevándonos por sus etapas de desarrollo plástico.
Apenas dos años después de la muerte del pintor su viuda, Clotilde García dictó testamento donando todos sus bienes al estado, con la finalidad de que se hiciera un museo dedicado a la memoria de su marido. Unos años después el legado fue aceptado y el Museo se inaugura en 1932, donde estaban su residencia y su taller, en la calle que hoy se conoce como General Martínez Campos.
Su primer director fue su hijo, Joaquín Sorolla Garcia, labor que desarrolló hasta su fallecimiento y también dejó nuevos fondos al estado, que han sido bien utilizados en beneficio de los amantes de las artes. Hoy día el Museo es estatal y es dependencia del Ministerio de Educación. Recibe al año unas 200 mil visitas y su entrada apenas cuesta 3 euros.
LA COLECCIÓN
El Museo alberga 1300 obras del propio Sorolla, además de pinturas de otros pintores españoles. También exhibe miles de dibujos que el pintor realizó en torno a la fachada del edificio, los jardines, fuentes e incluso carboncillos que reflejan la vida cotidiana de la familia, compuesta por los padres y tres hijos, —un varón y dos mujeres—, que heredaron de su padre la vena artística. También incluye casi 300 esculturas, entre las que se encuentran las realizadas por su hija Elena.
Son numerosas las piezas de cerámica que se exhiben, y que datan desde finales del siglo XV hasta el XX, de todas las regiones de España y de Oriente, así como la cerámica de Manises o la de Talavera de la Reina. Hay platos, vajillas, botes, jarras, pilas de bendición y los zócalos de la casa, de sus jardines y el patio andaluz, que está revestido de azulejos de Triana.
También se exhibe una importante colección de fotografías, no sólo de Sorolla sino también de su suegro, que era un destacado fotógrafo valenciano. Fotos de Christian Franzen, Diego González son de las más destacadas y generalmente registran la labor de crear del pintor de la luz.
EL PINTOR DE LA LUZ
Huérfano desde muy niño, se crió con una tía y su marido. Éste, que era cerrajero, trató de enseñarle ese oficio pero el joven Joaquín ya tenia definida su vocación de artista. Se inició en la academia y una vez concluida su formación su obra no era aceptada del todo porque no encajaba en los cánones oficiales que requerían historia y drama.
En los años subsiguientes, Sorolla se dedica a estudiar las obras de pintores clásicos como Velásquez en donde se exhibían, como el Museo del Prado y da inicio a su etapa realista. Obtuvo una medalla en la exposición nacional por su cuadro “Defensa del parque de artillería de Montelón”, que es una obra oscura y melodramática, hecha para esa exposición y tal como le dijo a un colega: “Aquí, para darse a conocer y ganar medallas, hay que hacer muertos.”
Obtuvo en su natal Valencia otros éxitos que le representaron viajes a Roma, donde conoció y bebió del arte clásico y renacentista además de visitar muchos museos y entrar en contacto con otros pintores. Viajó posteriormente a París, donde se deslumbró con los impresionistas, que fueron de gran influencia. Ya en contacto con las vanguardias europeas, los pintores John Singer Sargent, Giovani Boldini y Anders Leonard Zorn le causaron una gran impresión.
Con el fin de adaptarse al realismo social que prevalecía en su época, sus cuadros de la década de los ‘80 del siglo XIX mantienen su temática costumbrista pero sus títulos reflejan la denuncia social. De cuando pintaba temas anecdóticos y costumbristas quedan valiosos testimonios, algunos en otros museos como el Thyssen de Málaga, de pequeño formato y varias acuarelas. Ya casado con Clotilde y nacido sus hijos se muda a Madrid, que le tenía deparado un gran éxito. Unos diez años más tarde, viajó a París y desarrolló un rasgo característico de su obra, llamado “luminismo”. Pintaba al aire libre, con paleta espesa, dominando con gran maestría la luz e incorporando escenas cotidianas de la vida mediterránea, muchas veces reflejadas en sus paisajes, de colores vibrantes y un estilo muy vigoroso y libre. Recibió un premio importante en 1900 en un certamen internacional en París, pero no abandonó la pintura de denuncia social.
Sirvió de modelo para una escultura del artista Ricardo Causarás para una exposición en Bellas Artes de Madrid en 1901. El escultor también hizo un busto de Sorolla, que estuvo expuesta y premiada en un concurso. Esta misma escultura se exhibió en Valencia desde 1901 hasta 1925, dos años después de su muerte, en el Círculo de Bellas Artes, y posteriormente le fue donada al Ayuntamiento de Valencia, que la ubicó en los Reales Jardines de los Viveros. Su despegar como artista en Europa era imparable, lo mismo que en América.
El actual Museo Sorolla fue inaugurado como su residencia y taller en 1911. Dos años antes realizó una exitosa muestra en Nueva York y posteriormente su obra fue conocida en el Art Institute de Chicago y el Museo de Arte de San Luis.
La Hispanic Society le encargó la confección de catorce múrales dedicados a las regiones de España, los que pintó entre 1913 y 1919, de gran formato, dejando un testimonio invaluable de la península ibérica. Estuvo viajando todo un año por su país para captar la luz en cada región y en esos murales predomina la libertad de su pincelada y la luz de cada lugar.
Su carrera artística la completó con su faceta de retratista. Para su paleta posaron Benito Pérez Galdós, Vicente Blanco Ibáñez, Emilio Castelar, el Rey Alfonso XIII, el presidente estadounidense William Howard Taft y otros y también hizo muchos retratos de su familia y autorretratos.
Fue profesor de composición y color en la Escuela de Bellas Artes. Joaquín Sorolla dejó un legado inmenso de obras de arte así como sirvió de ejemplo para muchos, de determinación, compromiso, amistad y armonía familiar. Todo eso se respira en el Museo Sorolla, que vale la pena visitar, recorrer y maravillarnos de la pulcritud y buen gusto que se siente durante su recorrido.