REALITY SHOW
Por Mariela Sagel, La Estrella de Panamá, 4 de diciembre de 2016
Parece que el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, está afanado en hacerse más odioso a través de Twitter a diario. Es algo parecido a lo le que pasa al prófugo de Miami, el ex presidente panameño, que se burla, amenaza, condena y hace el ridículo por medio de esta red social de solamente 140 caracteres.
La telerrealidad (en inglés “reality show”) es definida como el género que se encarga de documentar situaciones sin guión y con ocurrencias actuales, en las cuales interactúa un elenco que hasta entonces es desconocido. Este género usualmente resalta lo dramático y conflictivo de la vida de los personajes. Recientemente leía en El País de España, que Trump monta un “reality show” diario por medio de su incontinencia tuitera.
El prófugo de Brickel, igualmente, se burla de todos en Panamá a diario, ostentando sus bienes, la vida lujosa que lleva e inclusive, licenciosa, para asombro de todos los que consideramos que debe tener un mínimo de respeto para su esposa, que se enarbola en defensora de todos los “perseguidos” que están pagando las culpas que causó el desafuero de su marido durante el tortuoso mandato 2009-2014. ¿Cómo se deberían sentir los que han pasado meses en la cárcel (Mulino, De Lima, etc.) mientras ven que él vive la vida loca y a ellos les ha costado dolor y lágrimas haber pertenecido a su gabinete? ¿Cómo se sienten los familiares de un ejecutivo como Jayson Pastor, –a quien no conozco, pero me dicen que es una persona correcta–, que lo tienen detenido, seguramente lo van a enjuiciar y posiblemente le han arruinado su carrera profesional, mientras que el que lo nombró anda feliz de la vida?
Es muy raro que Martinelli no salga de Estados Unidos. A nadie parece llamarle la atención ese detalle, sobre todo por lo inquieto que es y por tener todo el dinero del mundo para hacerlo. Y desde Miami, atormenta a todos con sus tuits altisonantes y ahora con una supuesta campaña de desprestigio contra los que él considera sus enemigos. Su grupo de esbirros pagados andan filmando por allí a los que lo han adversado y subiendo esos videos chambones a las redes. Después él envía un tuit burlándose del contenido. De verdad que es un “reality show” del peor gusto. Seguramente los próximos videos que mande hacer serán de los que formamos parte del grupo de “pinchados” por la máquina que ahora no aparece.
Debemos recordar que en 2011 Martinelli botó a Varela de la vicepresidencia por Twitter. Parece que la modalidad de los presidentes desequilibrados es hacerse los graciosos por esta red, porque si comparamos lo que escriben Santos, Trudeau, Merkel y hasta Peña Nieto, son todas posiciones de estado, no ridiculeces como las que ha escrito Trump en una hemorragia tuitera en campaña y ahora en transición. Hay que prepararse para lo que será después del 20 de enero, cuando tome posesión.
Esta semana se está realizando la costosa conferencia anti corrupción que tanto ha dado que hablar y que inauguró José Ugaz, Presidente de Transparencia Internacional, condenando las sociedades “off shores”. Leo con estupefacción que nuestro actual mandatario, Juan Carlos Varela, ha dicho en su discurso inaugural que la amenaza de cerrar los diarios La Estrella y El Siglo no es un tema de gobierno, sino de los dueños de los diarios. De manera irresponsable se desliga de su papel de guardián del bienestar de todos los panameños y encima, para colmos, reitera que preservó los empleos de Félix B. Maduro. ¿Y el resto de los trabajadores del grupo Wisa? ¿Y todos los periodistas de estos diarios, que viven en permanente zozobra porque no saben qué va a pasar con ellos después del 6 de enero? ¿Y de los que ya se han marchado a otros medios, por voluntad propia o porque la situación económica ahoga a la empresa? ¿Y su compromiso con la libertad de expresión?
La verdad es que no entiendo la lógica de este gobierno. Serviles totales a los caprichos de Estados Unidos y desconocimiento absoluto del papel de las relaciones internacionales, que están para defender a los nacionales de las afrentas internacionales. Es digno de un “reality show” porque documenta situaciones sin guión y con ocurrencias actuales y en el momento. Y lo peor, resalta lo dramático y conflictivo de la vida de los personajes.