RENDICIÓN DE CUENTAS
Por Mariela Sagel, 28 de abril, La Estrella de Panamá
El otro domingo 2,757,823 de panameños estamos convocados a las urnas para elegir un presidente, 71 diputados, 81 alcaldes, 20 diputados para el Parlamento Centroamericano, 679 representantes de corregimiento y 9 concejales. Como el cargo presidencial no permite reelegirse, la censura a un mal gobierno le caerá al candidato del partido que está actualmente en el poder.
De esos 71 diputados, 51 aspiran a reelegirse, lo que representa el 71% del órgano legislativo y de los representantes, el 72%. Ha ido tomando fuerza la campaña de “NoALaReelección y en términos generales el desempeño de la Asamblea Nacional ha dejado mucho que desear, por no decir que ha sido deplorable. Nosotros, como electores, deberíamos tener el poder de exigir a los que les votamos una lista de las leyes que ellos han presentado, el impacto que las mismas han tenido y saber si votamos bien.
La Asamblea Nacional ha ido en franco deterioro porque sus integrantes confunden su rol (y la ley lo permite) con el de gestores de sus circuitos. Es así como han despilfarrado millones de dólares en planillas misteriosas, en vez de concentrarse en hacer leyes. Son los vagos mejor pagados del país. Trabajan –cuando asisten— cuatro días a la semana, media jornada, y tienen salarios estrafalarios, ayudantes, asistentes y franquicias inmerecidas. Se debe replantear esa asamblea para que no tengamos que cargar con esos plomos.
Debemos exigir una rendición de cuentas del diputado a quien uno le votó. Ya la del presidente (a quien no voté) se ha hecho obvia por su ineficiencia, su desidia y, sobre todo, por las prioridades que ha puesto dejando a un lado las cosas importantes. Han sido cinco años de promesas incumplidas, empezando por la restauración de la casa Wilcox en Colón, el escenario que escogió Varela para hablar el día de su toma de posesión, cuya imagen parece fantasmagórica cuando la recordamos.
También debe haber una rendición de cuentas del representante del corregimiento, no de las fiestas que ha hecho, ni los foquitos que ha puesto para Navidad, sino de las mejoras que ha aplicado a las áreas comunes, las facilidades para discapacitados, personas mayores, niños, disposición de basura, implementación de una conducta de reciclaje y otras.
Del alcalde mejor ni hablar. El barrio El Cangrejo es un barrio mártir que desde hace dos años está sufriendo una afectación inconmensurable que ha hecho quebrar a muchos comercios, afectado a todos sus residentes y lo peor, que todavía no se terminan los trabajos. Para subir a las aceras hay que escalarlas y varios guardafangos de autos han quedado destrozados, amén de los daños físicos que han sufrido muchas personas por la altura de las aceras. Apenas empieza a llover nos entra a todos una sensación de pánico porque sabemos que estamos a merced de las inundaciones que se producen por el pésimo manejo de los desechos que estas obras inconclusas y mal hechas causan. Y ese alcalde aspira a ser presidente. Si no ha podido con la ciudad, menos podrá con el país, que han dejado en los huesos su presidente y su pésimo gabinete.
Quedan solamente dos días de sesiones en la Asamblea, y lo peor que puede pasar es que los diputados aprueben a dos de los allegados del presidente en la junta directiva del Canal de Panamá y el magistrado que reemplazaría a Jerónimo Mejía. Todos estábamos pendientes si dejaban correr al expresidente Martinelli, preso hace dos años, para alcalde y diputado. Ese escenario, como me dijo un politólogo muy famoso, sería alucinante: solamente en este país hemos visto una campaña electoral en que la cuña es transmitida desde un penal. El Tribunal Electoral es una de las poquísimas instituciones en la que los panameños siguen creyendo. Un fallo a favor del presidiario habría sido nefasto para su credibilidad y nos hubiera llevado a perder la confianza que durante años hemos tenido en él.
El jueves 25 de abril el presidente inauguró la Línea 2 del Metro de Panamá. Uno de los contratistas fue Odebrecht. Lo extraño es que esta línea es más larga que la primera, pero costó menos. De igual forma, todavía no se reparan los baches y escombros que dejó la construcción de la línea 1, lo que debería exigírsele al contratista, que también fue Odebrecht. Solamente recordemos de que en Perú tres expresidentes están señalados de recibir coimas de la constructora brasileña y el cuarto se pegó un tiro cuando lo fueron a conducir para que rindiera cuentas. Y aquí, hasta el aspirante a presidente y actual alcalde capitalino, en un “lapsus mentis”, aceptó que recibió coimas. La verdad es que no sé qué estamos esperando para exigir que se lleve “hasta las últimas consecuencias” las investigaciones sobre este escándalo que ha sacudido los cimientos de otros países, pero aquí, parece que duerme el sueño eterno, y que según me dicen los entendidos, venció el término para ser investigado la semana pasada.