Mariela Sagel
El Siglo, 4 de junio de 2012
La semana pasada, en este mismo espacio, indiqué las fallas que tiene nuestro sistema de recolección de basura y cómo podríamos todos, (tú, yo, el del lado, el del frente y todos los demás) ayudar al país, a nuestros bolsillos y a la Autoridad de Aseo Domiciliario, como se llama ahora.
Mencionaba que debemos, desde el hogar, inculcar a los pelaos, a las empleadas y a los conserjes que las latas tienen un valor, y deben ir juntas. Que los vidrios se reciclan en las fábricas y también se pueden vender. Que el papel es oro y hay colectoras de este material hasta en los supermercados. Y que los plásticos son preciados si se llevan a los lugares indicados.
De las grandes satisfacciones que uno tiene cuando practica este árido y no remunerado oficio de comentarista de opinión es que los lectores, conocidos o no, le expongan sus experiencias. Me contó un arquitecto que sabe mucho sobre lo que se hace en otros países, precisamente en Curitiba, Brasil, que allá la cosa es sencilla: dos tambuchos, uno para todo lo que se recicla y el otro para la basura orgánica, que se convierte en biomasa y que sirve como abono a las plantas.
Caigo en cuenta que mi hija, que vive en Canadá, hace lo mismo, pero antes no era así: había que depositar los plásticos en un lado, los vidrios en otro y los papeles por separado.
Desde hace dos años, y en las subsiguientes visitas la cosa se ha puesto muy sencilla: lo que se recicla y lo orgánico. Lo primero se pone abajo en el basurero comunal del edificio y los colectores los venden a las industrias, y el segundo se procesa para cuando florezcan los tulipanes, los arces y para la cosecha de todos los productos agropecuarios de ese país.
Volviendo a Curitiba, que no es Canadá, sino Brasil, en esa ciudad existen programas de intercambio de administradores públicos para ilustrar sobre la ‘basura que no es basura’. Valdría la pena que nuestros preclaros funcionarios aprendieran lo bueno y no lo malo.
Aquí en Panamá, los responsables guardamos lo reciclable para cuando se realicen ferias, pero instruimos a los que disponen de ellas a que lo hagan de forma responsable.
No sé qué esperan nuestras autoridades para generar ganancias de lo que botamos, sin tener que empeñar nuestro futuro en fondos de ahorro que no producirán sino más endeudamiento.