Publicado en La Estrella de Panamá, el 3 de julio de 2022.
En una impecable edición de Ediciones Sagitario, impresa, para mi sorpresa en T-Shirts Interamericas, Carmen de la Guardia de De Diego ha compendiado 15 cuentos que se leen como agua de mayo, con el gozo que da el sentir bajo nuestros pies las raíces y los recuerdos de la infancia de nuestros padres o abuelos, que sin duda han sido los que nos inculcaron el amor a la lectura.
Sola en Bella Vista es el título que escogió la autora para publicar este reconfortante libro, y es también el título del último de los cuentos allí recogidos. Llevada de la mano por el Prof. Enrique Jaramillo Levi, con quien la autora tomó el curso de creación literaria (2001, el primero en realizarse, en la Universidad Tecnológica) Carmen, ávida lectora y con una prosa exquisita y elegante, va enhebrando sus recuerdos, sentimientos, sueños e ilusiones y no permite, bajo ninguna circunstancia, personalizar sus experiencias.
Con siete hijos, se dedicó, a partir de casarse, a criarlos y hacer de ellos ciudadanos valiosos de nuestra sociedad. Dice su hija Ángela en la contra solapa que su madre por fin ha dejado salir a los personajes de su prodigiosa imaginación. Derrocha sapiencia por las referencias literarias que algunos de esos personajes que pueblan su fértil creatividad conllevan, y no dejan lugar a dudas del altar donde coloca sus lecturas y sus historias, algunas de las cuales ahora nos comparte.
Son cuentos que no tienen un solo narrador, sino muchos, y en los que las descripciones de los más conspicuos personajes tienen una gran carga de profundidad, porque en ellos se resucitan las vivencias ordinarias, la vida en la campiña, las trampas del destino y los relatos de quienes tuvieron la suerte de vivir una vida sencilla y apacible ya sea en San Felipe, Bella Vista, o el interior panameño, el Jagüito, Aguadulce, Parita o Pesé. Poseedora de una vasta cultura culinaria, así como curiosa por las costumbres de la gente del campo, Carmen de la Guardia ha podido reflejar en este magnífico libro una idiosincrasia sin sesgos, sin clases sociales y sin falsos nacionalismos.
Como dice su editor, Jaramillo Levi, hay largos tramos que son poesía pura y en otros se puede instruir los desenlaces antes de que ocurran. Derrocha humor y malicia de la buena, además de una gran capacidad sugestiva, un mérito que no permite que el libro decaiga en ninguno de los cuentos. Es una herencia de vivencias reales e inventadas para todas las generaciones de lectores, para que aprecien la sensibilidad de una octogenaria que piensa y siente como si fuera una veinteañera.
Sus cuentos son versátiles, producto, sin duda, de la cultura lectora tanto en español como en inglés, así como reflejo de experiencias muy personales, de una virtuosidad sorprendente, que ni el tiempo, la memoria o las tristezas y golpes de la vida lograron callar en su interior.
Dice su hija Julieta, en la dedicatoria del libro, que su madre es una profesional de muchas disciplinas, aunque ella siempre se empeñó en decir que era “ama de casa”. Ya de por sí, con siete hijos a cuestas, y un marido, que no es poco, no dejó nunca de leer. Con la chispa que la caracteriza, Julieta relata cómo fue organizando estos textos, que Carmen atesoraba con celo y que no veían la luz hasta que no hubieran sido revisados una y otra vez.
Criada en la ciudad capital, pero con fuertes raíces en el interior del país, aprendió a respetar las costumbres y vivencias de los hombres y mujeres del campo y sus hijos crecieron sin hacer diferencia entre lo que se servía en un fogón de leña o en una fina estufa de las mejores mansiones de Panamá. De allí que, por lo menos Julieta, sea una cocinera reconocida, además de que por años ha publicado el segmento “Del diario de Mamá”, en el Suplemento Ellas.
La académica Margarita Vásquez, por su parte, en el prólogo de esta prodigiosa edición, asegura que, aunque los cuentos estén cuajados de imaginación, se afirman en lo real, en lo histórico, en la vida cotidiana de gente inteligente, alegre y activa, demostrable en los escritos guardados, en los recuerdos de quienes eran niños entonces.
Carmen, en la antesala de la lectura irremediable de su libro, explica que sus relatos narran las andanzas de personas que conoció o supo de ellas, episodios notables que reflejan claramente detalles de su personalidad, de sus virtudes o de los defectos que les afligen. Aclara que ninguno tiene que ver con la historia de su vida pero cada uno tiene un ancla en las obras de Edgar Lee Masters, de Mary Karr y, por supuesto de Las mil y uña noches, que le enseñó la forma de contar, de manera sencilla y verdadera, las vidas de las personas, estén donde estén.
No faltan alusiones, algunas veladas y otras abiertas a personajes de nuestra historia política, como que no tenían un “fucking real”, o las estatuas que se erigen sobre la avenida Balboa, ahora conocida como Cinta Costera, ni los versos de Machado cuando mataron a Federico García Lorca. En la página 49 encontré la expresión “Dios del verbo”, que casi me mata de la risa. Cada vuelta de página es un mundo de sorpresas, algunas entrelazadas con hermosas fotos del Panamá que se fue, con sus carros de raspado frente al Instituto Nacional.
Carmen de la Guardia derrocha sus vastos conocimientos citando a Luis Cernuda, Alejo Carpentier, Anatole France, F. Scott Fitzgerald, Goethe, Yeats, Lewis Carrol y William Wordsworth, entre otros. Pero eso no le impide apegarse al suelo cuando narra las aventuras y desasosiegos de sus personajes del interior.
Para mi grata sorpresa, el penúltimo cuento, “El unicornio” es de una belleza inigualable. Me cautivó la descripción de los ojos de ese mito desprovisto de solidez que ha inspirado cuadros y canciones: “sus grandes ojos tristes eran enormes lagos de incomprensibles sentimientos”. Le escribí a Carmen contándole que mi hija, de pequeña, siempre me pedía un “unicornio azul” porque escuchaba con frecuencia la canción de Silvio Rodríguez. Me contó que casi lo deja por fuera por ser el más largo y que ella también escuchaba la famosa melodía de Silvio.
Gracias a Ediciones Sagitario por tan impecable producto, que compite con cualquiera importado, al impresor por la calidad del papel y la elocuente portada, al Prof. Jaramillo Levi por guiar a la autora hasta esta feliz culminación y, sobre todo, a las hermanas De Diego de la Guardia por apoyar a su madre en este titánico esfuerzo que es publicar un libro, sobre todo en Panamá, donde la lectura y los libros son tan incomprendidos y pelean su espacio con las historias por TikTok, Instagram o alguna otra red. Pero unas gracias muy especiales a Carmen, que no dejó que la venciera la comodidad ni el tiempo y pudiéramos compartir tan ricos relatos que nos dan alegría, gozo y añoranzas de nuestras costumbres y de nuestro inconsciente.