El accionar público La ética y la política Opinión Panamá Publicado en La Estrella de Panamá

Teorías de manipulación mediática

MARIELA SAGEL*

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La Estrella de Panamá, 3 de Octubre de 2010

El famoso lingüista y filósofo Noam Chomsky, quien en el año 2005 fue considerado el intelectual más influyente del planeta, y es un abierto crítico al consumismo y al sistema imperialista de su país, Estados Unidos, elaboró recientemente una lista de las diez estrategias de manipulación mediática que resultan más efectivas. Esta lista ha circulado en Internet, pero vale la pena que las repasemos, para los que no lo hayan recibido. Adelanto que cualquier parecido es mera coincidencia.

1. La estrategia de la distracción: Para controlar a las masas, se desvía la atención del público de los problemas importantes y de los cambios decididos por las elites políticas y económicas, mediante la técnica del diluvio o inundación de continuas distracciones y de informaciones insignificantes. ‘Mantener la atención del público distraída, lejos de los verdaderos problemas sociales, cautivada por temas sin importancia real. Mantener al público ocupado, ocupado, ocupado, sin ningún tiempo para pensar; de vuelta a granja como los otros animales (cita del texto ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas’)’. En julio ocurría el Mundial de Fútbol y aún así se alzó Bocas del Toro. Después han sido otros elementos los que se toman la atención del público y lo alejan de la realidad que estamos viviendo, que inducen a olvidar que la canasta básica está impagable y que la libertad de expresión está en serio peligro en nuestro país.

2. Crear problemas y después ofrecer soluciones. Este método también es llamado ‘problema—reacción—solución’. Se crea un problema, una ‘situación’ prevista para causar cierta reacción en el público, a fin de que éste sea el mandante de las medidas que se desea hacer aceptar. Por ejemplo: Dejar que se desenvuelva o se intensifique la violencia urbana, u organizar atentados sangrientos, a fin de que el público sea el demandante de leyes de seguridad y políticas en perjuicio de la libertad. O también: Crear una crisis económica para hacer aceptar como un mal necesario el retroceso de los derechos sociales y el desmantelamiento de los servicios públicos. ¿No se ha creado toda clase de complots en contra del presidente y se han inventado conspiraciones para justificar traerse una cantidad de agentes israelíes y se han hecho cambios inusuales en los estamentos de seguridad?

3. La estrategia de la gradualidad. Para hacer que se acepte una medida inaceptable, basta aplicarla gradualmente, a cuentagotas, por años consecutivos. Es de esa manera que condiciones socioeconómicas radicalmente nuevas (neoliberalismo) fueron impuestas durante las décadas de 1980 y 1990: Precariedad, desempleo en masa, salarios que ya no aseguran ingresos decentes, tantos cambios que hubieran provocado una revolución si hubiesen sido aplicadas de una sola vez. En ésta gestión neoliberalismo se está conjugando con la dictadura de derecha y se impone. Y gradualmente se han ido tomando todos los estamentos de poder.

4. La estrategia de diferir. Otra manera de hacer aceptar una decisión impopular es la de presentarla como ‘dolorosa y necesaria’, obteniendo la aceptación pública, en el momento, para una aplicación futura. Es más fácil aceptar un sacrificio futuro que un sacrificio inmediato. Primero, porque el esfuerzo no es empleado inmediatamente. Luego, porque el público, la masa, tiene siempre la tendencia a esperar ingenuamente que ‘todo irá mejorar mañana’ y que el sacrificio exigido podrá ser evitado. Esto da más tiempo al público para acostumbrarse a la idea del cambio y de aceptarla con resignación cuando llegue el momento, i.e. reformas económicas y el 7%.

5. Dirigirse al público como criaturas de poca edad. La mayoría de la publicidad dirigida al gran público utiliza discursos, argumentos, personajes y entonación particularmente infantiles, muchas veces próximos a la debilidad, como si el espectador fuese una criatura de poca edad o un deficiente mental. Cuanto más se intente buscar engañar al espectador, más se tiende a adoptar un tono infantilizante. ‘Si uno se dirige a una persona como si ella tuviese la edad de 12 años o menos, entonces, en razón de la sugestionabilidad, ella tenderá, con cierta probabilidad, a una respuesta o reacción también desprovista de un sentido crítico como la de una persona de 12 años o menos de edad’. Ejemplo: Los cierres de las cuñas televisivas con un locutor que no tiene licencia.

Continuará…