Publicado en La Estrella de Panamá Türkiye Vida y cultura

TRAS LAS HUELLAS DE LEONARDO DA VINCI

Por Mariela Sagel, en La Estrella de Panamá, 2 de enero de 2022.

Desde hace unos años había leído sobre los viajes de autor que organiza una agencia española, que acompaña los tours con aquellos escritores que se han especializado en una región, y traté de tomar el de Egipto, que navegó por el Nilo y recalaba en el Palacio Hotel Old Cataract, donde Agatha Christie escribió “Muerte en el Nilo”, pero mis obligaciones profesionales me lo impidieron. En esa ocasión, además de Javier Sierra, que publicó “El secreto egipcio de Napoleón”, se contaba con un experto egiptólogo. Me cuentan que fueron 14 días inolvidables, casi como vivir el cuento de las Mil y una noches.

     Para este viaje persiguiendo las huellas de Leonardo Da Vinci alrededor de su gran obra “La última cena”, me llegó la promoción de un viaje a Milán, conducido también por Javier Sierra, autor de la célebre novela “La cena secreta”, publicada en 2004.  Ese libro, que escarba las razones y sinrazones que tuvo el genio pintor, inventor, artista, científico toscano, Leonardo Da Vinci, para pintar sobre una pared la famosa Última Cena de Jesucristo, con los doce apóstoles, fue un hito sin precedentes para una novela histórica, que pilló desprevenidos a todos, viniendo de un joven periodista, y lo catapultó a la fama.  Una visión muy diferente a la que se muestra en el “Código de Da Vinci”, y que ayuda a descifrar una obra tan compleja como ese fresco muy sui generis en la iglesia Santa María delle Grazie.

     El tema es tratado con mucha seriedad y profundidad y nos contó el autor que estuvo 3 años viviendo en Milán, recorriendo todos los resquicios de esa ciudad misteriosa, a fin de descubrir los más íntimos secretos de lo que se vivía en esos fines del siglo XV, bajo el mandato del Duque de Milán, Ludovico Sforza, también apodado “El Moro”, el Papa Alejandro VI, Rodrigo Borgia, de origen valenciano, de tan ingrato recuerdo, los misterios de la Inquisición y las trapisondas de los que adversaban a Leonardo por la forma en que éste fue pintando su famoso cuadro durante tres años, en la técnica de óleo sobre yeso, nunca utilizada antes en las pinturas murales, que eran “al fresco”.

     De ese libro se han publicado sendos comentarios en periódicos de España, Estados Unidos, Inglaterra, Canadá, Australia e Italia, entre otros.  El Washington Post señaló que el libro es “Para apasionados a las conspiraciones religiosas y las reinterpretaciones de la historia de la fe”, mientras que The Times destacó que era “Un relato frenético de intriga y misterio”.  El Toronto Star, por su parte, escribió que “Javier Sierra ha escrito una obra de misterio deslumbrante”.

     Pero no voy a hacer una reseña del libro, que leí hace tiempo y ahora, en ocasión de este viaje, lo releí.  Con apenas 21 personas, todas con el mismo interés por la historia y la literatura y conducido por Javier Sierra y su mujer, la encantadora Eva, hicimos un recorrido por las calles de un Milán que es mayormente desconocido para muchos turistas, quienes solamente van a ver “La última cena”, la maravillosa Catedral o Duomo, La Scala, y la Galería Vittorio Emanuel.  Visitamos, por supuesto, el Cenacolo, el refectorio donde está la pintura del genio toscano, pero también estuvimos en el Museo Arqueológico, la Pinacoteca de Brera, el Castillo Sforzesco, el Museo Leonardo Da Vinci, la iglesia San Bernardino alle Ossa, la Cripta del Santo Sepolcro, la Iglesia de Sant Eustorgio, la Viña de Leonardo y una maravillosa capilla que no tiene nada que pedirle a la Capilla Sixtina, en el interior de la Iglesia de San Mauricio.

INICIOS DE VIAJE:

     Nos reunimos en el aeropuerto de Barajas muy temprano, sin conocernos, casi que con los ojos vendados pues no teníamos idea del itinerario que íbamos a seguir.  Eso fue parte del éxito: ir con la mirada de un niño para sorprendernos de todo lo que visitamos.  Estuvimos cinco días recorriendo Milán sin tregua, que nos recibió con nieve y bajas temperatura y así siguió los días posteriores, pero se fue componiendo a medida que fuimos conociendo.  El hotel de lo mejor y las comidas, todas, incluidas en el paquete, sin límite de lo que se consumía en vinos.  Se notaba que los sitios donde íbamos y las comidas que degustábamos eran pensadas en función de lo que estábamos viendo y descubriendo, por ejemplo, una pasta típica frente a unos canales, pizza napolitana y muchas otras delicias que nos satisficieron en demasía.

     Igual fueron las largas caminatas que dimos, a lo largo de los canales, de los centros de moda, de la Galería Vittorio Emanuel.  La entrada a La Scala, donde acababa de empezar la temporada de óperas fue emocionante, sentarse en sus palcos y mirar el pequeño museo que tiene “memorabilia” de todas las obras que allí se han presentado.  El teatro, construido en 1778 es de una arquitectura neoclásica, y estrena su temporada el día de San Ambrosio, el patrón de la ciudad, el 7 de diciembre, por lo que la visitamos unos días después del estreno.

Teatro la Scala, el principal escenario de la ópera

     La Galería Vittorio Emanuele II, iluminada por las fiestas navideñas, es un espacio abierto que tiene dos arcadas perpendiculares que se cruzan, formando un octágono.  A un lado está la Piazza del Duomo (o catedral de Milán) y por un costado se llega a La Scala.  Debe su nombre al primer rey de la Italia unificada y fue diseñada originalmente en 1861.  Es un ambiente mágico donde hay restaurantes, las tiendas de lujo más emblemáticas, librerías como Rizzoli y en el medio, un precioso árbol de Navidad de Swarovski. Su estructura de hierro fue precursora de la torre Eiffel, en París.

     El Duomo, o Catedral de Milán es una catedral gótica, sede episcopal de la Arquidiócesis de Milán. Es una de las iglesias de culto católico más grandes del mundo (tiene 157 metros de largo y puede albergar más de 300 personas en su interior) y las ventanas del coro tienen la reputación de ser las mayores que se conocen.  Tuvimos la invaluable oportunidad de visitar tanto su interior y admirar sus vitrales y las temáticas abarcadas en ellos, así como deambular entre su estructura, sus agujas, cerca de las gárgolas y demás decorados.  Está construida en una piedra porosa y tiene 3,500 estatuas, animales y monstruos y 135 torres y en su punto más alto está una figura de cobre que se llama La Madonnina, que también se puede visitar, ascendiendo hasta la cúspide.  Su construcción empezó en 1386 y culminó en 1965, aunque Napoleón Bonaparte, a punto de ser coronado rey de Italia, ordenó que la fachada fuera terminada en mayo de 1805. Por tal razón, y aunque nunca reembolsó los costes en que se incurrieron por su petición, se colocó una estatua de él en la cima de uno de sus pináculos.

     La cripta del Santo Sepulcro (o Sepolcro, en italiano) es otro lugar poco visitado que ofrece una gran variedad de reliquias, y cuando se hablaba de ellas, Javier Sierra tomaba la palabra y se explayaba en explicarnos lo que éstas significan, con una erudición digna de encomiar.  Se encuentra junto a la Biblioteca Ambrosiana y está ubicada en la intersección de dos calles principales, donde antes estaba ubicado el foro de la ciudad.  Su historia se remonta a mil años y ostenta un estilo romano-lombardo.  Las reliquias allí resguardadas fueron tomadas de los cruzados de Tierra Santa y frente al templo está una estatua del cardenal Carlo Borromeo, una figura muy importante en la Contrarreforma, canonizado por la Iglesia Católica.   En su más reciente restauración fueron descubiertos varios frescos que datan del siglo XIII.

CEMENTERIO MONUMENTAL DE MILÁN

     Otro de los sitios que visitamos y que disfrutamos muchísimo, fue el Cementerio Monumental de Milán, que abarca 26 hectáreas y cuyas tumbas o mausoleos deben ser aprobados antes de su construcción.  Allí descansan muchos famosos y la jardinería es parte de la belleza y la paz que se respira.  Guiseppe Verdi, el famoso compositor, tiene allí su última morada, así como una interminable lista entre los que están Lucía Bosé, Franco Battiato y el premio Nobel de Literatura Salvatore Quasimodo, poeta y traductor.  Para que no faltara, como en todo Milán, hay una reproducción de la Última Cena, en la que cada apóstol está esculpido en bronce y una versión de la famosa columna de Trajano (la original se exhibe en Roma). 

     Hay división de los que allí se sepultan, por ejemplo, entre los judíos, los agnósticos y los católicos.

IGLESIA DE SAN BERNARDINO ALLE OSSA

     De todas las cosas que uno puede esperar encontrar en una iglesia, en ésta hay un osario, en la que las paredes están decoradas con calaveras y huesos humanos.  Estos restos provinieron de un sanatorio cercano, destinado a la cura de leprosos y que, al cerrar, en 1652, se exhumaron los restos y se utilizaron para decorarlo.  Es realmente sobrecogedor el ambiente, aunque tenga la apariencia exterior de un palacio y cuente con un órgano de tubos construido a principios del siglo XX, así como frescos en el techo.

Osario en la iglesia de San Bernardino allá Ossa

     Al osario se llega por un pasillo y la sala es cuadrada, con huesos y calaveras empotrados en las paredes hasta el techo, tras mallas metálicas. También hay restos en las cornisas, sobre las pilastras y en los marcos de las puertas.  Los cráneos sobre éstos son de las personas que fueron condenadas a muerte.

     No puedo abarcar todo lo vivido y experimentado en este “viaje de autor” en una sola entrega, por lo que os dejaré curiosos del desarrollo del resto del viaje hasta el otro año.  Solo debo señalar que, tanto Javier Sierra, como su esposa Eva, y el coordinador del viaje, Amadeo Fernández, se lucieron con esta magnífica organización donde no se dejó absolutamente nada al azar, incluyendo que nos dieron a todos unos sombreros de lana muy buenos y unas mochilas de cuero que nos quedan como recuerdo de una experiencia inolvidable que espero se repita en otros escenarios y que muchos se animen a vivirla, y gozarla.