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UNA ERA DE PAZ

Por Mariela Sagel, La Estrella de Panamá, 29 de abril de 2018

El viernes pasado se llevó a cabo una cumbre inédita en la historia de la península de Corea, y la protagonizaron los líderes de Corea del Norte, Kim Jong-un y Corea del Sur, Moon Jae-in al reunirse en la franja fronteriza desmilitarizada de Panmunjom, que divide a las dos naciones. Desde hace semanas la expectativa estaba en esa reunión, que fue antecedida por la noticia de que Corea del Norte, tan beligerante en el tema de armas nucleares, estaba dispuesta a abandonar sus arsenales bélicos.  «No habrá más guerra en la Península de Corea, hemos empezado una era de paz», declaró con satisfacción el presidente surcoreano, Moon Jae-in ante más de 2,800 periodistas que cubrieron la histórica reunión.

Este acuerdo es una voz de aliento y estímulo para que los vientos de paz recorran el mundo, tan agitado por los conflictos que se han dado recientemente.  En nuestro propio continente hay varios países que tienen disputas internas graves, como el caso de Nicaragua, o el de Venezuela, que se aísla cada vez más de la comunidad internacional.  El presidente de Estados Unidos Donald Trump ha anunciado su satisfacción por la anunciada desnuclearización de la península y también lo ha hecho el presidente de Francia, Emmanuel Macron.  El Primer ministro de Japón ha sido más cauteloso, esperando ver acciones concretas para que este acuerdo de paz sea efectivo.

El acercamiento de los dos líderes coreanos, que representan unos 80 millones de habitantes de ambas repúblicas, se inició mediante una diplomacia deportiva, al aceptar Corea del Norte la invitación que le hizo Corea del Sur a participar en los XXIII Juegos Olímpicos de Pieonchang, oficialmente conocidos como Juegos Olímpicos de Invierno, que se llevaron en febrero pasado.

Este hecho me hace recordar la famosa diplomacia del ping pong que marcó la ruta para que Estados Unidos estableciera finalmente relaciones con China.  A inicios de los años ´70 un equipo de tenis de mesa fue invitado a jugar a China en un campeonato y posteriormente el presidente Richard Nixon se reunió con Mao Zedong en 1972.  El lema fue “Primero la amistad, luego la competencia”.  Desde esa fecha ambos países mantienen relaciones diplomáticas, no se consideran ni aliados ni enemigos y en algunos renglones son socios.

El mundo entero ve con buenos ojos estos pasos que han iniciado las dos Coreas para normalizar sus relaciones, después de 65 años de haber terminado una guerra sin que se haya firmado un armisticio. Entre 1950 y 1953 se libró ese conflicto, que fue otro producto de las diferencias entre los Estados Unidos, que apoyaron a la República de Corea y la entonces Unión Soviética (hoy Federación Rusa) y China, que apoyaban a la República Popular Democrática de Corea o Corea del Norte.  Fue un indicio de la guerra fría que se mantuvo por más de cuarenta años hasta la caída de los países socialistas.  Se estima que esa confrontación, que duró 3 años, fue una de las más sanguinarias de la historia, donde murieron unos 3 millones de civiles y se extinguió el 15% de la población del norte.

La guerra fue el resultado de la división o repartición que hicieron Estados Unidos y la Unión Soviética de la península de Corea cuando terminó la Segunda Guerra Mundial.  La frontera la trazaron en el paralelo 38, el mismo que el viernes fue el escenario del acuerdo de paz que suscribieron los representantes de las dos naciones en conflicto.

Recientemente me reuní con el embajador de Corea en Panamá, al que le pregunté si el fin era unir a los dos países.  Me respondió que era una pregunta difícil de responder porque a ambas naciones las separan diferencias abismales: Corea del Norte tiene unos 26 millones de habitantes y patrones de desarrollo diametralmente opuestos a su vecino del sur.  Corea del Sur tiene 50 millones de habitantes y una economía boyante, industrias tecnológicas de punta que marcan hitos en el mundo, y estilos de vida de avanzada.  Pero la convivencia y la cooperación entre ambas, la desnuclearización que es tan importante no solo para la región sino para el mundo, y el intercambio que puedan desplegar son a corto plazo y los objetivos irán acorde a los tiempos.

Por lo menos, con el compromiso de desnuclearización se elimina una de las más peligrosas amenazas que pendía sobre el todos, especialmente si el belicoso presidente de Estados Unidos seguía azuzando al dictador norcoreano.  Pronto ambos presidentes se reunirán y esperemos que la región goce de paz por muchos años, y mientras tanto, las dos Coreas avancen en cooperación y amistad y, por qué no, en intercambio cultural y deportivo.