“Debemos ver las cosas en la justa medida y no basarnos nada más en los reenvíos de WhatsApp y los memes, que son la principal fuente de información en la que se basan muchos para emitir sus juicios de valor”
Por Mariela Sagel, 10 de enero de 2021, La Estrella de Panamá
Mientras en todos los países estamos preocupados por el incremento en los contagios que a diario se contabilizan por la COVID 19-20 (y vamos para la 21) presenciamos estupefactos el autogolpe que pretendió darse el presidente saliente de Estados Unidos, Donald Trump, el 6 de enero, como regalo de Día de Reyes. Las imágenes en todos los canales de televisión del mundo reproducían unas turbas enardecidas que rompieron los cristales de las ventanas del Congreso de los Estados Unidos, uno de los edificios más emblemáticos y seguros del mundo y destruían lo que estaba a su paso, dejando un saldo de cinco muertos. El país que se autoproclama la cuna de la democracia, que se atribuye la función de ser el juez y supervisor de las elecciones en otros países, tuvo elecciones hace dos meses, y le ha tomado todo ese tiempo -durante el cual el candidato perdedor se valió de todos los recursos que tuvo o inventó para señalar que hubo fraude y que el contrincante, Joseph Biden, no le había ganado- proclamar al próximo presidente de los Estados Unidos. Y justo cuando esa ceremonia se estaba llevando a cabo, la multitud azuzada por el mismo presidente, desde su cuenta de Twitter, irrumpió violentamente.
Preocupa que se den estos acontecimientos, aunque no debería sorprendernos, especialmente viniendo del saliente ocupante de la Casa Blanca, un individuo repulsivo, mentiroso compulsivo, narcisista y prepotente. Cuando los observadores estadounidenses supervisan las elecciones de nuestros países, algunos llamados “banana republics”, exigen que el mismo día se proclame al ganador y si no, señalan que hubo fraude. ¿Con qué moral pueden, de ahora en adelante, hacerse presentes con autoridad para juzgar cuando en su propio país han protagonizado semejantes desafueros?
Y hablando de “banana republics”, el expresidente George W. Bush hizo unas declaraciones lamentables que reproduzco, debidamente traducidas: “Es una visión descorazonadora y enfermiza… Así es como se disputan las elecciones en una república bananera, no en nuestra república democrática”. Pero ningún mandatario o canciller de las que nos llaman repúblicas bananeras ha salido a reclamarle al Bushito, como lo llama el ex presidente español Felipe González en su libro “En busca de respuestas”, publicado en 2014, que nos desprecie de esa manera.
Espero que en estos apenas 10 días que faltan para que Joe Biden tome posesión no se produzcan más altercados como éste, y mucho menos referencias tan lamentables. Y que las autoridades estadounidenses se concentren en combatir la COVID, que por capricho del señor Trump ostenta ser el país donde más enfermos contagiados hay. Donald Trump ha sido una desgracia para los Estados Unidos y para el mundo y gracias a él, de ahora en adelante los autogolpes no serán privativos de los países latinoamericanos y africanos, son parte de la realidad estadounidense. El asunto ha llegado a tales extremos que el mismo Mark Zuckerberg, delegado principal de las redes sociales Facebook e Instagram, emitió un comunicado donde anunciaba que bloquearía las cuentas del presidente gringo para permitir una transición pacífica de mando en el país más poderoso del mundo. Twitter le ha suspendido permanentemente su cuenta y eso sí debe dolerle, porque mediante ella es que se comunicaba con el mundo.
Analizando el discurso del presidente Cortizo Cohen el pasado 2 de enero, en la instalación del primer período de sesiones, llegué a la convicción de que ningún presidente de ningún país, ni siquiera la canciller alemana, Angela Merkel, se libra de las críticas mordaces, destructivas y descalificadoras de la población que se ve afectada por los confinamientos, que quiere salir, los empresarios que tiene sus negocios cerrados y los que han perdido sus trabajos al reducirse las planillas por esta coyuntura.
Apenas terminó el discurso salieron dos de los aspirantes a presidentes en 2019 como resortes a descalificar lo hecho y dicho, sin siquiera darse el tiempo a analizarlo, mostrando la mezquindad que adorna a nuestra clase política. No quiero ni imaginarme qué hubieran hecho ellos de estar en los pantalones (o sentados en el taburete) del presidente Cortizo y les cae una pandemia como la que recorre el mundo como un fantasma, y que no tiene visos de aminorar su marcha destructiva. El analista Danilo Toro sí hizo un análisis muy constructivo y no se trata de aplaudir, sino de poner en su justa perspectiva lo que ha hecho Panamá para hacerle frente a la pandemia, habiendo encontrado un país con una fragilidad hospitalaria tremenda, en el que debimos, por las contrataciones de los Gobiernos anteriores, contar con una Ciudad de la Salud, los Minsa-Capsi y otras infraestructuras hospitalarias que nos hubieran permitido contar con más armas para combatir y con menos necesidad de endeudarnos por el bien del país.
Debemos ver las cosas en la justa medida y no basarnos nada más en los reenvíos de WhatsApp y los memes, que son la principal fuente de información en la que se basan muchos para emitir sus juicios de valor.