Y EL MUNDO NOS MIRÓ
Por Mariela Sagel, La Estrella de Panamá, 7 de julio de 2019
Durante las elecciones de 1989, que fueron anuladas por el dictador Manuel Antonio Noriega, el expresidente Guillermo Endara utilizó, como frase de campaña, “el mundo nos mira”. Esta expresión no es privativa de quien la usó en esa ocasión, hay innumerables videos, citas, artículos y demás en torno a ella.
Y éste 1 de julio, cuando se instalaba un nuevo gobierno, que ha traído un aire esperanzador a quienes le votamos y a quienes no, después de 10 años de desmadres administrativos, desbarajustes institucionales, corrupción rampante, persecución selectiva y endeudamiento a niveles impensables (sin que se traduzcan en obras de las que pudieran sentirse orgullosos los funcionarios salientes) el mundo nos miró en el comportamiento inaceptable de los diputados de la Asamblea Nacional.
El diseño de la toma de posesión estaba cronometrado y la logística era casi un diseño de filigrana. Todos los imponderables estaban considerados, menos que los alegres diputados se tardarían más de cuatro horas en elegir la junta directiva para posteriormente trasladarse al Teatro Anayansi, donde se daría la juramentación del presidente Cortizo. No había de otra pues el que juramenta, por ley, al nuevo mandatario, es el presidente de la Asamblea, pero con el comportamiento de los diputados y su tardanza en llegar al recinto donde se daría esa juramentación se mostró la peor cara del país.
Estando desde las 8 de la mañana en los alrededores del Teatro Anayansi, del Centro de Convenciones Atlapa, pude ver la impaciencia de las misiones extranjeras en que avanzara la ceremonia, ya que la mayoría de ellos tenían su bitácora de vuelo de regreso a sus países para las 3 de la tarde. Y no hablamos de distancias cortas: el Rey de España iba de vuelta a Madrid, el jefe de gobierno de Marruecos a Rabat, y los gringos ni siquiera esperaron, no se quedaron para la toma de posesión.
Sobre las 10 de la mañana se trasladaron a Atlapa los mandatarios y delegaciones extranjeras, siendo atendidos en los salones de arriba para que, por lo menos, se hidrataran y comieran algún bocadillo. Pero los diputados seguían en su circo legislativo, demorando su traslado y, en consecuencia, la ceremonia. Me recordó la toma de posesión de Hugo Chávez, en 1999, que durante ocho horas nos tuvieron sin darnos ni agua, con discursos y procesos interminables y patéticos. En esta ocasión, los asistentes al teatro estaban impacientes y cansados, los que estábamos en un salón adjunto, por lo menos, teníamos agua y refrescos, además de una mesa de quesos y embutidos.
No he tenido el estómago para escuchar las intervenciones de los diputados cuando hacían uso de la palabra, pero por lo que he visto en redes y comentarios que recibí, no dejaron de mencionar al perro, al micho y al gato de su casa, mandaron mensajes de amor, agradecieron a sus padres y sus conyugues y les saltaron su par de lagrimitas. La presentación de un aspirante a la vicepresidencia, por parte de uno de los nuevos diputados tomó media hora y otras bellezas que no quiero ni recordar. Si bien la campaña de #NoALaReelección dio ciertos frutos, lo que hay que hacer es un nuevo reglamento para que las disertaciones (pajas mentales) de los que postulan y los que asumen tengan un máximo de 5 minutos, y la votación se haga de forma electrónica y simultánea, para que estos espectáculos no se repitan. Si los diputados querían mandar un mensaje de fuerza al presidente Cortizo, lo mandaron al país y al mundo que nada ha cambiado, los nuevos siguen el comportamiento de los que ya echan raíces en el Palacio Justo Arosemena y todo sigue igual.
En todos los países se seguía de cerca esta toma de posesión, inédita por la numerosa participación de delegaciones extranjeras en esta ocasión, y el mismo acto de juramentación, incluyendo el bien hilado y bien dicho discurso del presidente Laurentino Cortizo no tomó más de una hora. Pero el daño ya estaba hecho, se rompieron todos los protocolos, se mostró la cara fea del país, el de los impuntuales y los irrespetuosos y se logró lo que, intrínsecamente perseguían los diputados: el mundo nos miró. Y seguramente no le ha gustado lo que vio.
Después no nos quejemos de la fama de impuntuales y desordenados que tenemos fuera, y de la que muchos diplomáticos aquí acreditados se quejan. Es inaceptable esta conducta de la Asamblea Nacional y como tal, debe ser objeto de una revisión urgente. Reto a la flamante bancada independiente a que proponga esos cambios y que no caiga en los mismos vicios que han motivado a la mayoría de los panameños, que repudien a los diputados, que cuando se llamaban legisladores, los apodaron “legisladrones”.