80 AÑOS DEL FIN DE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA
Por Mariela Sagel, La Estrella de Panamá, 7 de abril de 2019
El pasado 1º. de abril se cumplieron 80 años del fin de la Guerra Civil Española, que tuvo lugar entre 1936 y 1939. Este conflicto representó una tragedia para la nación española porque enfrentó al amigo con el amigo, al vecino contra el vecino, a hermanos entre hermanos. España venía de siglos de atraso social y económico. No había estabilidad, reinaba la pobreza, la incultura y las desigualdades sociales. Las condiciones laborales en fábricas eran injustas y la tierra no era de quien la trabajaba. Hasta abril de 1931, que reinó Alfonso XIII, bisabuelo del actual Rey Felipe VI, España era una monarquía y a partir del exilio del monarca, se instituyó una república democrática. Pero eran tiempos de mucha agitación, ya se había vivido la I Guerra Mundial, había triunfado la revolución bolchevique y los movimientos fascistas que estaban germinando encontraron un campo fértil donde aplicar modelos políticos. Algunos eran moderados, otros extremistas.
España había estado inmersa en confrontaciones como las guerras en Marruecos y su fuerza militar se sentía marginada por el nuevo régimen político. También privaba el sentimiento de que el gobierno democrático no controlaba las agitaciones reivindicativas de obreros y campesinos.
Según Arturo Pérez Reverte, en el prólogo del libro “Una historia de la guerra civil que no va a gustar a nadie” de Juan Eslava Galán, “Una república desventurada en manos de irresponsables, de timoratos y de asesinos, un ejército en manos de brutos y de matarifes, un pueblo despojado e inculto, estaban condenados a empapar de sangre esta tierra”.
La sublevación de los jefes y oficiales del ejército contra la República, bajo la denominación de Falange Española, pretendía hacerse con el control de la situación, pero hubo resistencia de parte de las fuerzas de izquierda y del legítimo gobierno, lo que llevó al país ibérico a partirse en dos, según las ciudades donde triunfaron los sublevados y donde fracasaron. Los sublevados fueron llamados “nacionales” o “fascistas” y “rojos” o “republicanos” los que defendían al gobierno legítimo. El odio, la barbarie y la incultura se manifestaron por todas partes, mucha gente fue encarcelada y fusilada.
Los sublevados eligieron al general Francisco Franco, que había obtenido cierta relevancia en las guerras de Marruecos, como dirigente máximo de sus ejércitos. En privado lo llamaban “Miss Canarias, 1936”. No era el gran dirigente, pero sabía jugar sus cartas. A pesar de querer tomar la capital, Madrid no cayó en sus manos. El éxodo y los bombardeos fueron arreciando a lo largo y ancho de la geografía y llegó un momento en que el desorden y la anarquía reinó bajo la premisa de eliminar toda resistencia y amedrentar a la población.
Italia fascista y Alemania nazi ganaron espacios suministrando recursos y material de guerra a las tropas de Franco y lo mismo hizo Rusia con el bando republicano. Francia e Inglaterra se mantuvieron neutrales, lo que a la larga perjudicó al gobierno.
La guerra también se escenificó en el mar, además de las cruentas batallas en tierra y quizá el más emblemático ataque aéreo fue el perpetrado por la legión Cóndor contra la población vasca de Guernica, que fue desgarradoramente expresado por Pablo Picasso para la Exposición Internacional de París en 1937 (el cuadro original está hoy expuesto en el Museo Reina Sofía).
Muchos intelectuales fueron ferozmente reprimidos y hasta asesinados, como los poetas Federico García Lorca en Granada y Antonio Machado –obligado a huir con su anciana madre, quienes enfermaron y murieron después de cruzar los Pirineos–. Es importante recordar que el régimen franquista no aceptaba debate de ideas y es así como el filósofo Miguel de Unamuno, rector de la Universidad de Salamanca, al escuchar el grito “viva la muerte, mueran los intelectuales” contestó “Venceréis, pero no convenceréis”. Unamuno fue cesado en su cargo y murió al poco tiempo, arrestado en su casa.
No hubo casi ninguna población española que estuvo exenta del conflicto y aún hoy, después de 80 años, siguen saliendo historias que ocurrieron durante el conflicto. Hace unos años me dijo la escritora Almudena Grandes, en ocasión de la presentación de su libro “Los pacientes del Doctor García”, que todavía no se ha contado todo lo que ocurrió durante la guerra. Julia Navarro, otra novelista, publicó el año pasado un portentoso libro titulado “Tu no matarás”; Carmen Posadas incluye una aventura con un “maqui” (guerrilleros antifranquistas) en su última novela “La maestra de títeres” y el periodista Javier Valenzuela acaba de presentar “Pólvora, tabaco y cuero” en torno a sucesos que ocurrían durante la guerra en el Madrid que resistía.
La república sucumbió por falta de recursos, miles de bajas y la fuga de muchos hacia el exilio, además de los duros combates que se libraban en todas partes. Una vez cayó Barcelona, las tropas franquistas entraron en Madrid y cinco días después terminó la guerra. A pesar de ese final, cayó sobre España el tupido velo del franquismo, que no acabó hasta casi 40 años después cuando el general Franco murió. Esa noche oscura que fue la dictadura no propició la reconciliación y casi enseguida de acabar la guerra civil empezó la II Guerra Mundial.