ABUSO DE HACER EL RIDÍCULO
Por Mariela Sagel, El Siglo, 27 de febrero de 2017
Antes del inicio del carnaval causó polémica una valla publicitaria de una empresa cervecera en que decía que durante estas fiestas teníamos derecho a hacer el ridículo. Un muy poco edificante mensaje para una población que solamente está pendiente de esta época del año, en la que parece que todo se vale y que tiene su autoestima muy disminuida.
En un reciente artículo del escritor español Antonio Muñoz Molina en El País, en referencia a las diarias declaraciones del Presidente Trump, resaltaba que la chulería (gracias) se celebra como coraje y la mala educación como campechanía. Nunca antes se habían usado tanto las palabras élite y elitista para demeritar a quienes critican la ignorancia y la pobre educación del actual presidente.
Extrapolando la tortura diaria que pasan los estadounidenses con ese loco que eligieron como presidente, y lo que tenemos que aguantar aquí, no solo del loco prófugo sino de los gobernantes que con su cara de falsa decencia están llevando al país al desastre, mientras se ufanan de tener los índices de crecimiento más altos del continente, vemos que la diputada que se enarbola como dirigente de la juventud del partido de gobierno hace un comercial donde regala entradas al Pub Herrerano si se va a determinados poblados del país. También un embajador que pone un video en la página oficial de su misión yendo a una barbería de Calidonia y anunciando que va para Las Tablas. Se niega a abordar temas puntuales de su misión pero sí quiere hacerse el gracioso pasando como un tipo del pueblo.
Trump alega que él nació en Queens, un barrio de trabajadores e inmigrantes, y se jacta de su desprecio por todo aquello que no le ha hecho falta saber ni estudiar. La prueba de su autenticidad, de su legitimidad popular, es su grosería. Los que estamos presenciando aquí la decadencia que supuestamente se debe permitir en estos de días nos merecemos más respeto y dejar de aplaudir todas estas ridiculeces.