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Aniversario de la firma de los tratados

Por Mariela Sagel, La Estrella de Panamá, 13 de septiembre de 2020

El pasado lunes 7 de septiembre se conmemoraron 43 años de la firma de los Tratados Torrijos-Carter, que devolvieron a nuestro país su soberanía sobre la ignominiosa franja que, a ambos lados del paso transístmico, controlaba los Estados Unidos desde 1904, gracias a un tratado que ningún panameño firmó y que le permitió a esa potencia terminar de construir el canal que, con gran visión, inició el ingeniero francés Ferdinand de Lesseps, a fin de facilitar el tránsito entre los océanos Atlántico y Pacífico.

De Lesseps se había cubierto de gloria cuando culminó la construcción del Canal de Suez, en Egipto, pero las inclemencias del trópico y otros factores imponderables lo llevaron a la ruina y permitió a los Estados Unidos negociar, con uno de los más ambiciosos socios del francés, un tratado que representó una constante afrenta a nuestra soberanía, por la existencia de la Zona del Canal, que era el área que, a 8.1 km a cada lado de la vía, se atribuyó el país norteño y allí estableció bases militares en supuesta defensa del Canal, pero que resultó en una inmensa y potente maquinaria de espionaje a los países de América Latina.

Los tratados se firmaron en la sede de la Organización de Estados Americanos (OEA) el 7 de septiembre de 1977, ante la presencia de mandatarios de varios países y personalidades famosas, entre las que se encontraba el carismático actor estadounidense John Wayne, miembro del partido Republicano -partido que se oponía a los tratados-, y que desplegó un incansable cabildeo para conseguir los votos a favor del tratado dentro de su partido, y escritores como Gabriel García Márquez y Graham Greene. En Panamá, fueron ratificados en el mes de octubre de ese mismo año, y en Estados Unidos por un estrechísimo margen, para entrar en vigencia el 1 de octubre de 1979. El presidente Carter, a quien los votantes castigaron en las elecciones siguientes al no reelegirlo, estaba seguro, y lo sigue estando, de que con este tratado se corregía una gran justicia.

A partir de la entrada en vigencia de los tratados, se desarrolló una transición ordenada que duró 23 años, y que culminó con la transferencia del manejo del paso interoceánico a manos panameñas, que han demostrado al mundo su capacidad y eficiencia, produciendo sus ganancias el aporte más importante al fisco nacional.

Las negociaciones del tratado y su posterior ratificación representaron un triunfo de la diplomacia y fue la religión que unió a todo un pueblo en una causa común. No se disparó ni una bala, después de los aciagos días de enero de 1964, cuando estudiantes panameños quisieron izar la bandera en la escuela de Balboa, en estricto apego a un acuerdo suscrito en 1963 de que se izaran las dos banderas en los sitios públicos. El resultado de esta protesta pacífica fue un enfrentamiento brutal, en el cual murieron 22 panameños y el presidente de entonces, Roberto F. Chiari, rompió relaciones diplomáticas con Estados Unidos.

No fue una tarea fácil llevar a feliz destino esta transición. Hubo que desmantelar desde la figura del gobernador, los jueces, las leyes, el sistema institucional y estructural que regía esa pseudocolonia enclavada en el corazón de nuestro país, así como Migración, el control de los puertos, pero lo más importante fue que recuperamos el usufructo de nuestra mayor riqueza, la posición geográfica.

Fue una causa que unió a estudiantes, dirigentes campesinos, obreros, profesionales y todo un pueblo que clamaba justicia desde hacía décadas. Es posible que los estudiantes panameños no sepan de estos detalles de la religión que nos unió a todos en una sola causa, ahora que estamos viviendo la era de la inmediatez y de las redes, y que estamos sujetos a la agresión de los que se denominan vigilantes de la democracia, que no hacen nada más que añadir sensacionalismo a noticias irrelevantes que mantienen entretenida a la masa del pueblo, sin aportar ni un ápice de conocimiento o historia de lo que ha sucedido en Panamá y que nos ha hecho el país orgulloso que somos.

Este 7 de septiembre se verificaron varias conferencias en torno al tema, en forma virtual, en las que participaron los principales actores de ese triunfo de la diplomacia, como los negociadores Aristides Royo, Adolfo Ahumada y Omar Jaén Suárez, que aportaron anécdotas de ese proceso, además de la postura vertical que tuvo que adoptar Panamá para que se respetaran sus derechos.

No me queda más que exhortar a los profesores y estudiantes a que se introduzcan en esta parte tan importante de la historia de Panamá, que es un ejemplo a seguir por todas las naciones del mundo, el que un país liliputiense le ganara una batalla tan temeraria a la potencia más poderosa de la Tierra. Y agradecer a los negociadores que aún viven y nos comparten sus vivencias, para que no se nos olvide que, gracias a la visión y meta que se impuso el general Omar Torrijos, de conquistar esa frontera que nos partía en dos y vulneraba nuestros derechos soberanos, hoy podemos decirle al mundo que el canal es nuestro.