APRENDIENDO DEL DOLOR, entrevista al filósofo Javier Moscoso
Por Mariela Sagel, Facetas, 4 de septiembre de 2016
Javier Moscoso es un joven filósofo que ha abordado temas tan sensitivos como el dolor y vino a Panamá a presentar su libro «Historia Cultural del dolor». Esta es la interesante conversación que tuve con él.
La primera interrogante que le pregunto a Javier Moscoso es si es hijo de un político conocido de su país, España, que fue ministro de la presidencia del gobierno de Felipe González y él se apura a aclarar que no tiene ninguna relación familiar con él y ese vínculo ha sido una suerte y una condena. Suerte porque su homónimo fue un hombre que supo entender la función pública, concedió una serie de privilegios en términos de días y tiempo de libre disposición a los funcionarios, que se conocen como “los moscoso” y eso ha hecho mucho bien, y le ha abierto puertas para cuando ha hecho gestiones. Pero también es una condena por tener que ir diciendo que no tienen relación. Por ejemplo, en este libro del que vamos a hablar, el periódico El Mundo hace una reseña, señalándolo como uno de los mejores libros del año y pone la foto del ex ministroMS: ¿Aquí no te ha perseguido la fama de los Moscoso?
En América Latina el apellido es mucho más frecuente que en España. Hubo un virrey de Perú y un explorador del Mississippi.
MS: Cuéntanos del libro que presentaste en la Feria del Libro, titulado Historia Cultural del Dolor…
Es un libro para todo el mundo, una de las cosas que siempre he intentado y que me parecen muy importantes para cada autor es escribir para todos, no solamente para los iniciados, para los conocedores, ni mucho menos para los especialistas. Cuando se habla del dolor se habla de las experiencias humanas que nos pertenecen a todos y uno debe tener la responsabilidad de escribir para todos. Voy cumpliendo una tradición, mi madre es muy lectora, así que le doy siempre dos capítulos de lo que voy escribiendo y ella me dice si lo ha entendido bien, y eso me funciona. Por supuesto en un libro como éste hay diferentes niveles de lectura y de comprensión. Pero yo intento que todo el mundo entienda lo que escribo. Esto de que la filosofía y la historia solo son asuntos para iniciados no debe ser así. Hay autores que son innecesariamente oscuros, no es mi caso. Me gusta buscar objetos de estudio de los que todo el mundo tiene una opinión. Escribo sobre el cuerpo humano, sobre las emociones, las pasiones, ahora estoy acabando un libro sobre las ambiciones, los celos, la envidia, los sentimientos de la modernidad. Posteriormente voy a escribir una historia global de los dientes. Es lo que me interesa, escribir sobre temas de los que todo el mundo sabe algo pero plantear el asunto desde una forma reflexiva, convertir el libro en un espacio gentil –como se decía en el Renacimiento –que les permita a las personas encontrarse en ellos y abrir espacios de reflexión pública. Es lo que creo que tenemos que hacer los autores. Plantearnos lo que ha sido nuestro pasado, lo que es nuestro presente y lo que será nuestro futuro.
MS: ¿El libro tiene una estructuración de las diferentes clases del dolor, qué lo produce, lo motiva y cómo lo puedes ir manejando?
Más que las diferentes formas de dolor, está ordenado en las formas que han utilizado los seres humanos para convencer, a través de la historia, de los propios sentimientos. El problema del dolor o de las pasiones es que no solo afecta al que lo tiene, en el sentido privado, sino que en la medida que tienes de expresarlo, cuando tienes que buscar un remedio, por ejemplo, necesitas del concurso de otros, que pueden creer que exageras, que mientes, o a que no tienes derecho a expresar o sentir. Pueden ser cosas muy tangibles o inocuas, por ejemplo, el amor. Podemos expresar que estamos enamorados pero hay que persuadir a los otros de aquello que nos pasa. El libro está estructurado de esa forma, cada capítulo está planteado en la forma que hemos encontrado para convencer a los demás de la honestidad de nuestros sentimientos.
El dolor que puede ser imitado, el que puede ser representado, el que produce simpatía, el que puede ser cuantificado, el que puede ser compartido o narrado, son formas que hemos aprendido a que nos duelan las cosas, que no son productos de nuestra imaginación.
Tiene una estructura cronológica, porque no en todas las épocas de la historia se ha potenciado lo mismo. En el Renacimiento se potencia la cultura visual, en el siglo XVII la cultura imitativa, y así sucesivamente.
MS: Para llegar a escribir este tratado sobre el dolor has estudiado los procesos históricos, de cómo el ser humano ha afrontado los diferentes procesos dolorosos que ha tenido.
Claro, y además no se corresponden a lo largo de la historia. No solamente hemos modificado las formas en que expresamos el dolor, sino la forma en cómo estamos dispuestos a aceptarlo. E incluso, y esta es una de las ideas más audaces o radicales del libro, la forma en que lo sentimos. Aquí planteo en que la manera en que hemos ido manifestando el dolor se modifica con los tiempos, porque no todo nos parece igual, porque el dolor siempre tiene un componente evaluativo, un componente socio cultural, al que se suma, por supuesto, su dimensión biológica así como su dimensión sicológica, y eso hace posible muchas cosas: hace posible escribir una historia del dolor pero también hace posible consentir, a futuro, negociar, aceptar, tolerar o cuál es nuestra reacción cultural en este siglo XXI de una manera ética política en relación al dolor. Sea dolor físico, hospitalario, clínico, pero también social, sicológico.
MS: El dolor sicológico o emocional es de los más incomprendidos…
Absolutamente, el dolor sicológico, el dolor emocional, el que proviene de las enfermedades llamadas mentales, ya sea uno el protagonista en un tema siquiátrico o la depresión. Muchas veces estos dolores producen otros que acompañan a esa enfermedad siquiátrica. Un tema al que he dedicado una buena parte del libro es el dolor del corazón roto, el dolor del desamor. En el libro que estoy a punto de publicar, que se llama “Promesas incumplidas” lo examino a profundidad. Esto es parte de la historia de las ambiciones, porque las personas entienden que tienen derecho a casarse por amor, y que pueden casarse fuera del matrimonio de conveniencia, entonces entienden que su nuevo vínculo emocional está construido sobre unos parámetros, y entonces aparece un fenómeno muy interesante, la promesa incumplida en el contexto amoroso, la traición amorosa, que deriva en los celos. Pero si nos atenemos solamente a la traición amorosa, aquellas personas que han sido abandonadas a sus esperanzas sentimentales, padecen una enorme cantidad de sufrimiento. Un sentimiento que se ha visto muy bien reflejado en la literatura, pero poco estudiado en otras ciencias.
MS: Y no hay un remedio o medicamento específico para este dolor…
Así es, contrario, por ejemplo, a la mujer que enviuda, o el marido, hay mecanismos de duelo social que te acompañan, eres parte de un papel de relevancia social y tienes una comunidad que te arropa. Y la gente se siente compelida a apoyarte. Mientras que en el fracaso sentimental, no hay duelo social, la persona que ha sido abandonada es víctima y el que abandona es un villano. Esto también lo examino. La historia de la traición es la historia de quién la escribe. Por eso los mentirosos le tienen tanta aversión a la historia, quieren que todo se olvide, que no exista memoria, que no se note lo que ha dicho y lo que ha hecho. El traicionado está obsesionado con contar su historia, está obsesionado con los hechos, que es un elemento muy importante en la cultura contemporánea. Esto en la literatura está muy bien reflejado, pero desde el punto de vista cultural, desde el punto de vista médico, hay un enorme vacío. Promesas incumplidas hay de muchos tipos y es una experiencia enormemente traumática para la que no hay una clara respuesta social.
MS: Y en qué corriente filosófica enmarcas estos estudios?
La mayor parte de lo que hago se enmarca dentro de lo que se llama historia de las emociones, de las pasiones, pero a mí me gusta llamarlo historia de las experiencias. Porque las palabras están casi todas ya comprometidas, la diferencia que hay entre emociones, pasiones, sentimientos, es muy difusa. Prefiero usar una expresión más general, que dé cuenta del drama de las experiencias humanas, en una dimensión mayor, que no esté pautada. Si yo hablo de pasiones parece que estoy hablando de enfermedades, de estados patológicos. Me gusta hablar desde un punto de vista neutro y que cada cual saque sus conclusiones. Mi tarea consiste en resucitar, recuperar elementos olvidados del pasado y no en hacer juicios sobre las emociones o experiencias de los que he estudiado y están enmarañados en una tela de araña. Y así dar una oportunidad de reflexión a mis contemporáneos.
MS: A quiénes puedes llamar tus maestros, ya que todas estas teorías son muy innovadoras…
Sin ser pretensioso, yo estudio en España pero hago la tesis en Inglaterra y después me voy a Estados Unidos, de allí a Berlín. Tengo muchas referencias. Pero para este libro de “Promesas Incumplidas” reclamo la influencia de dos escritores muertos, uno es Honoré de Balzac, que es una figura inmensa, de una inteligencia prodigiosa, del que uno nunca termina de aprender, y la otra influencia es la de un historiador francés, menos conocido llamado Michelet (Jules), y este señor, después de escribir su Historia de Francia, dijo que era la historia de su propia vida, y se consideraba a sí mismo el notario de las herencias de los muertos. Y yo me siento un poco así, voy a los archivos y siento que tengo una enorme responsabilidad de sacar a la luz buena parte de ese material que ha quedado olvidado. Pero si lo que quieres es una figura técnica de corrientes filosóficas, puedo citarte algunas, pero estos dos son los que más me han influenciado en mi trabajo.
Pero yo no soy un filósofo de sillón, voy a los archivos y me mancho las manos con la historia. Es extenuante y extenso. Pero me emocionan mucho las historias de las personas que investigo. El personaje con que inicio mi nuevo libro es un hombre de comienzos del siglo XIX en Francia porque a él le prometieron una recompensa por hacer una gestión y llega a París, no le dan lo que le han prometido, pasa a no tener medios, pide dinero a sus padres, sus padres se lo niegan, y se hace detener, y como no ha cometido ningún delito, lo pasan al hospital siquiátrico. Allí lo evalúan, él cuenta su historia al médico que lo atiende y éste no acaba de entender por qué está allí. Probablemente esa primera noche que pasa en el hospital ocurrió algo porque a la mañana siguiente está enloquecido, quiere matar a todo el mundo, dice que le han ultrajado, y a medida que se van desenvolviendo los hechos te vas dando cuenta que esta persona no tiene salida y de hecho muere en ese sanatorio. Y como ésta tengo otras muchas historias. Y todas son reales. Y de allí saco las deducciones para aproximarme a los temas que trato en mis libros.
Balzac decía, por ejemplo, que él había intentado hacerle la competencia al registro civil. Yo voy al registro civil y encuentro otras historias, que son historias reales, de personas que han muerto, que se suicidaron, que se sintieron ultrajadas, engañadas en sus esperanzas y a veces este trabajo de archivos hay que tomárselo muy en serio porque estas personas no son producto de la imaginación, aunque hayan servido de referencia para obras literarias. Son seres de carne y hueso, cuyas historias están enterradas en los archivos.
Las emociones y las pasiones no han sido investigadas hasta ahora de manera sistemática. Y esto es importante que se haga porque todos sabemos que las decisiones que tomamos a lo largo de la vida tienen un componente emocional, no solo nos movemos por un equilibrio racional. A veces hacemos cosas porque nos sentimos compelidos a ello, incluso habiendo premeditación. Y todo eso se puede investigar, no es fácil, pero una cosa es que sea difícil de investigar y otra que no exista, y es una gran diferencia que a veces pasa desapercibida. Es preferible investigar elementos de nuestra cultura que son más sencillos. Mejor o peor, hay que poner énfasis en cosas que son complejas pero que son de todos, que todo el mundo entiende y que además, las cosas que yo escriba sirvan para dotar de algunos elementos a la construcción del futuro personal. Se trata de que las palabras de un humilde historiador sirvan para dotar de cierto sentido a gente que tiene que recomponer su futuro. Para eso es el uso de la historia.
MS: ¿Te consideras más historiador que filósofo?
Me considero a medio camino. Hago un uso filosófico de la historia pero mi compromiso es con los libros.