Mariela Sagel
El Siglo, 10 de febrero de 2014
El sábado se organizó un cabildo abierto en el parque Benito Juárez (en el Carmen) por parte de la Red Ciudadana Urbana de Panamá. El lugar estaba abarrotado y, como estamos en épocas electoreras, todos los aspirantes a un puesto de elección, aunque no comulguen con lo planteado en esa reunión, estaban en primera fila. Su objetivo es promover el urbanismo participativo con poder, y cuenta hasta ahora con la participación de más de veinte comunidades en los corregimientos de Betania, Bella Vista, Ancón, San Francisco, Pueblo Nuevo, Parque Lefevre, Rufina Alfaro y otros. Aspira reivindicar el respeto a los ciudadanos, para que se cumplan las leyes y se promueva la participación de los residentes de las comunidades, para evitar el caos urbano actual, para aspirar a una ciudad limpia, segura y en sintonía con el medio ambiente.
Fue una convocatoria masiva y el lugar se quedó chico, afuera en las áreas verdes había también mucha gente y los que fueron a apoyar esta iniciativa llevamos nuestras mascotas, otros llevaron sus bebés y se respiraba un mensaje de esperanza, de que se tomarían las medidas para que la ciudad no colapse como consecuencia del desmedido crecimiento sin planificación, del abuso de las zonificaciones y de querer sacar el máximo provecho del metro cuadrado, sin pensar en los que vivimos y respiramos en esta caótica urbe.
Se hicieron presentes muchas personas mayores, que han sentido seguramente cómo se ha deteriorado el nivel de vida de los habitantes de esta ciudad. Me quedé fuera del apretujado recinto, un poco para disfrutar del fresco de una tarde de verano, y también porque llevaba a mi perrito. Al lado mío se sentaron dos señoras avanzadas en edad, que manifestaron su incomodidad por la presencia de los políticos en algo que precisamente tiene que ver con ellos, y también por el calor y la incomodidad. Una de ellas pidió la volante que estaban repartiendo y cuando se iba, la tiró al piso. Yo la llamé, le dije que no dejara ese papel allí tirado, no con la idea de que lo conservara sino porque no se debe tirar la basura en el piso. Ella lo recogió de mala gana, se fue retirando del lugar y lo aventó más adelante en la hierba. Un señor que observó todo dijo: no se puede enderezar el árbol torcido. Si esa es la clase de ciudadanos que tenemos, que no le importa tirar basura a la calle, nos merecemos que nos construyan a diestra y siniestra en cualquier lote de la ciudad.