Arboricidio vergonzoso
MARIELA SAGEL*
Aunque la palabra “arboricidio” no existe como tal en el Diccionario de la Real Academia Española, para todos es conocido que la misma se refiere a la tala de árboles que se ve como una decisión humana “deshumanizada” que acaba con los árboles que dan sombra, frescura, oxígeno, son reguladores del cambio climático y generadores de vida. Y para los panameños, especialmente los que residimos en la ciudad, ha sido realmente vergonzoso lo ocurrido en la manzana de Obarrio, donde se acaban de talar 181 árboles para dar paso a una torre dorada, en el peor estilo kitsch, que ofrecerá 285 habitaciones en un hotel cinco estrellas, casi como trasplantado de un emirato árabe a tierras panameñas.
El tema tiene para mí una carga emocional muy fuerte, toda vez que desde pequeña fui asidua visitante a las casas que conformaban esa manzana, porque era compañera de escuela de dos chicas que allí vivían. Disfruté de los helechos gigantescos que con tanto esmero cuidaba tía Rita de Obarrio y era testigo del espectáculo magnífico que una o dos veces al año nos ofrecían los guayacanes. Si bien cada uno de los núcleos familiares que allí residía fue buscando otros lugares donde vivir, por la superpoblación a la que se ha visto enfrentada esta privilegiada área de la ciudad y por el éxodo imparable de los hijos que se casan y se mudan, esta cuadra siguió siendo un pulmón más que necesario para el inexorable cabreamiento global, como lo ha apodado Paco Gómez Nadal. Con el boom de las propiedades que se dio recientemente, dicho inmueble fue vendido y ahora, en un acto de total irreverencia e irrespeto hacia la naturaleza, se ha devastado totalmente su superficie.
Pero la responsabilidad no recae solo en las autoridades que aprobaron el Estudio de Impacto Ambiental Categoría I (que se aplica a los proyectos que no generan Impactos Ambientales significativos o cumplen con la Normativa Ambiental existente, y que no conllevan riesgos Ambientales y se sustentan apenas con una declaración jurada debidamente notariada) o los que le dieron luz verde a la tala de los árboles (ANAM en 2008 y 2009 en el primer caso y Municipio en 2010 en el segundo), sino también de las manos oscuras de los promotores, arquitectos, socios y “ facilitadores ” de todo este entramado.
El arquitecto del flamante Hotel Las Américas Golden Tower es un uruguayo de nombre Carlos Ott, que hizo la mayor parte de su carrera en Canadá y la coronó diseñando para los jeques árabes que residen en Dubai. De allí que piense que todo lo que brilla es oro. Su momento de fama le llegó en 1983, cuando obtuvo un premio en una competencia internacional para la realización de la Ópera de la Bastilla, que conmemoraba la Revolución Francesa.
Otra persona aparentemente involucrada en este descollante mamotreto es el español Jesús Barderas, que tomó relevancia en las páginas de nuestros diarios hace un par de años por haber estado impulsando el tristemente recordado Centro Energético de las Américas y catalogado por un informe que en su momento levantó el Consejo de Seguridad como un “ magnate de los bienes raíces ”. Sus no muy transparentes ejecutorias nos llevan a negocios que ha hecho en la República Dominicana, donde, en su momento, conoció a importantes funcionarios del gobierno anterior.
Otro nombre que saltó a la vista —y sin que yo forme parte de ninguna unidad investigativa— es el de Henry Mizrachi, quien aparentemente ha estado en el ojo del huracán por quejas que ha recibido de parte de compradores insatisfechos de otros proyectos inmobiliarios que ha estado impulsando.
Lo malo de esto no es que lo talado ya talado está, lo peor es que el gobierno actual alega rampantemente que no puede hacer nada porque estas aprobaciones —menos la de la tala indiscriminada— fueron dadas en el gobierno anterior, pero no pasan la oportunidad para deshacer cualquier cosa que les cause inconveniente, como sacar en menos de cinco horas a la procuradora o mandar a un ex presidente a su casa en un caso donde se violan todas las garantías constitucionales.
Doble moral y doble arboricidio que seguiremos condenando mediante acciones de protesta y sembrando no solo ideas, sino también árboles para demostrar que ni las unas ni las otras las pueden abolir acciones de ignorancia supina y mucho menos intereses mezquinos que no tienen que ver con los de mejorar la calidad de vida de los panameños.