Para entender cómo funciona este asunto he recorrido algunas de las estaciones del metro de Estocolmo, conocido como Tunnelbana, que se ha convertido en la galería de arte más larga del mundo. Con una extensión de 110 kilómetros, tiene obras de unos 150 pintores, escultores y otros artistas, en 90 de las 100 estaciones, además de que despliega murales y decorados impresionantes y también se reproducen manuscritos o páginas de poemas, libros o citas célebres en mosaicos pintados con este propósito.
El Metro de Estocolmo fue inaugurado en 1950 y desde sus inicios, tanto los partidos políticos como las autoridades estuvieron conscientes de que el arte no solo ayudaba a modular las emociones, sino a promover una cultura de paz. En un esfuerzo conjunto entre el Ayuntamiento (autoridad municipal o alcaldía) y un grupo representativo de artistas, se fueron instalando poco a poco las obras en las diferentes estaciones, a partir de 1955.
Uno puede visitar esta hermosa galería por apenas el coste de un boleto del Metro y el sistema ofrece visitas guiadas en algunas de las estaciones más emblemáticas. La comunidad artística así como las autoridades municipales y culturales velan para que esta gigantesca exposición sea dinámica, se mantenga, se renueve y, sobre todo, que sea instructiva y didáctica.
El Metro de Estocolmo tiene tres líneas y cada una cuenta con una decoración única. En su momento hubo un grupo de artistas que impulsó esta idea, pero ahora se ha conformado un comité que integran representantes de todos los movimientos que deciden por concurso lo que se va a instalar. Eso evita las roscas y los odiosos grupitos que existen en todos los círculos artísticos.
Este es el momento del Metro, el de hacer no solo la diferencia en la forma de transportar a los panameños en la capital, sino de exponerlo a las manifestaciones artísticas que para muchos pasan desapercibidas porque jamás van a un museo o galería de arte. INAC, Alcaldía y Secretaría del Metro tienen un reto por delante.