MARIELA SAGEL
El Siglo, 8 de julio de 2013
Decirle atrevido a alguien es común, pero que sea un atrevido supino quiere decir que es un infinitivo sin fin. A diario sufrimos estos vejámenes, pero la reciente sustentación de por qué le van a poner a la ciudad hospitalaria el nombre del presidente rebasa cualquiera metida de pata que hayamos visto y sufrido.
El director de la Caja de Seguro Social dijo cándidamente en una entrevista con el periodista Álvaro Alvarado que el presidente donó los terrenos e impulsó el proyecto. Esa no es la gran cosa, es su responsabilidad como mandatario. Siguió diciendo que cuando el presidente fue director del Seguro Social no pudo hacer los cambios que quería —gracias a Dios y al ‘Toro’ que no lo dejaron— y que de alguna manera se le reconoce su esfuerzo llamando al proyecto con su nombre. Hasta allí todo bien, dentro de la justificación que él había sido de la idea (el director) de ponerle así.
Pero el sumun de los atrevimientos fue señalar que a los complejos hospitalarios se les ponen nombres de personas que ni siquiera son médicos, y hace referencia al Dr. Manuel Ferrer Valdés. Me permito señalar que este ilustre galeno, que además fue un intelectual que le dio lustre al país, estudió en España y también en México, en la escuela médico militar de la capital de ese país. La policlínica pediátrica del barrio de El Marañón lleva su nombre con justicia. Fue el primer médico que se incorporó a los servicios de la Caja de Seguro Social.
Además de dedicado doctor en medicina, cultivó como escritor el ensayo, la narrativa y la crítica literaria. Entre sus obras está La muerte de la ópera en la selva, que recientemente fue reeditada. Dejó otra obra inédita que seguramente nos maravillaría si hubiera sido publicada y siempre estuvo muy relacionado con los intelectuales panameños.
José Franco, en la contratapa de la reedición del libro señala que fue ‘un escritor exquisito, que nos dejó una obra perdurable, que enriqueció su vida con una conducta ejemplar de ciudadano, llena de solidaridad en la amistad personal y en especial en los campos de la medicina’.
Fue un gran panameño y médico a carta cabal, y bien merecido tiene que hayan designado ese hospital con su nombre. El señor Sáez Llorens debe pedir disculpas públicas por este atrevimiento y empezar a explicar problemas más graves que tiene la institución, como la muerte de los neonatos.