MARIELA SAGEL
El Siglo, 6 de febrero de 2012
El viernes, en el marco de los conciertos que anualmente organiza la Autoridad del Canal de Panamá (ACP) para la temporada de verano, nuestro cantante insignia de renombre internacional, Rubén Blades, subió a la tarima frente al monumento a Goethals, ante una multitud de panameños y extranjeros que estuvimos escuchándolo durante más de cuatro horas.
Estas actividades de la ACP siempre son concurridas porque son gratuitas, pero, además, porque al celebrarse en esta temporada de hermosos atardeceres y fresca brisa permiten a muchas familias pasar verdaderos momentos de convivencia sana. Aunque la colina, que está a los lados de las escalinatas sea muy empinada, todos nos ingeniamos y llevamos nuestros petates para sentarnos a escuchar uno de los mejores conciertos que ha dado el cantautor.
No fue un concierto típico, aunque como siempre y como todo el mundo esperaba, lo remató con ‘Patria’. Algunas canciones sorprendieron por lo temprano de su composición, y otras por el desconocimiento de la mayoría sobre los motivos que ha tenido siempre Rubén al señalar hechos que no pasan de moda, sino que son ideas y pensamientos que prevalecen y, muchas veces, emocionan.
Precisamente cuando todos estábamos embelesados con el concierto, que tenía una magnífica acústica en las faldas de ese adusto edificio construido hace 98 años para la inauguración del paso transístmico, estaban avanzando las conversaciones entre los dirigentes de los pueblos indígenas del oriente chiricano y las autoridades nacionales.
Además de la excelente organización del concierto y el impecable sonido, observé que es probable que los panameños aún tengamos un poco del síndrome de la Zona del Canal, ese que hacía que cuando entrábamos a la Zona condujéramos mejor, no sonáramos innecesariamente la bocina ni tiráramos basura en la calle. El área por donde circulábamos, aún cuando no se veían muchos tanques donde depositar la basura, no estaba llena de desechos, como me relataron que ocurrió recientemente en el ‘Desfile de los globos’.
De igual forma, las personas estaban entusiasmadas, cordiales y en una variopinta de perfiles del panameño no había ninguna actitud de egoísmo ni de juega vivo tan característica, a pesar de las largas horas que duró el concierto. Hubo mucha paciencia, entusiasmo y cariño hacia el cantante y los organizadores.
Fue un hermoso regalo que nos dio la ACP y, a la vez, un gran reconocimiento que hizo Rubén a la labor de todos los que allí laboran y a su administrador, que este año se retira.