MARIELA SAGEL
La Estrella de Panamá, 1o. de Abril de 2012
El jueves 29 de marzo se celebró, en el Museo de Arte Contemporáneo, su cincuentenario, 50 años de haberse creado el Instituto Panameño de Arte (Panarte), que en los años 80 ocupó el antiguo templo masónico de Ancón, que hoy es el MAC. Si la memoria no me es infiel, ese inmueble fue de los primeros en ser adquiridos en las áreas revertidas, que, como todos recordamos, fueron regresando a Panamá poco a poco, a partir de la puesta en vigencia del Tratado Torrijos Carter.
No es un aniversario cualquiera y no es una causa cualquiera. Hace 50 años las expresiones artísticas no eran apreciadas ni cultivadas por la mayoría de gente, eran vistas como expresiones de una ‘elite’ y cultivadas por gente ‘snob’. Un grupo de ciudadanos, muy conscientes que en otros países las artes eran respaldadas y consumidas por las grandes mayorías, decidieron establecer un centro para la divulgación de la pintura, de la escultura, de las artes plásticas. Entre ellos estuvieron Alberto Dutary, pintor panameño ya fallecido, Pat Picard Amí, Graciela de Eleta, Coqui Calderón, Adolfo Arias y muchos otros que se sumaron al esfuerzo.
Cincuenta años, pero todavía queda mucho por hacer: el MAC debe ser incluido dentro de las tours turísticos que atraen a muchos extranjeros y que visitan el Canal y el Casco Antiguo, pero no tienen idea que hay un museo moderno que muestre valiosas obras de artistas panameños. Debe recibir el apoyo masivo de la comunidad, que lo visite y lo adopte como parte de su patrimonio, como lo es el Parque Omar o la ahora Cinta Costera. Estoy segura que muchos de los que me leen no han puesto sus pies en ese museo. Debe recibir respaldo del mismo gobierno, especialmente ahora que se debate una ley de cultura, que todo indica que se elevará el INAC a Ministerio de Cultura. Y debe seguir marcando pautas, como hasta ahora lo ha hecho, exultando excelencia y promoviendo el conocimiento a todo nivel.
El Museo de Arte Contemporáneo está en la Calle San Blas, de Ancón. Colinda a un lado con la avenida de los Mártires y del otro, con las comisiones de trabajo de la Asamblea de Diputados. La planta baja de ese inmueble, que anteriormente fue un templo masónico, fue remodelada siguiendo las tendencias museísticas actuales, y el piso de arriba preservó el rico artesonado que enmarcaban su techo de aguas. Los retos son muchos, pero Panamá bien vale un museo.