Lunes 23 de febrero de 2015
Una celebración tan banal como el Carnaval, que se llama así porque es la fiesta de la carne, ha sido el escenario para conmemorar el cuarto centenario de la primera edición de la segunda parte de la obra ‘Don Quijote de la Mancha’, del autor español Miguel de Cervantes.
El libro más emblemático de la lengua española se vio reflejado en escenas características de esta segunda parte, que se imprimió en 1615, más concretamente el 27 de febrero en Madrid.
Se mostraron escenas maravillosas en esta grandiosa recreación. Un don Quijote sobre su caballo Rocinante, rodeado de rayos de fuego, todos en forma mecánica, en forma de marionetas de madera, enfrentándose a imaginarios caballeros andantes o regalando una rosa a su damisela, Dulcinea.
También se vio a Cervantes escribiendo sobre una hoja sin fin y rodeado de libros con los que sueña y que giran en torno a su cabeza.
Sancho Panza no podía quedarse atrás, se le vio dando rienda suelta a su glotonería. Todo el esfuerzo fue posible por compañías de teatro y productores que se esmeraron en buscar la representación más vívida, y también la más alegre, del andariego de la Mancha.
Se incluyó la recreación de los diversos capítulos de este segundo libro y se hizo mano de títeres manejados por titiriteros en zancos.
Una verdadera obra de arte y al mismo tiempo una diversión sana y de altura para celebrar el carnaval.
Esto se verificó desde el 14 de febrero y culminó con el entierro de la sardina con todos los honores, en un pequeño ataúd y cargado por imponentes señores vestidos de capa y sombrero, al estilo del cuadro de Goya, que recorrió varias calles del centro, en alegre cofradía, igual que se hacía en el reinado de Carlos III en el siglo XVIII.
Una forma de respetar la historia, y al mismo tiempo enseñarla de una manera alegre, en la fiesta de la carne.