DE PARTE DE ANATOLIA
Por Mariela Sagel, Facetas, La Estrella de Panamá, 22 de abril de 2018
Una familiarización con la Turquía musulmana debe tomar en cuenta los cinco llamados diarios a la oración que un muecín hace desde cada mezquita, y empiezan a las 5:30 de la mañana. El muecín es el hombre (nunca es una voz de mujer) que desde el alminar de la mezquita convoca en voz alta a los fieles musulmanes para que acudan a la oración. Los almuédanos están supuestos a tener una voz potente para que, sin necesidad de parlantes, sean escuchados por los fieles. Pero en todas las mezquitas y en todas las ciudades se han colocado potentes bocinas que se dejan escuchar en tierra y mar.
Estambul es una de las tres ciudades en el mundo (las otras dos son Atyrau, en Kazajistán y Oremburgo, en Rusia) que tiene un pie en Europa y el otro en Asia. Es alucinante ver a un lado de la ribera del estrecho del Bósforo la parte asiática y del otro la europea.
En el mar de Mármara, ese mar interior que une las aguas del Mar Negro y el Mar Egeo, están las islas Príncipe, que apenas son cuatro. En una de ellas, Büyükada, vivió de 1929 a 1933 León Trotsky, huyendo de la persecución de Joseph Stalin. Después emprendió su exilio europeo que lo llevó a varios países para finalmente recalar en México, pero hasta allá, en 1940, lo alcanzó la mano larga y vengativa del dictador soviético, en la forma de un piolet que cruelmente enterró sobre su cráneo Ramón Mercader.
LA CIUDAD MÁS EUROPEA DE ASIA
Estambul es una ciudad cosmopolita y a menudo deslumbra por su agresividad, mezcla de historia y mercantilismo. Algo que han hecho bien los turcos es vender estupendamente el país. Y lo han hecho tanto desde sus productos como desde sus servicios. Sorprenden, en esta época del año, sus cuidados jardines públicos, diseñados al punto del preciosismo, responsabilidad del Ayuntamiento, y donde destacan los tulipanes, que son originarios del Imperio Otomano.
Sus incontables monumentos históricos son de obligatoria visita, como la Mezquita Azul (la primera que tuvo seis minaretes), la catedral de Santa Sofía (construida por los bizantinos y posteriormente ocupada por los otomanos), así como el palacio Topkapi, donde vivieron varias generaciones de sultanes, que están allí enterrados y hay salas de exhibición de relojes incrustados con piedras preciosas, vajillas de las mejores casas europeas y asiáticas y armas salpicadas de pedrería.
Una visita que no se debe obviar es la basílica de la Cisterna, llamada “Palacio sumergido”, del período bizantino, (que data del año 527-565) por la impresión que dan sus 336 columnas de mármol, cada una de 9 metros de alto, que se lanzan hacia el cielo desde el agua. Hay que bajar 52 escalones para ver toda su majestuosidad y el cielo abovedado que traslada las cargas tanto de presión como de peso. Casi todas sus columnas son cilíndricas. Hay dos que tienen como bases en bajo relieve la cabeza de Medusa. Son muchas las leyendas sobre este personaje de la mitología, todas fascinantes. Mientras se recorre esa misteriosa basílica, se escucha una música suave que va acorde a los peces que navegan en las aguas que están siempre bajo nuestros pies.
Un crucero por el Bósforo es algo obligado e inolvidable. Con un buen guía se puede entender muy bien la importancia que, a través de la historia, ha jugado este misterioso estrecho, que ha sido un sitio estratégico desde el punto de vista geopolítico y que fue la razón de que el emperador romano Constantino I el Grande estableciera allí, en 330 d.C., su nueva capital, Constantinopla. Con este nombre se refieren aún, con añoranza, los actuales griegos. Su historia es interminable como incontables han sido los intentos de controlarlo. Es un canal angosto en forma de «S» de naturaleza compleja, con varios cabos y curvas pronunciadas, lo que dificulta la observación en las esquinas. A ello se agrega el fenómeno de las corrientes cambiantes. El tránsito por el estrecho no se cobra, hasta ahora.
Tales condiciones geográficas y oceanográficas hacen que la navegación por el Bósforo, abierta al tráfico internacional, sea difícil y arriesgada. Durante los días que estuve en Turquía un barco perdió el control y se estrelló contra la mansión centenaria donde se filmaron algunas de las series que pusieron de moda las novelas turcas, con Onur de protagonista en “Las mil y una noches” y Suleymán en “El Sultán”. Como en otros países, en Panamá también la turcomanía o el apogeo de las novelas turcas ha desplazado a las de otros países en años recientes.
Destaca en esa visita marítima el Cuerno de Oro, un histórico estuario del estrecho, que divide Estambul. Este emplazamiento, que forma un puerto natural espectacular, ha protegido a los barcos griegos, romanos, bizantinos, otomanos y actuales, durante miles de años. Primero fueron los griegos que lo acondicionaron para establecer allí la ciudad de Bizancio y bajo el imperio bizantino se construyó un muro que bordeaba la costa y protegía a la ciudad de ataques desde el mar.
Desde la colina Eyup se contempla toda su magnificencia. Pierre Loti, el escritor y académico francés, se enamoró de una mujer turca y le dedicó una obra, Azidayé. Allí edificó su casa y hoy día es un sitio de culto, donde se va a comer, tomar algo y luego bajar en un funicular que pasa por sobre un cementerio y llega a las orillas del estrecho.
EL MÁS ASIÁTICO DE LOS PAÍSES
Turquía es un país que emergió de una revolución realmente ejemplar en 1923, cuando el héroe nacional Mustafá Kemal Ataturk logró vencer el imperio otomano y construir una nación, bajo los cánones modernos y europeos, con la adaptación al alfabeto latino e instituciones independientes. El imperio otomano estaba representado por el sultanato, los visires y los bajás y todo eso pasó a ser una república. Es un país de 80 millones de personas, 18 de las cuales viven en Estambul, que hace producir su tierra con una gran variedad de productos, que tiene una agresiva industria ganadera y que ha sido testigo de excepción de las civilizaciones. Parte de su extensa geografía se denomina Anatolia, que corresponde a Asia menor.
En el majestuoso palacio de Dolmahbace, en la ribera europea del Bósforo, estuvo la sede del gobierno hasta 1922. En ese Versalles turco, que tiene la lámpara de araña de cristal de Bohemia más grande que uno imagine, murió Ataturk en 1938, por quien los turcos sienten una total devoción.
El escritor español Miguel de Cervantes Saavedra, padre de la novela moderna, estuvo preso en Argelia, y fue liberado cuando estaba en una de las galeras (barco bizantino) que zarparía rumbo a Constantinopla, atado con «dos cadenas y un grillo».
De Capadocia es San Jorge, que fue soldado, después mártir y al final santo cristiano. Se estima que vivió en los años 270 y su muerte fue el 23 de abril de 303. San Jorge es un fenómeno del sincretismo, porque su veneración se da tanto en las religiones afroamericanas como en las musulmanas, especialmente las del oriente medio como Palestina, donde adopta el nombre de Mar Giries (árabe cristiano) o Al-Khader (árabe tanto cristiano como musulmán).
San Jorge tiene una representación especial en el museo al aire libre de Göreme, dentro de unas cuevas rupestres, pintadas al fresco. El aniversario de su muerte es el símbolo para la celebración del Día Internacional del Libro, que es mañana, en todo el mundo, que coincide con el aniversario de la muerte de tres grandes de las letras, Miguel de Cervantes Saavedra, William Shakespeare y el Inca Garcilaso de la Vega (murieron el mismo año, 1616). A san Jorge siempre se le representa sobre un caballo blanco enterrando una daga sobre un dragón y se dice que de la sangre del dragón brotó una rosa, que el valiente caballero entregó a la princesa que él salvó. De allí la tradición que se regale, en ocasión de esta celebración mundial, un libro y una rosa.
Desde 1995 Unesco estableció esta fecha como el día Internacional del Libro y el Derecho de Autor, y en Panamá la Embajada de España organiza una lectura continuada del Quijote, obra máxima del escritor Miguel de Cervantes Saavedra. La embajada de Perú inauguró una muestra sobre el Inca Garcilaso y el nacimiento de la cultura mestiza en América el pasado jueves 19 de abril.
CANCIÓN DEL PIRATA, por José de Espronceda, poeta español del romanticismo
Con diez cañones por banda,
viento en popa a toda vela,
no corta el mar, sino vuela,
un velero bergantín:
bajel pirata que llaman
por su bravura el Temido,
en todo mar conocido
del uno al otro confín.
La luna en el mar riela,
en la lona gime el viento,
y alza en blando movimiento
olas de plata y azul;
y ve el capitán pirata,
cantando alegre en la popa,
Asia a un lado, al otro Europa
y allá a su frente Stambul.