Publicado en La Estrella de Panamá
3 de enero de 2010
Newport Coast, CA. Leía hace poco que la expresión “echar de menos” no debería ser tal, sino lo contrario, “echar de más”. Sin embargo, hurgando en el significado de las expresiones, encuentro que “echar de menos” significa en teoría “notar la falta de alguien o algo” o “tener sentimiento y pena por la falta de alguien o algo”. La forma castellana que se documenta a partir del siglo XIII es “echar menos”, pero en el siglo XVIII se convirtió en “echar de menos”. Como siempre, el “de” se cuela en todo lo que decimos. Pero es el “más” o el “menos” lo que está en discusión.
El año que acaba de terminar tuvo de todo: unas elecciones que culminaron un proceso que fue innecesariamente doloroso, agotador y por demás costoso, donde presenciamos atónitos cómo se ventilaban conciencias y vituperaban prestigios, además de confirmar aquello que “todo pueblo tiene el gobierno que se merece” y lamentablemente, nuestro Panamá no solo lo ha más que confirmado, sino que demostró que la calidad del nivel de la población está íntimamente ligada a los candidatos que tuvimos y donde a duras penas votamos por el menos malo, porque no nos quedó de otra. La época pre y post elecciones ha sido todo lo incierta e inestable que una pueda imaginar y aún no termina de arrancar este Singapur to be, como pretenden hacernos creer algunos ilusionistas.
También se desinflaron estrellas y sueños, pero damos gracias a Dios porque no hubo grandes tragedias colectivas, como en años anteriores, y dentro de todo lo malo que fue la accidentada puesta en escena de las villas de la Cinta Costera, no se ven tan mal, aunque no hayan ganado ningún premio Guinness y mucho menos se tropiece uno ni por casualidad con un Niño Dios en un pesebre o con los Tres Reyes Magos, una vez se haya estrellado contra los muñecos de Disney y los avatares chinos.
El año que termina nos dejó algunas tristezas por la partida en forma prematura de amigos entrañables y también alegrías, por los triunfos de nuestros hijos y allegados, ya sean personales o profesionales. El cambio climático nos tiene locos y vivimos verdaderos contrastes en nuestro país tropical, con lluvias torrenciales y veranos borrascosos en los momentos más inesperados, aprestándonos a tener una larga temporada seca, donde la tierra va a estar pidiendo a gritos por agua, que es hoy el recurso más importante y también, el más desperdiciado, especialmente en Panamá.
La educación no termina de entenderse ni por las autoridades encargadas y así como los padres le echan la culpa a los maestros y profesores por el fracaso y las malas actitudes de sus hijos, los maestros hacen poco o nulo esfuerzo por enderezar varillas que vienen torcidas por malos ejemplos presenciados en casa y estamos ante una (o varias) generaciones perdidas, que lo único que van a aportar a la urgencia de un cambio de actitud de parte de nuestra juventud, —que imita solamente lo que ve en la televisión y en las revistas de chismes— es la habilidad en los teclados de los blackberries, que ya ni respetan las reuniones familiares y mucho menos los espectáculos públicos.
En fin, un año más o un año menos, igual al dilema de echar de menos o de más o aquel que dice del vaso medio lleno o medio vacío. Todo un año desperdiciado o uno digno de un rico crecimiento intelectual. El balance es al final de uno mismo y, en lo que a mí respecta, a pesar de las pérdidas personales y de los desencantos, ha sido aleccionador saber dónde debo enfocar mis esfuerzos para que los mismos no resulten fallidos.