Educación: la última oportunidad
MARIELA SAGEL
El Siglo, 22 de abril de 2013
El próximo Gobierno tendrá que hacer una labor titánica en el campo educativo. Habiendo experimentado el país tanta bonanza económica y cuantificado los logros de una gestión en obras civiles realizadas —y tranques inenarrables en la ciudad—, las materias de salud y educación han sido relegadas a último plano. El crecimiento de un país se mide en resultados de avance en los campos de la medicina y el mejoramiento educativo. Pero en el caso de Panamá, ambas asignaturas estarían ganando una nota muy baja si nos ponemos a calificarlas.
El lustro que empieza a partir del 2014 ha de ser decisivo y si fallamos en eso, mejor nos olvidamos de rescatar a nuestra juventud y niñez. Y digo a partir del 2014 porque es muy claro que a la actual gestión de Gobierno no le interesa en nada sentar patrones educativos, ni siquiera educar con el ejemplo. De ello dan fe los desafueros que tienen tanto el presidente como sus ministros —y los aspirantes a ungidos en el partido gobernante— cuando hacen el ridículo bailando chabacanadas en público y frente a otros mandatarios. Si bien algunas de las obras civiles eran urgentes, necesarias y fueron pautadas desde gobiernos anteriores, convergieron todas al mismo tiempo, lo que ha agudizado los tranques en la ciudad, que ya nadie aguanta. A estas alturas me preocupa que no se esté invirtiendo en una educación colectiva del uso del Metro, habiendo pasado por una experiencia como la salida de los diablos rojos y la obligatoriedad del uso de tarjetas electrónicas para acceder al servicio de transporte colectivo. Hay que recordar que una crisis de transporte causó estragos en Chile en 2007, por lo que se debe ser muy cuidadoso en atender las expectativas de los usuarios y afectados por un sistema nuevo, que en este caso somos todos.
El tema educativo no se mejora haciendo un concurso de cuentos o persiguiendo universidades que no cumplen con los requisitos para operar. El asunto requiere una visión integral de la educación, desde el hogar, y en eso influyen mucho tanto los medios de comunicación como los parámetros que marque el núcleo familiar. Deberíamos exigir a todos los candidatos, para el puesto que sea, desde representante a presidente, su programa educativo, para que podamos seguir de cerca cómo lo desarrolla. Si no hacemos algo por mejorar desde los modales hasta el interés por estudiar carreras superiores, mejor nos vamos despidiendo de las siguientes generaciones.
Como diría Ignacio Ramonet: ‘Ha llegado la hora de reinventar la política y el mundo’.