Mariela Sagel
Lunes, 20 de septiembre de 2010
El Siglo
Recientemente salió en la noticias que a Martín Torrijos le van a dar un contrato de asesoría en la Organización de Estados Americanos y ardió Troya. Hasta los más conspicuos personeros de este gobierno vociferaron desacreditando al ex presidente violentando un derecho que tiene todo ciudadano de este país, que es el de tener un trabajo, aunque éste no haya ejercido esa práctica por pruritos tan infantiles como si éramos del grupo del ‘Toro’.
Llaman la atención los aspavientos que se levantaron cuando se insinuó que Martín asesoraría a Inzulsa. Ese hecho puso en peligro la fastuosa fiesta que dicen va a celebrar —o ya celebró— el tránsfuga de Willie Cochez, a quien el gobierno de los locos le premió su adhesión con la embajada ante ese organismo, cruzando a muchos militantes del partido que se dice llamar Cambio Democrático, que no es ni de cambio, ni es democrático. Por allí mismo le sacaron a la OEA que había mandado, sin el consentimiento del gobierno panameño, a otro ex presidente de observador a Bolivia, como si las decisiones de ese organismo debieran consultarse con una gestión que precisamente adolece de una crónica falta de política exterior.
Como dice mi admirado Domplín, en este país somos cómicos. Nos debe enorgullecer que panameños sean honrados con designaciones semejantes, más si esas personas han ocupado puestos de importancia en el rejuego político. Tanto Martín Torrijos como Aristides Royo son personas perfectamente idóneas para asesorar no solo a Insulza, sino a otros gobiernos porque estuvieron en puestos de conducción gubernamental donde se tejen muchas telarañas que a veces enredan a los que están dentro del engranaje. Torrijos tiene a su haber todos los amigos incondicionales que tuvo su padre, como Gabriel García Márquez, Felipe González y Aristides Royo, quien es una figura tanto profesional como cultural a nivel internacional.
En cambio, si la tal designación cayera sobre algún personero de cualquier pelafustán de un partido de gobierno, las bocas quedarían cerraditas, o las ponderarían a más no poder. ¿Pueden imaginarse que a Mireya Moscoso le pidan asesorar a Insulza? Podría asesorar a la esposa de éste en cómo no andar andrajosa, por ejemplo. O a la recién desempolvada señora Sánchez, en cómo guardar dólares en una refrigeradora.
Así que dejémonos de tonterías y aplaudamos que a un panameño se le nombre en una organización como la OEA de asesor.