La ética y la política Opinión Publicado en El Siglo

El oficio de columnista

MARIELA SAGEL
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Los que nos leen creen que este oficio de escribir columnas de opinión es soplar y hacer botellas. Y encima tienen el atrevimiento de agredirnos si no están de acuerdo. El que tiene una columna de opinión es porque tiene la valentía de exponer lo que piensa de algo, esperando que quien disienta, lo haga con respeto. Hay quienes ponen su acuerdo o desacuerdo en la misma página digital, o quienes se toman el trabajo de escribirle al autor.

No acostumbro ver los comentarios que ponen las personas en el mismo periódico, porque ya me he dado cuenta que muchos lo hacen desde el anonimato, escudándose en falsas identidades. Otros, convencen a columnistas fijos que escriban contra un tema y son los primeros que ponen comentarios elogiosos y ataques con nombre y apellido, muchas veces por asuntos tangenciales. Esos son patéticos y da mucha pena que los que se consideren columnistas serios se presten para esa triangulación de odios y maldades.

El oficio de un columnista es esclavizante, no remunerado, tiene una extensión limitada, además de ingrato. Es decir, uno se tiene que ceñir a las palabras que le permita el formato del diario. Tener una columna fija es aún más esclavizante aún, porque requiere que uno siempre tenga cosas frescas qué decir y que sean interesantes para el público y que las envíe a tiempo. Yo tengo casi 30 años de emitir mi opinión, tanto en temas políticos como culturales, en diarios locales y extranjeros, y en revistas nacionales e internacionales. Así que vengo de vuelta de todo.

En 1998 nos unimos a un grupo de «escribidores» en un Círculo de Columnistas, que tuvo poca vida, pero mucha salsa, porque las mejores plumas de entonces convergieron allí. Algo muy importante que se realizó durante esa corta vigencia fue recibir capacitaciones de profesores de español y de periodistas experimentados.

Las columnas de opinión son eso, la opinión de quien las escribe y como nadie es monedita de oro para caerle bien a todo el mundo, hay quienes no nos leen, o a quienes no leemos. Yo dejé hace mucho rato de siquiera mirar el titular del todopoderoso farsante de La Prensa , porque no paso al que cree que sabe escribir o que todo lo sabe. Igual pueden hacer todos aquellos que no les caigo bien.

Me adhiero a lo que una vez dijo Voltaire: «Detesto lo que escribes, pero daría mi vida para que pudieras seguir escribiéndolo». Esa es la base de la libertad de expresión.