Los recientes ataques contra el diputado José Blandón en relación a un tema de pensión alimenticia es solamente la punta del iceberg de lo que nos viene en esta campaña electoral. El daño que se le hace a la población panameña, a través del mal uso intencionado de información que es privada no solo afecta a los directamente involucrados, sino que envían mensajes errados a los ciudadanos que llegan a pensar que esas conductas hay que emularlas y con creces.Debemos diferenciar dos tipos de ataques: el que se le hace a un candidato o político y que afecta a su familia (como le pasó al ex aspirante a candidato a alcalde, que en 2009 lo acusaron de estar vinculado al colombiano David Murcia y este año tuvo que declinar sus aspiraciones por darse a conocer deplorables declaraciones que él hizo sobre un contrincante), y el que involucra a los hijos como en un tira y jala. En el primer caso los hijos son víctimas indirectas, porque sufren los comentarios alrededor de ellos y se ven expuestos a toda clase de acosos (ahora se les llama ‘bullying’), pero en el segundo se siente como que los hijos son la causa y el motivo, por el cual se está peleando por una determinada suma de dinero. Sea verdad o mentira, esa diferencia les afecta aún más. Si se le dice que su papá es un maleante es duro, pero si se le dice que su papá no ha sido responsable pecuniariamente de él, se va creando resentimiento, más si ese sentimiento es inducido por su ex cónyuge.
El tema de pensiones alimenticias, sobre todo en torno a figuras políticas, se presta para chantajes. Los medios y los abogados deberían tener un mínimo de ética para utilizarlo como si fuera un arma, una diferencia que existe en torno a ese asunto. No deberían prestarse para eso, y si lo hacen, es por maldad, con premeditación y alevosía y seguramente, pagados por eso.
Los daños que se les hace a los hijos no se ven a la corta distancia, muy por el contrario. Se les siembra el resentimiento que conduce a actitudes y a comportamientos que a la larga se verán reflejados en sus conductas de adultos. Es irreversible el perjuicio que se le hace a un niño o adulto, pero a la larga, el bien que hagas (así como el mal) te revierte, muchas veces de manera ponderada.