1o. de Agosto 2010
Como parte de la extraordinaria capacitación y serie de conferencias que lleva a cabo la Universidad Tecnológica, con el auspicio de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), asistí recientemente a la tercera charla del Proyecto I +D en Cultura, que persigue establecer ésta como herramienta para el desarrollo. El tema era el patrimonio cultural y turismo, y coincidió con un artículo que publiqué en Facetas, de este mismo diario, el domingo pasado, en el que alertaba sobre el peligro de perder la designación con que la UNESCO nos honró en el año 1997 al incluir el Casco Antiguo como Patrimonio de la Humanidad.
El conferencista, el catalán Jordi Tresserras, expuso una presentación comprehensiva, donde señaló las ventajas que tiene contar con una estrategia de turismo que atraiga a los visitantes a los sitios históricos y mostró estadísticas de los lugares que mejor han aprovechado su riqueza ancestral.
En mi artículo Un Patrimonio en Peligro señalaba con preocupación que nos van a poner en la lista de sitios en peligro, después de la dura labor que se realizó para inscribir tanto el Casco Antiguo como a Panamá La Vieja. Los funcionarios locales y de la organización de Naciones Unidas invirtieron tiempo y recursos revisando miles de documentos para llegar a la decisión de incluirnos en esa lista.
Y luego de trece años de haber logrado tan preponderante sitial, pareciera que no hemos entendido la responsabilidad que se adquirió con ello. La Oficina del Casco Antiguo se fue convirtiendo en tinglado político, vitrina o pasarela para la farándula y más recientemente, desprecio de los encargados de la estrategia turística, quienes alegan que esos sitios no atraen turistas.
Jordi Tresserras desgranó las múltiples experiencias que han atravesado otros países, con menos recursos que Panamá, y han mantenido y conservado sus tesoros culturales. Cuba, sobre todo, bajo el liderazgo de Eusebio Leal, ha sido un ejemplo del respeto a la historia y eso le ha permitido la supervivencia en todos estos años de bloqueo. Perú ha ido poco a poco saliendo del estigma de ser un país peligroso por lo de Sendero Luminoso (al senderismo allí le llaman ‘treking’) para que sea mundialmente asociado con Machu Pichu y la gastronomía. La República Dominicana ha ‘dado la vuelta’ y además de ser recipiente de muchas inversiones en sus idílicas playas, apuesta a la capacitación para entrenar a las personas a atender apropiadamente a los visitantes. Colombia ha hecho una marca país —algo que nosotros no hemos logrado por el prurito que cada administración tiene para c ambiar el eslogan turístico— y ahora se enfrasca en una campaña que utiliza íconos, como esculturas de Botero, para posicionar, por ejemplo, a Cali, como capital de la salsa a nivel mundial.
Algo que me llamó mucho la atención fue el caso de Barcelona, que al ser considerada por Woody Allen para filmar ‘Vicky Cristina Barcelona’ en sus escénicos parajes, exigió la utilización de los íconos de esa ciudad, —las obras de Gaudí y Miró—, así como la comida mediterránea y los vinos, reforzando las costumbres que atraen al visitante a esa ciudad. Qué diferente hubiera sido si Panamá le hubiera sentado estrictas pautas al director de ‘El Sastre de Panamá’, y no resultara el desastre que fue.
Para entender lo grave de la vulnerabilidad que estamos ahora mismo atravesando, hace falta una verdadera voluntad política que impulse una preservación con sentido ético y humanístico, respeto a la parte estética, arquitectónica e histórica y equipos interdisciplinarios, que no sean liderados por instituciones desfasadas o por funcionarios que solo quieren conservar su puesto y se prestan para todo tipo de caprichos de ricos. Profesionales que entiendan de políticas de preservación, que es un trabajo altamente sensitivo y técnico y que existen en nuestro país, pero que son dejados de lado, porque no se amedrentan ante las acciones de fuerza que esgrimen los que pasan por las posiciones de decisión con la única finalidad de enriquecerse.
Qué triste e irónico será que nos otorguen un grado de inversión como país y al mismo tiempo, nos saquen de la lista de patrimonio histórico de la Humanidad. Como se dice, es para dormirse de pie.