ENCARCELANDO LA ESPERANZA
Por Mariela Sagel, La Estrella de Panamá, 3 de mayo de 2020
Antes de entrar en la opinión que hoy daré con respecto a lo que estamos viviendo, quiero rendir tributo a la memoria de ese gran ser humano que fue Marco Gandásegui hijo, colega columnista, sociólogo, periodista y, sobre todo, amigo. Marco me distinguió siempre con su amistad y en ocasiones me invitó a presentar la revista Tareas, que él dirigía. También compartimos veladas literarias con amigos comunes y, sobre todo, la persecución de la verdad. Hace una semana nos sorprendió con su repentina partida, lo que nos ha dejado desolados porque su voz siempre puntual y acertada, que podíamos leer los jueves aquí en La Estrella, ya la estamos extrañando. Nos quedó pendiente un proyecto editorial que ya habrá oportunidad de retomar.
Esta semana se cumple un año de las elecciones generales que le dieron el triunfo a la nómina Cortizo-Carrizo. La elección fue reñida, habiendo siete candidatos, pero el Partido Revolucionario Democrático no solo obtuvo la mayoría que le permitió alzarse con la victoria en la presidencia, sino que los candidatos a diputados conformaron mayoría en la Asamblea. Nadie nunca se imaginó que en menos de un año enfrentaríamos, de forma inesperada, una pandemia como la que hoy nos tiene recluidos en nuestras casas.
Si bien el gobierno nacional ha sido elogiado a nivel internacional por la forma decidida con que asumió la coyuntura sanitaria, cosa que no han hecho otros países, especialmente los más grandes del continente americano, ciertas acciones han empañado la confrontación de este temido virus. Se ha sabido de compras de material necesario para combatir la pandemia a precios exorbitantes y los panameños, con justificada razón, han reaccionado de forma iracunda.
El presidente Cortizo no puede ser el portero de su selección, no puede estar atajando goles que, en medio de la urgencia por disminuir los contagios, tratan de meterle otros funcionarios que parecen jugar en otro equipo. En reiteradas ocasiones ha dicho que los recursos son finitos, y éstos deben dedicarse a paliar el hambre que sufren cientos de miles de ciudadanos que no reciben hace más de cuarenta días un ingreso, tratar de que el sistema sanitario no colapse, con la habilitación de más lugares donde atender pacientes, controlar que la población penitenciaria no se subleve ahora que ya hay contagios en las cárceles de por sí hacinadas, y un montón de otros problemas que tiene a todos agobiados, cansados, preocupados por cómo haremos para retomar el ritmo normal de vida. Su equipo de gobierno debe alinearse con sus propósitos, en todo sentido, y poner la vida de los panameños por encima de los intereses particulares, así como hace casi nueve semanas, se puso por encima de los intereses comerciales.
El amigo Pau Solanilla, español que estuvo hasta hace un año al frente de una empresa de comunicación estratégica en Panamá, me envió un libro de su autoría que se titula “La república de la reputación”, que encuentro muy atinado citar en estos momentos en que nuestras esperanzas se están viendo encarceladas (esa frase la tomé de un escrito de Rose Marie Tapia). Dice Solanilla en el capítulo “Política y reputación: recuperar la licencia social para operar” que “la desconfianza se ha convertido en el rasgo característico de nuestra época, y que la política ha dejado de ser “el arte de lo posible” para representar dramáticamente “la incapacidad de lo posible”. Añade más adelante que “ya casi no queda nadie con autoridad, legitimidad o capacidad para persuadir, seducir y convencer al gran público, y hemos vuelto a las trincheras políticas de la confrontación”. Cada vez se hace más patente “la impotencia de los antaño poderosos líderes políticos para dirigir la construcción de soluciones a los problemas de la sociedad. Los ciudadanos les han retirado la confianza, algo que pone de manifiesto el fracaso de las estrategias de comunicación política que no han ido acompañadas de la necesaria inversión en la construcción de relatos innovadores y creíbles que generen confianza y adhesión, esto es, reputación”.
Ante esta crisis de credibilidad que le ha explotado al gobierno en medio de la crisis sanitaria que estamos padeciendo necesitamos un cambio de ideas, de discurso, de actitudes y aptitudes, que también vaya de la mano de una nueva forma de comunicar. Y aquí la transparencia en todas las instancias del gobierno debe ser la norma, no la excepción.
Hay quienes dicen que en Panamá nadie pierde ni gana reputación. Eso es totalmente falso. Todos necesitamos, más en estos momentos cruciales, tener confianza en que nuestros gobernantes lo están haciendo bien, y velando por esos recursos finitos a los que se refiere el presidente. Un solo desliz puede echar por tierra todo lo ganado. Para eso, el presidente debe erigirse por encima de todos los que seleccionó para acompañarlo en la tarea de gobernar y exigirles total honestidad en sus acciones.