MARIELA SAGEL
La Estrella de Panamá, 10 de junio de 2012
Ya veníamos medio alterados con la desprotección de los humedales y manglares, que nos van a dejar a expensas de las inclementes mareas y pondrán en peligro hasta al aeropuerto de Tocumen, convirtiéndolo, si nos descuidamos, en un puerto marítimo, echando por la borda todo lo que se ha hecho para convertir ese sitio en el Hub de las Américas. De un plumazo y más rápido de lo que nadie esperaba, se sancionó la Ley del Fondo de Ahorro de Panamá (FAP), ignorándose la solicitud empresarial que rechazaba el aumento de la deuda y sus graves implicaciones. Y tildándolo de inexequible, ahora vetan el proyecto de Ley de Cultura.
No quisiera pensar que los vetos se dan por posiciones partidistas, revanchistas o en contra de adversarios. A pesar de todas las alarmas de sus propios congéneres, los empresarios, y de las sugerencias que no se debía llevar adelante el FAP, prevaleció el desmedido interés de echarle mano a lo que huela a negocio, a riqueza y a dólares en la decisión del presidente. Con una asamblea controlada, sumisa y sin discernimiento, no hubo argumentos que valieran para protegernos como país en este desmedido afán de acabar con el ahorro nacional.
La Ley de Cultura fue un esfuerzo de años, de consensuar posiciones y creencias, de tomar en cuenta a todos los sectores de la sociedad y de hacer de las manifestaciones culturales instrumentos para elevar el nivel de la población. En ciudades tradicionalmente violentas, como Medellín, la cultura, como instrumento, ha ayudado a bajar los niveles de criminalidad considerablemente y nunca ha sido mejor entendida la gran frase del poeta cubano José Martí: ‘ser cultos para ser libres’.
En la página oficial de la República de Panamá, la primera frase que se lee es: El país posee una multiplicidad cultural que lo hace único en la región, a lo que contribuye además la constante presencia de visitantes de todas partes del mundo. El origen de esta singular mezcla cultural es sin duda la característica de encrucijada que siempre ha tenido el país, pero también lo es la conexión intensa de Panamá con el mar, que la hace muy parecida a una isla del Caribe. De un par de plumazos se desmiente esta presentación: peligro para los humedales y manglares y veto a la Ley de Cultura.
Hay varios tipos de ignorancia, entre las que se encuentra la inocente y las otras. Se es inocente cuando una persona nace en un medio económicamente deprimido y se siente un alienado social y educado como quien nunca aprendió a leer o tuvo que abandonar la escuela desde la infancia para trabajar. Esa ignorancia tiene ahora recursos que no tuvo en el pasado, por lo que no hay excusa para excluirse de los procesos culturales. Se tiende a tildar al culto como intelectual y hoy día, estamos más informados y somos más participativos que nunca en temas de importancia nacional e internacional. Somos todos intelectuales que opinan y rechazamos estas últimas acciones por parte del Gobierno Nacional. Es incongruente que se aprueben 50 millones de dólares para construir una escuela de arte y no se disponga de cinco millones para sembrar la semilla del Fondo de Cultura. Esos cinco millones bien pudieran salir del FAP. No hay excusa para este golpe al corazón de la sociedad panameña.
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