Cultura Farandula

Gozando de una rebelde madurez

Domingo,  7 de septiembre de 2014 – La Estrella de Panamá

Joaquín Sabina hizo vibrar Santiago de Chile. Una colaboradora de Facetas, sentada junto a Antonio Skármeta, describe la noche

Mariela Sagel
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La cita fue en el Movistar Arena de Santiago de Chile, frente a unas diez mil personas que se sabían las canciones de memoria. No había una edad en común, sino todo lo contrario, si algo caracteriza al público de Joaquín Sabina es que tanto jóvenes como viejos adoran sus canciones. ‘Como los Rolling Stones’, reza una de sus letras.

La gira, que se había anunciado unos meses antes, incluiría a Perú, Chile, Argentina, Uruguay y Paraguay. En cada país haría más de una presentación, alrededor de diez en Argentina, por ejemplo, donde tiene tantos hinchas como Messi.

El nombre del tour era cautivante, ‘500 noches para una crisis’, donde rememoraría el célebre disco ‘19 días y 500 noches’, tras 15 años de haberlo compuesto.

Prometía cantarlo entero, pero adelantó que no incluiría ‘Dieguitos y Mafaldas’, ‘Como te digo una Co, te digo la o’ y ‘De purísima y oro’. El primero por ser más argentino que el Boca (y él era de Colo Colo), el segundo por ser demasiado monárquico y el tercero porque en ése país no había habido nunca corridas de toros. En su defecto incluyó piezas memorables como ‘Violetas para Violeta’, indefectiblemente chilena.

UN DESGRANADOR DE VERSOS

En esta ocasión, el cantante brilló con una voz muy cristalina, bien cuidadada. El usual carraspeo —‘voz de lija’, dice él—, ha desaparecido. El escenario se hacía pequeño para el despliegue de vitalidad que tanto él como sus músicos mostraron. Le dio las buenas noches a Santiago, a Chile —realizó un concierto posterior en Concepción—, y siguieron unas 20 canciones en un derroche de maestría tanto suya como la de Pancho Varona (con bajo, guitarra y voz), Antonio García de Diego (guitarras, teclado, armónica, guitarra portuguesa y voz), Jaime Asua (guitarras y voz) Pedro Barceló (batería), la inigualable Mara Barros —que cantó y bailó varias canciones y tocó panderetas— y Josemí Sagaste (saxo, clarinete, acordeón y percusión).

Después vino la explicación: hace 15 años, cuando cumplía los ‘40 y 10’, se entregó a la más apasionada de sus composiciones, coincidiendo con el final de su loca juventud, que alega consiguió alargar hasta los 50.

Confesó que practicaba costumbres poco edificantes, le sobrevino una depresión y un ictus cerebral. Componer este disco, y el hecho de haberse enamorado de la misma chica con la que hoy sigue, Jimena Coronado, su ‘Rosa de Lima’, le marcaron y así lo ha querido celebrar. Cantando ‘19 días y 500 noches’ hizo alusión a las redes sociales y a hacerse un ‘selfie’, mientras la gente cantaba a coro sus canciones, una tras otra.

SHOW SABINERO

Sin dejar de ser el poeta que es, ni el bohemio que cerraba los bares de mala muerte hace más de veinte años, desde su primera presentación en Chile, Joaquín Sabina demostró en el escenario, sin escatimar en energía, el cierre de una etapa de su vida con solvencia y de manera brillante.

Según el productor chileno, ‘Sabina revisita en esta gira los frutos más preciados de su larga y loca juventud, pero no como un acto de nostalgia sino de valentía, mirando sus canciones desde otra perspectiva’.

Después de esa extraña canción que se llama ‘A mis cuarenta y diez’ y menciona ‘el traje de madera que estrenaré no ha sido todavía plantado’, le dio paso a Jaime Asua para que cantara ‘El caso de la rubia platino’ porque según él, en lo más loco del frenesí del rock and roll que él era capaz de cantar hace 15 años, sería una injuria a la inteligencia que la cantara él mismo.

Le siguió ‘Donde habita el olvido’ en homenaje a Luis Cernuda, poeta español que tuvo una vida triste y un libro con ese título. Vino ‘Cerrado por derribo’ antecediéndole el verso: ‘Lo peor del amor cuando termina son las habitaciones ventiladas…’. Y la siguió recitando para depués mencionar que había estado haciendo referencias a poemas de Pablo Neruda.

Se sentó en el escenario, le trajeron una copa, brindó por Antonio Skármeta, y el público rompía en aplausos. En esa canción se menciona explícitamente los ‘Versos del Capitán’, del Nobel de Literatura chileno.

Vino la número nueve, ‘Pero qué hermosas eran’, con dibujos elocuentes de un tono erótico y le siguió ‘Peor para el sol’ para hacérselas que iba a terminar con ‘Noche de Bodas’, ‘Y Nos dieron las 10’, y de allí en adelante, ‘Conductores suicidas’ y otras memorables. Al cantar ‘Violetas para Violeta’ hizo mención del centenario de Nicanor Parra, que fue el pasado 5 de septiembre, con esa lírica preciosista que tiene, y recitó la letra de ‘Viva Chile, la tierra de mis amores’.

El obligado homenaje a Bob Dylan no lo dejó pasar, tampoco ‘Princesa’, y se despedía una y otra vez hasta llegar a más de 20 canciones, una de las cuales escuché cuando salimos adelantados para evitar el ‘taco’, topándonos con el ex presidente Ricardo Lagos y no perdonando una camiseta con la frase ‘Al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver’, frase de ‘Peces de la ciudad’, que se escuchaba al fondo.

Una noche mágica, donde cada comentario, cada letra, cada gesto y animación del cantante poeta era seguido con avidez por el público.

ía más de una presentación, alrededor de diez en Argentina, por ejemplo, donde tiene tantos hinchas como Messi.

El nombre del tour era cautivante, ‘500 noches para una crisis’, donde rememoraría el célebre disco ‘19 días y 500 noches’, tras 15 años de haberlo compuesto.

Prometía cantarlo entero, pero adelantó que no incluiría ‘Dieguitos y Mafaldas’, ‘Como te digo una Co, te digo la o’ y ‘De purísima y oro’. El primero por ser más argentino que el Boca (y él era de Colo Colo), el segundo por ser demasiado monárquico y el tercero porque en ése país no había habido nunca corridas de toros. En su defecto incluyó piezas memorables como ‘Violetas para Violeta’, indefectiblemente chilena.

UN DESGRANADOR DE VERSOS

En esta ocasión, el cantante brilló con una voz muy cristalina, bien cuidadada. El usual carraspeo —‘voz de lija’, dice él—, ha desaparecido. El escenario se hacía pequeño para el despliegue de vitalidad que tanto él como sus músicos mostraron. Le dio las buenas noches a Santiago, a Chile —realizó un concierto posterior en Concepción—, y siguieron unas 20 canciones en un derroche de maestría tanto suya como la de Pancho Varona (con bajo, guitarra y voz), Antonio García de Diego (guitarras, teclado, armónica, guitarra portuguesa y voz), Jaime Asua (guitarras y voz) Pedro Barceló (batería), la inigualable Mara Barros —que cantó y bailó varias canciones y tocó panderetas— y Josemí Sagaste (saxo, clarinete, acordeón y percusión).

Después vino la explicación: hace 15 años, cuando cumplía los ‘40 y 10’, se entregó a la más apasionada de sus composiciones, coincidiendo con el final de su loca juventud, que alega consiguió alargar hasta los 50.

Confesó que practicaba costumbres poco edificantes, le sobrevino una depresión y un ictus cerebral. Componer este disco, y el hecho de haberse enamorado de la misma chica con la que hoy sigue, Jimena Coronado, su ‘Rosa de Lima’, le marcaron y así lo ha querido celebrar. Cantando ‘19 días y 500 noches’ hizo alusión a las redes sociales y a hacerse un ‘selfie’, mientras la gente cantaba a coro sus canciones, una tras otra.

SHOW SABINERO

Sin dejar de ser el poeta que es, ni el bohemio que cerraba los bares de mala muerte hace más de veinte años, desde su primera presentación en Chile, Joaquín Sabina demostró en el escenario, sin escatimar en energía, el cierre de una etapa de su vida con solvencia y de manera brillante.

Según el productor chileno, ‘Sabina revisita en esta gira los frutos más preciados de su larga y loca juventud, pero no como un acto de nostalgia sino de valentía, mirando sus canciones desde otra perspectiva’.

Después de esa extraña canción que se llama ‘A mis cuarenta y diez’ y menciona ‘el traje de madera que estrenaré no ha sido todavía plantado’, le dio paso a Jaime Asua para que cantara ‘El caso de la rubia platino’ porque según él, en lo más loco del frenesí del rock and roll que él era capaz de cantar hace 15 años, sería una injuria a la inteligencia que la cantara él mismo.

Le siguió ‘Donde habita el olvido’ en homenaje a Luis Cernuda, poeta español que tuvo una vida triste y un libro con ese título. Vino ‘Cerrado por derribo’ antecediéndole el verso: ‘Lo peor del amor cuando termina son las habitaciones ventiladas…’. Y la siguió recitando para depués mencionar que había estado haciendo referencias a poemas de Pablo Neruda.

Se sentó en el escenario, le trajeron una copa, brindó por Antonio Skármeta, y el público rompía en aplausos. En esa canción se menciona explícitamente los ‘Versos del Capitán’, del Nobel de Literatura chileno.

Vino la número nueve, ‘Pero qué hermosas eran’, con dibujos elocuentes de un tono erótico y le siguió ‘Peor para el sol’ para hacérselas que iba a terminar con ‘Noche de Bodas’, ‘Y Nos dieron las 10’, y de allí en adelante, ‘Conductores suicidas’ y otras memorables. Al cantar ‘Violetas para Violeta’ hizo mención del centenario de Nicanor Parra, que fue el pasado 5 de septiembre, con esa lírica preciosista que tiene, y recitó la letra de ‘Viva Chile, la tierra de mis amores’.

El obligado homenaje a Bob Dylan no lo dejó pasar, tampoco ‘Princesa’, y se despedía una y otra vez hasta llegar a más de 20 canciones, una de las cuales escuché cuando salimos adelantados para evitar el ‘taco’, topándonos con el ex presidente Ricardo Lagos y no perdonando una camiseta con la frase ‘Al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver’, frase de ‘Peces de la ciudad’, que se escuchaba al fondo.

Una noche mágica, donde cada comentario, cada letra, cada gesto y animación del cantante poeta era seguido con avidez por el público.