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HACE CIEN AÑOS

Por Mariela Sagel, El Siglo, 12 de noviembre de 2018

Ayer 11 de noviembre se cumplieron cien años del armisticio que puso fin a la primera conflagración mundial, la I Guerra Mundial, también llamada “la Gran Guerra”. El inicio de esta fue el 28 de julio de 1914 y el detonante aparente fue el asesinato del Archiduque Francisco Fernando de Austria, en Sarajevo.  Se le llamó la Gran Guerra en ese entonces porque no se esperaba que otra similar y más devastadora la superara en muertes, armas, atrocidades y secuelas, y esa fue la II Guerra Mundial, entre 1939 y 1945, que definitivamente reacomodó los roles de los países dominantes.

La Gran Guerra fue el anticipo de la caída de varios imperios:  el austrohúngaro, el otomano, el alemán y el ruso.  La Revolución industrial había definido los predominios europeos sobre la mayor parte del mundo, que se basaba en una superioridad técnica e intelectual sobresaliente. Sin embargo, dos países tenían el control del 70% de la mano de obra calificada (Francia e Inglaterra) y por ende la capacidad industrial del continente.  Londres era el centro del comercio mundial.  Pero ya emergían tensiones por el dominio de otras potencias, y la entrada en el juego de países como Japón y Estados Unidos.

Jugaba un papel importante el tema ideológico, la influencia del marxismo y la permanente agitación de la clase obrera, que amenazaba al capitalismo liberal.

En esta guerra se usaron bestias metálicas, tanques, aviones y también los bombardeos desde el cielo.  Surgían los incipientes submarinos y el uso de gases venosos.  La revolución rusa, que se concretó un año antes, fue producto del hartazgo y la autocracia zarista, al igual que la dinastía alemana (el Kaiser Guillermo II abdicó dos días antes del armisticio) también sucumbió durante el conflicto.  El imperio otomano cayó definitivamente en 1923 bajo el liderazgo del líder turco Ataturk.

Según un historiador británico, “el único objetivo de guerra que importaba era la victoria total, que era absurdo y destructivo”.