MARIELA SAGEL
En inglés se dice ‘bad timing’, que es precisamente lo que indica que no se hace en el momento correcto y es mal planificado. Ese parece el término adecuado para definir las soluciones a los agobiantes hechos que nos han sacudido y no nos dejaron terminar en paz el año 2011, durante el cual no nos han permitido aburrirnos, menos quedarnos sin temas de opinión, para torturarlos semanalmente con estas columnas.
Empezamos el año con la masacre en el Centro de Cumplimiento de Tocumen y lo acabamos con una represión contra representantes y alcaldes electos, que protestaban pacíficamente. Nos enteramos estupefactos del asesinato de cinco jóvenes en Chorrera, enterrados en el patio de una casa. La variopinta gama de problemas no ha tenido parangón en nuestra historia política reciente. Y la constante ha sido en casi todos los eventos lo inoportuno de las reacciones.
La iniciativa de hacer una parada por la Cinta Costera es aplaudible, pero levanta suspicacias si su real motivación es una reacción contra el Desfile Navideño del Alcalde y un atentado contra las villas que éste instituyó. Más suspicacia aún que hayan designado a un ministro para encabezar ese evento, que a todas luces es el ‘delfín’ del partido de gobierno.
El regocijo que se sintió en ese multitudinario evento se vió empañado de forma inmediata por disturbios que ocurrieron por falta de previsión, planificación y hasta de responsabilidad por parte de los responsables de la seguridad de las calles.
Cuando uno menos acuerda te detienen para ponerte el Pele Police y por nada te acosan los policías de tránsito, pero a la hora de cuidar tanto los bienes públicos, como la vida humana, brilla por su ausencia la fuerza pública.
La ruptura de la alianza de gobierno (Cambio Democrático y Panameñismo) sigue siendo el escenario de las polémicas diarias entre los hoy enemistados partidos que prometieron un cambio, y lo están cumpliendo: reinventando cada día al populismo chabacano que puede dar al traste con el crecimiento y auge que tiene el país. No nos llevemos a engaños, hay voces de alerta en el exterior sobre lo impredecible que es la gestión actual y lo inseguro que representa visitar o invertir en el país, hasta en turismo, a pesar de haber rebasado los 2 millones de turistas recientemente.
Los servicios que se cobran en una sola factura, el aseo y el agua, andan manga por hombro y en algunas barriadas se alega que no se hace la recolección de basura por ser ‘áreas rojas’. En una época donde generamos muchos más desperdicios que de costumbre, no acostumbrados a reciclar, las precarias aceras obstruyen el paso a los aventados peatones que se arriesgan a sortear huecos, fugas de agua y limo acumulado.
Pareciera que vamos hacia una solución de transporte colectivo por la entrada en circulación del Metro Bus –que tuve la oportunidad de probar esta semana— y la construcción a tambor batiente del Metro. Hemos vivido y viviremos durante este año reales trastornos en el tráfico vehicular, pero ese es el precio del progreso y la modernidad, así que no nos desesperemos.
En lo que sí debemos invertir ahora mismo es en campañas de educación vial y de cultura de transporte colectivo, porque si carecemos de cultura de reciclaje, mucho menos sabemos cómo compartir un transporte masivo.
En vez de campañas de publicad costosísimas que siempre cierran con un estribillo dicho por el presidente, ese dinero debería invertirse en inducción ciudadana que seguramente servirá de manipulación mediática, pero por lo menos queda la orientación.
Las respuestas a las crisis, hasta ahora, no han sido coherentes, serias y a tiempo. Esperemos que en el nuevo año se inicien acciones proactivas, no se den reacciones negativas e inoportunas